Insólitas Tareas

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Recomendación Musical: "Upliftus" – Antonio Resende

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Sin siquiera poder reincorporarse sobre sus bastones, la única rubia del aula se acercó a su asiento, la jaló con sus dos brazos, colocó su cuerpo sobre el suyo, tomó los soportes en una mano y salió corriendo del lugar. Pese a los gritos que la mayor soltaba, la japonesa parecía sorda; la alegría y emoción habían cortado sus sistemas auditivos. Ambas amigas atravesaron todo el pasillo, siendo seguidas por miles de miradas extrañadas y curiosas, bajaron por los escalones y se dirigieron a gran velocidad hacia la salida. Estuvo a punto de que su cabeza golpeara el marco superior de la puerta, pero logró esquivarlo. Antes de poder sugerirle a la oji-zafiro bajar la velocidad, viraron con gran fuerza hacia un costado del edificio. Al cabo de unos segundos, se encontraron a unos metros de la puerta de entrada..., cuyo marco era ligeramente más bajo que la salida anterior.

―¡M-Ma..., Ma-chan!

―¡Llega...!

Pero, antes de poder terminar su grito o disminuir su carrera, un sonoro golpe resonó, siendo seguido por el caer de un cuerpo femenino y una arrepentida expresión en el rostro de la culpable. Se dio vuelta y empezó a acercarse hacia el cuerpo inerte de su amiga, percatándose que el choque había ocurrido justamente en la frente; se había desmayado. Giró a ambos, buscando a algún conocido y, tras no encontrarlo, se decidió por salvar su propio pellejo: sosteniendo las muletas con una mano, empezó a jalar a la chica de sus paralizadas piernas. Logró darse cuenta que, a pesar de ya no poder caminar, pesaba lo mismo que hacía antes del accidente.

Pasados unos segundos, llegó a las gradas bajas, por lo que yació a la extranjera en una banca, colocándola boca arriba. Llevó un dedo hacia la barbilla, intentando buscar la forma de ocultar la hinchazón que emergía de la frente. Chasqueó los dedos y se giró hacia su mochila, buscando una de las dos playeras deportivas que traía consigo. Sostuvo la menos holgada en sus manos por unos momentos, antes de situarla sobre el rostro de su amiga. Permaneció unos momentos admirando su obra, cuando se encogió de hombros y, al mismo tiempo que se daba vuelta, comenzó a buscar una buena excusa que darle a su entrenador.

Hablando del demonio, en el momento en que dejó a la inconsciente chica de espaldas, sus párpados se abrieron en terror al estar atrapada en unos orbes avellana. Dejó caer su bolso a propósito, intentando que el recién llegado desviara su atención, lo cual no sucedió; él ya la conocía. Ambos se quedaron estáticos por varios momentos, averiguando la persona que cedería primero, lo cual fue la chica: bajó la mirada y soltó un tartamudeo. El hombre suspiró pesado, llevó su mirada hacia el cuerpo de la otra chica y, en el instante en que la más baja quiso escapar, detuvo su paso con ayuda de su extremidad.

No había forma de escaparse de la 'Bestia Silenciosa'.

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Frunció el ceño al sentir una intensa luz golpear sus párpados, al mismo tiempo que una sensación fría y punzante recorría gran parte de su frente. Intentó reincorporarse (puesto se dio cuenta estaba recostada en una superficie dura, con su cuello recargado en una zona más cómoda), pero dos manos se lo impidieron, jalándola de los hombros y regresándola a su posición inicial. Relajó su semblante y abrió por fin sus párpados, encontrándose con un techado de concreto y la barbilla de un hombre, quien miraba hacia el frente. Ladeó la cabeza e intentó descubrir la identidad del desconocido, hasta que este último bajó su mirada hacia ella.

―Buenos días ―el mayor exclamó, guiando su mirada hacia la bolsa de hielo que tenía la fémina en su frente―. ¿Te sigue doliendo?

―N-no ―ella respondió sin estar muy segura de lo que se refería―. ¿D-dónde estoy, Hisame-sensei?

FracturaWhere stories live. Discover now