Dolor

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Recomendación Musical: "Echo" – Twelve Titans Music

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Himuro se despidió de la familia que se llevaba consigo el último artículo que vendía: una pequeña escultura de un oso con cuatro salmones. Después de cerrar la puerta, se recargó y deslizó sobre ésta hasta terminar en el suelo. Levantó su mirada hacia las hermanas García, quienes estaban paradas una a lado de la otra y con una expresión irritada en el rostro. Inclusive Trauern, ya de un año y once meses, veía fríamente al azabache mientras estaba sentado entre sus dos dueñas.

―Les dije que vendería todo ―él exclamó en un tono burlón―, ¿no tenía razón?

―Prometiste que en menos de un mes ―Katomi le recordó, antes de acercarse un poco con ayuda de sus muletas y hacer que el varón tragara saliva―, no cinco. Y, ¿te recuerdo que te atreviste a deshacerte de algunas de nuestras cosas? ¿Dónde está nuestro dinero?

―Ustedes habían dicho que podía usar todo lo que estaba en el cuarto de huéspedes ―objetó al levantarse del suelo y apartarse de su hermana―, y eso fue lo que hice ―miró de reojo a la peli-naranja y le rodeó el cuello con uno de sus brazos―. Tranquilízate, sis'. Parece que no entrenar te hace más irritable.

You, fucking mid...!

―¡Es broma, Kat! ―el mayor exclamó y abrazó a la chica, más por su seguridad que para contentarla― Aunque creo que estarías más tranquila si hubieras ido a inscribirte hoy.

―¿Ya hablaste con Seirin? ―intervino Alexandra con una pregunta.

―Aún no ―contestó la menor y se soltó del agarre de Himuro―, tenía pensado ir después de asegurarme que todas mis pertenencias estén en mi cuarto ―declaró y le mandó una fría mirada al varón―. Sólo espero que todavía vayan al gimnasio hoy.

―¿Estás segura que no quieres que te acompañemos? ―Alexandra volvió a preguntar al ver cómo su hermana se dirigía a su habitación.

―No te preocupes, Alex ―la menor respondió al estar frente a su cuarto―, sólo iré a visitar a unos amigos; no es como si me fuera a meter en un crimen.

Katomi emparejó la puerta blanca detrás de ella. Se vio envuelta en las paredes violetas, antes de dirigirse hacia su cama matrimonial y dejarse caer en ella. Se quedó viendo el techo color crema que no sólo dejaba entrar la luz en su cuarto, sino en todo el departamento; lo mismo se podía decir del piso beige (exceptuando los baños, que tenían uno aguamarina). Llevó su mirada hacia el librero que yacía en la cabeza de la cama. Aunque más que un librero, era un mueble que cargaba con un poco de todo: películas, joyeros, fotografías..., lo que menos tenía, eran libros.

Una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. Permaneció en su cama, pero se sentó para poder ver el resto de sus pertenencias. Divagó con su mirada hacia la parte más alta, donde yacía un joyero de marfil que le regaló su abuela años atrás y que sabía que contenía varias de sus argollas, algunas pulseras de plata, el collar que Himuro le regaló en su último cumpleaños y los aretes que Shijima le dio en el mismo. A su lado, una alcancía en forma de chocolate acumulaba más polvo que dinero. Había sido el regalo de Murasakibara en su cumpleaños número diecisiete.

Estiró un brazo y sostuvo lo que Aomine y Kise le entregaron en el mismo: unas muñequeras verde-jade y un peluche de zorro, respectivamente. Este último, al igual que la alcancía, comenzaba a llenarse de polvo, por lo que lo sacudió un poco. Permaneció con la mirada fija en el peluche, antes de acercarlo a su pecho y abrazarlo con fuerza. Las muñequeras se resbalaron de sus dedos y cayeron sobre una de sus almohadas. Recordó que Aomine le había dicho que las eligió de tal forma que combinaran con su uniforme.

FracturaWhere stories live. Discover now