¿Qué Eres? Parte II

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Recomendación Musical: "More Than Anything" – Revolt Production Music

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Abrió la puerta del conductor y el calor del interior del vehículo la abrazó. Encendió la camioneta, prendió el aire acondicionado y bajó la ventanilla. Mientras metía reversa para salir de su lugar, supo que debía buscar ayuda por las alucinaciones que ya tenía con frecuencia: sus padres estaban sentados en los asientos traseros. Podía ver sus rostros llenos de decepción; sabía que la veían de esa forma porque dejó ir a su hermana. Debía hacer algo de inmediato y lo mejor que se le ocurrió fue disculparse; lo que sucediera después, ya era un misterio.

El camino fue totalmente interrumpido por sus pensamientos, mejor dicho, Katomi. Alexandra sabía que no era una hermana perfecta; nunca lo había sido ni nunca lo sería. Era lo mismo con los padres: no existían aquellos perfectos. Oleguer solía decírselo: "―Si es perfecto, no existe.". Y, sin embargo, Katomi se marchó de su departamento porque Alexandra no era buena tutora. ¿A qué se refería exactamente con eso? La pequeña conversación que tuvieron al regresar de la entrevista, se centró en hacer el equipaje, levantarse temprano y desayunar bien.

Otro punto a su contra: no logró hablar de frente con la persona más importante en su vida.

Bajó la velocidad al encontrarse con un semáforo. Por un momento, quiso dar vuelta en 'u' y regresar al departamento. Ponía de excusa el hambre como la causa de sus alucinaciones. Sólo debía regresar, ordenar comida china y, tal vez, invitar a alguien. Hacía mucho que no salía con alguna persona. La muerte de sus padres y la tutela de su hermana se lo habían impedido. Una repentina imagen de un vestido de novia llegó a su cabeza. ¿Podía ser posible que ahora, sin tener la responsabilidad de su hermana menor, era momento de iniciar con nuevas etapas en su vida? Era posible que por fin conociera a la persona indicada para crear una nueva historia o iniciar con conseguir una nueva mascota o centrarse aún más en su trabajo o...

El sonido de un claxon la sacó de sus pensamientos. Estuvo a punto de gritar una que otra vulgaridad hacia el conductor detrás, pero dibujó una sonrisa en su lugar. Aquello fue mucho más eficiente que una bofetada. Pisó el acelerador y giró en la cuadra siguiente. Sabía que el edificio estaba a una manzana de lejanía. Al mismo tiempo que divisó el lugar, recordó que detestaba la comida china, todavía era joven y tenía mucho tiempo para conocer a la persona indicada, era feliz con el trabajo que tenía ahora y ninguna mascota podía igualar el espacio de Katomi.

Anotó mentalmente el tercer punto que la definía como la peor hermana y tutora del mundo: comparar un animal con su razón de seguir con vida.

Aparcó el vehículo en el estacionamiento del edificio. Al salir de su camioneta y avanzar por la pequeña explanada, se encontró con varios grupos de agentes caminando con pasos a gran velocidad y con las miradas perdidas. Preguntó el paradero de los hombres a las pocas personas con quienes se cruzaba y todas respondieron con que los encontraría dentro. Atravesó las puertas automáticas y se envolvió en un ambiente exhaustivo, lleno de humo de tabaco y personas ajetreadas por innumerables tareas. Todos cargaban portafolios o pequeñas maletas, y su andar era indeterminado: podían caminar hacia la puerta y, de repente, dirigirse hacia el pasillo a la derecha.

Hacia allá fue a donde ella se dirigió.

Chocó hombros con un par de agentes, pero nadie pareció notarla. El pasillo estaba iluminado y, aun así, se veía sombrío. Entre toda la oscuridad, Alexandra logró distinguir las figuras de ambos agentes federales. Se encontraban conversando; Ian sorbía de una taza de café y Mason respiraba el humo de su cigarrillo. Ella se acercó con paso determinado, pero detuvo su caminata al escuchar el decepcionado tono de Ian. No sólo se decidió en espiar por su curiosidad, sino porque algo le decía que era muy importante.

FracturaWhere stories live. Discover now