Capítulo 10

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La noche viene acompañada de un cielo azul marino, lleno de estrellas brillantes y lejanas. Las noches son muy bonitas y románticas para quienes aman pero aquellos que sufren de amor, no tienen otro remedio que soportar un insomnio inacabable. Yo, sin embargo, derramo lágrimas por mi desastrosa vida y rezo una y otra vez porque mi existencia de un giro de 180º, de esos que efectúo con mi Volkswagen Beetle rosa cada vez que lo pongo en funcionamiento. Necesito que las cosas cambien y estoy dispuesta a hacer todo cuanto esté en mi mano para lograrlo.

Subo peldaño tras peldaño con lentitud y desgana como si me costase caminar. Aunque, en parte, es así. Mis ganas de disfrutar del resto del día se han esfumado y no sé si están dispuestas a volver en lo que queda de día. Aún así, confío plenamente en que Andrés me alegre la noche. Al pensar en él, comienzo a acelerar mi marcha, de forma que me planto en la puerta en menos de sesenta segundos. Abro la puerta y me adentro en el interior. Luego, camino a tientas en dirección al salón, ya que las luces están apagadas y no se ve nada. Por suerte, logro mi propósito sin sufrir ningún tipo de incidente. Con un ágil movimiento enciendo las luces del salón y del pasillo, y tras dejar el bolso sobre la mesa de la sala de estar, vuelvo a introducirme en el corredor pero, esta vez, con el fin de llegar a mi cuarto.

De unos de los cajones de la cómoda saco un pijama con dibujos de conejos y zanahorias y luego, de otro cojo ropa interior limpia. Me encamino al servicio con tal de darme una ducha relajante, así que una vez llego a él, me deshago de la blusa de un tirón y  deslizo la falda hacia abajo. Por último, salgo en ropa interior al balcón de mi casa y desde allí tiro la ropa al vacío. Vuelvo de nuevo al baño y me termino de quitar la ropa que me queda.

Me coloca bajo el chorro de agua caliente y dejo cubrir de gotas todo mi cuerpo. Mi pelo empapado no tarda en adherirse a mi cabeza, como si hubiese sido rociado con laca. Con ambas manos, acaricio mi rostro, eliminando los restos de maquillaje. Echo una cantidad considerable de champú en mi cabello y luego, enredo mis dedos en él y froto con delicadeza mi cuero cabelludo.

Después, me cubro el cuerpo de gel con olor a coco, y más tarde me deshago de él con un chorro de agua caliente. La fragancia de coco queda impregnada en mi piel, proporcionándome un olor agradable. Cierro el grifo y me envuelvo una toalla blanca alrededor del cuerpo. Abandono la ducha descalza y me sitúo delante del espejo. Me deshago de la toalla y observo a la chica reflejada en el cristal que se viste de nuevo.

Y entonces, suena el timbre.

Abro la puerta y descubro tras ella a Andrés, quien trae las manos llenas de bolsas con comida. Entra en el interior tras depositar un beso en mi mejilla, y yo le sigo hasta la cocina, lugar en el que ha soltado todas esas bolsas de plástico.

—He comprado en un italiano, espero que te guste.

—La pasta me encanta—admito.

—Genial, porque te vas a hartar de comer pasta esta noche.

Le dedico una sonrisa.

—Y además, he traído esto—saca de una de las bolsas una botella de Tequila.

—¿Tequila?, ¿qué hay que celebrar?

—Hay que celebrar la vida.

En ese momento, no puedo evitar emocionarme y derramo alguna que otra lágrima al recordar el día tan desastroso de hoy. Andrés, al verme en ese estado, no tarda en volver a guardar la botella y en acudir a mí, con los brazos abiertos de par en par.

—De haber sabido que te ibas a poner así no hubiera traído la botella.

Me aferro a torso con fuerza, descansando mis manos en su zona lumbar.

Si el Karma te dice "no" dile "no ni ná" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora