Capítulo 11

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En un principio visualizo una espalda ancha y tonificada, cubierta por una camisa de color blanca. Por su proximidad a su piel capto que está húmeda, además, sus pantalones, negros como el carbón, parecen más oscuros. De sus tobilleras brotan varias gotas de agua, las cuales caen al suelo e inundan una parte de él.

Al mismo tiempo que se gira, escondo el báter de madera en la espalda, con tal de ocultarlo a su persona. Cuando vuelvo a enfrentarme a él, me encuentro con sus ojos verdes penetrantes, que se clavan en los míos con dureza. Sus labios están apretados y dan la impresión de querer decir algo.

Su pelo, alborotado y color carbón, yace húmedo a consecuencia de la lluvia.

—Hola.

Entreabro la boca con tal de responderle pero de ella solo escapa un suspiro.

—Perdona por la hora—baja la mirada a sus manos, parece estar arrepentido por su comportamiento. Yo, en cambio, no lo veo así—. No quería despertarte.

—No me has despertado—me apresuro a decir. En sus ojos aparece un brillo inusual—. Estaba viendo la televisión.

—La televisión.

—Sí. Estaba viendo un documental sobre el medio ambiente.

Cállate. No creo que le importe lo más mínimo los documentales sobre el estado del planeta tierra. Y dudo mucho que le interese saber las medidas que hay que tomar para mejorar la situación si no queremos que el planeta se vaya a pique. No. Él es un hombre de negocios y dudo que entienda sobre la situación en la que se encuentran el planeta Tierra.

—Es importante cuidar el medio ambiente—hace una pausa—. No te haces una idea de la cantidad de humo que expulsamos diariamente a la atmósfera. Eso, sin tener en cuenta otras formas de contaminación, como el hecho de tirar bolsas de plásticos a los mares, las cuales causan la muerte de cientos de seres marinos.

Parece que conoce bien el tema. Caray, cualquiera lo diría viniendo de un empresario que es probablemente, uno de los hombres más ricos del país.

—El otro día, en el restaurante, olvidaste esto—alza ambas manos y me tiende una libreta de notas roja, la cual comparada con sus manos parece una miseria—. Pensé que quizá la necesitarías para saber cuál es el siguiente paso que has de dar.

—Es muy amable por tu parte habérmela traído con la que está cayendo.

—Ha sido un placer—mantiene la cabeza agachada durante unos segundos. Luego, vuelve a elevar la vista—. Va siendo hora de irse.

Álvaro me dedica media sonrisa y después se da media vuelta y comienza a caminar en dirección al ascensor al mismo tiempo que me entretengo en contemplar la libreta que tengo entre las manos. Sin saber muy bien por qué, salgo al pasillo de la segunda planta y le encuentro a punto de entrar en el ascensor.

—Me preguntaba si te apetecería tomar un té.

Álvaro vuelve a emprender una marcha en dirección a la puerta y permanece inmóvil una vez ha llegado a ella, con la mirada fija en mi persona.

—Me encantaría.

Me coloca a un lado de la puerta y le cedo el paso. Mientras él camina hacia el interior, yo me limito a cerrar la puerta y a depositar el báter de nuevo en el paragüero. Luego, salgo en su búsqueda y lo hallo en el salón, observando mi jersey amarillo chillón con dibujos de margaritas que descansa en el respaldo de una de las sillas.

—Creo que es el jersey más extraño que he visto nunca.

—Es mi jersey de la suerte.

—¿Tienes un jersey de la suerte?

Si el Karma te dice "no" dile "no ni ná" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora