Capítulo 12

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Álvaro aceptó con agrado aquel menú que le ofreció el restaurante que visitamos. Era, probablemente, una de las mejores decisiones que ha podido tomar a lo largo de su vida. Todo cuanto nos dieron a probar, sin exagerar, estaba exquisito. Su banquete va a ser el mejor de la historia. Además, dudo que algún invitado haga alguna crítica negativa con respecto a los platos que se les va a servir. De lo contrario, habrá perdido completamente la cabeza.

Tras terminar con dicha tarea, Álvaro se ofrece a llevarme a casa y yo, incapaz de negarme a esos enormes ojos verdes, acepto su proposición. Lo cierto es que, al ocupar un asiento en su mercedes, tengo la extraña sensación de ser una figura de alto prestigio. Tal vez me esté volviendo loca, qué se yo, pero no puedo evitar cotillear todo cuanto me rodea.

-Ponte el cinturón-me pide.

Agarro la correa del cinturón y la desliza por encima de mi pecho, luego, introduzco la pieza de metal dentro de la ranura y escucho un leve clic.

-Así que así es como te sientes cuando vas en este coche.

-Te terminas acostumbrando.

-Sí, supongo que sí.

Cambio el rumbo de mi mirada hacia la ventanilla de mi derecha.

-¿Reconoces el coche?

-¿Este?-indico con mi dedo índice la parte delantera. Álvaro se limita a asentir con una sonrisa- No puedo ser. Oh, Dios mío, ¿este es el mercedes que destrocé?

-Así es. Es increíble el gran trabajo que han hecho con él. Aún no puedo creérmelo, es como si no hubiese sucedido absolutamente nada.

-Imagino cuál es tu opinión acerca de mí. Pero, ¿sabes? Te equivocas, no soy una niñata irresponsable y mucho menos un peligro en la carretera. Es sólo que tuve un mal día.

-No creo que lo seas.

-Bien-dejo ver una expresión angelical y luego me limito a retomar el hilo de la conversación-. Eso es genial.

-Todos cometemos errores, unos más graves que otros pero lo importante es aprender admitirlos y, sobre todo, aprender de ellos.

No intercambiamos más palabras en lo que queda de trayecto. Y, por extraño e ilógico que parezca, el silencio no me es incómodo, al contrario, resulta agradable. Este momento de encuentro con uno mismo lo empleo para intentar descifrar cuál será el siguiente paso que debo dar y sobre todo, intento visualizar cómo transformará mi futuro las próximas semanas. Por otro lado, apuesto a que algo se cose en la pequeña cabeza de mi acompañante, tal vez se trate de trabajo o quizá de su enlace matrimonial.

El mercedes se detiene junto a la acera y el rugir del motor cesa. Aún así, ninguno de nosotros reacciona, es como si estuviésemos esperando a que sucediese algo, sin saber qué es.

-Hemos llegado.

-Sí-añado mirándole de soslayo-Bueno, tengo que irme. Nos vemos otro día.

Me bajo del coche y justo cuando estoy a punto de cerrar la puerta, una mano ejerce presión sobre ella, dificultando el cierre. Vuelvo a abrirla y asomo la cabeza en el interior.

-Gracias por haber aceptado a venir conmigo.

-Es mi trabajo.

Cierro la puerta y le doy la espalda, comienzo a caminar a paso ligero hacia la entrada del edificio con tal de huir de su mirada penetrante. Subo por las escaleras hasta el segundo piso y, al llegar, saco de uno de los bolsillos de mis vaqueros las llaves de casa, con las cuáles segundos después abro la puerta. Al entrar en el interior, vuelve a invadirme un sentimiento de soledad y añoranza. Jamás imaginé que estar sola en casa iba a traer más inconvenientes que ventajas.

Si el Karma te dice "no" dile "no ni ná" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora