Capítulo 7

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Cierro la puerta detrás de mí y permanezco apoyada sobre la superficie de ella, meditando si he hecho bien al dejarle aquella nota. A ver, si me hubiese ido sin más hubiese dejado viva la esperanza de volver a tener algún que otro encuentro con él. Sin embargo, al escribirle aquella carta me he asegurado de que no va a volver a buscarme. Sí, eso será lo mejor. No puedo permitirme tener una relación con un chico dos años menor que yo, por el simple hecho de que tiene edad de divertirse, de estar enamorándose continuamente, de estudiar para su futuro, de viajar... Yo necesito en mi vida a una persona madura, a alguien que haya vivido todas las experiencias que te ofrece la juventud. Ese alguien que está seguro de todas las decisiones que toma y sabe que no se va a arrepentir de ninguna de ellas a la mañana siguiente.

A medida que avanzo en dirección al salón me doy cuenta de que un silencio sepulcral ha invadido todas las estancias, ahogando cualquier sonido que demuestre la existencia de una vida humana en su interior. Es extraño, creía que iba a encontrarme a Clara desayunando en la cocina con su novio pero, al parecer, eso no va a ser posible.

—Clara, ¿dónde estás?

Abro la puerta de su dormitorio y averiguo que la cama está hecha y que ella no se encuentra allí. Lo cual quiere decir que mi hermana se ha quedado a dormir en casa de Marcos, por lo tanto, no hay nadie en casa. Qué alivio. Lo último que quería era escuchar una reprimenda con este dolor de cabeza que tengo.

Al menos, creía que estaba sola en casa hasta que llego al salón, lugar en el que descansan dos cuerpos masculinos desnudos acostados sobre el sofá. Doy tal grito que ambos se sobresaltan al escucharme y como consecuencia, caen al suelo, golpeándose con la mesa que yace a los pies del sofá del salón. Al parecer, mis visitantes no son otros que Andrés y David, quienes al parecer decidieron irse a mi casa a fornicar.

—¿Se puede saber qué hacéis aquí?

David se pone en pie y al hacerlo, deja al descubierto sus partes íntimas. Le lanzo un cojín para que se las oculte y luego este se marcha en dirección al servicio, dejando al descubierto sus glúteos. Por si fuese poco, se arrasca una de sus cachas con una mano. Joder, que asco. Cualquiera desayuna ahora con este panorama.

—No grites que me duele la cabeza—se queja Andrés.

Andrés se dirige hacia el interior de la cocina y yo decido seguirle pisándole los talones. Se acerca a uno de los muebles y saca un sobre de manzanilla, luego coge un vaso del escurridor y vierte un poco de agua del grifo. Tras calentarla en el microondas durante unos treinta segundos el agua, coloca el sobre dentro de esta con tal de que se disuelva.

—Oye, ¿dónde dormiste anoche?

Cambio el rumbo de mi mirada hacia el vaso de agua.

—Qué importa eso ahora. El asunto de vital importancia para mí es saber si has fornicado en el sofá con ese chico, tengo que decidir si comprar otro o no.

—Has perdido tu virginidad, ¿a que sí?—sus ojos adoptan un brillo inusual—¡Oh, Dios, mío! Ya estás contándomelo todo sobre él.

Me apoyo sobre una de las encimeras con las manos aferradas al borde del mueble que tengo justo detrás. Andrés, quien ya ha tirado el sobre de manzanilla y se está bebiendo el contenido del vaso, se coloca frente a mí y me observa con una sonrisa de oreja a oreja.

—No hay mucho que contar...

—Qué mentirosa eres. Dime, ¿era ese chico con el que estabas sentada en la barra? Porque si era él, has tenido una suerte del carajo, está buenísimo y además es muy mono.

—Y muy joven también.

—¿Cuántos años tiene?

—Veintidós—Andrés pone los ojos en blanco como si estuviese en desacuerdo conmigo—Sé que tan sólo son dos años pero...a él le corresponde vivir otra etapa diferente.

Si el Karma te dice "no" dile "no ni ná" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora