Capítulo3

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Un jarrón de cristal se alza frente a mí con aspecto imponente. Qué irónico comentario si tenemos en cuenta que se trata de un objeto de cristal, material muy frágil, tal que con un único impacto se rompe en pedazos. Hay quienes asemejan este hecho a un corazón cuando se fractura por múltiples razones; por la pérdida de una amistad, por una muerte o simplemente por el rechazo de alguien a quién amas con locura.

Unos tallos verdes se hunden en  medio litro de agua, la cual les proporciona la hidratación necesaria para seguir con vida un poco más. Siguiendo el recorrido del verde de sus cuerpos en dirección vertical me topo con la terminación del jarrón en forma circular. Unos pétalos impolutos se dejan caer sobre el soporte de vidrio, mientras que otros permanecen alzados, transmitiéndole a todo aquel que los observa una sensación de esplendor.

La luminosidad proveniente de una de las ventanas se refleja en las gotas de agua que yacen en algunos de los pétalos, dotándolos de mayor belleza. El vidrio del jarrón lucha con todas sus fuerzas por apoderarse de esos rayos de sol con tal de llamar la atención de la misma forma en la que lo hacen las margaritas.

—Ana, nos han encargado una corona de flores para un difunto.

Miro a mi socio, quien tiene entre las manos una libreta, una sonrisa se apodera de sus labios y por un momento, doy por hecho que tal vez el mayor esplendor de este local se encuentre en la curva que forman sus labios.

Me pongo en pie de inmediato y emprendo una marcha hacia mi mesa de trabajo, dónde descansan unas tijeras, varios lazos de colores, una regadera de un tono verde y sobre todo, libros y libros de botánica, los cuales rara vez reviso.

—¿Para cuando es el pedido?

Andrés vuelve a ojear su libreta.

—Para el mediodía. Creo que el funeral se va a celebrar hoy, así que nos tenemos que currar esa corona si queremos llegar a tocar el corazón de esa mujer.

Asiento lentamente.

—Necesitaré rosas, aciano, claveles blancos, ixia y stephanotis

—Ahora misma te las llevo.

Mientras Andrés se encarga de ir en busca de las flores que le pedido, me limito a darle forma a la estructura de la corona. Tras dejar ciertos huecos libres, en los que tengo pensado colocar las flores más tarde, me dedico a proseguir trenzando el material que estoy utilizando. Mi compañero de trabajo vuelve unos minutos después con dos cestas repletas de flores de colores muy diversos. Sostengo una rosa entre mis manos y como de costumbre, la aproximo a mi rostro con tal de apreciar el dulce aroma que desprende.

Andrés se coloca en su mesa de trabajo, esta se encuentra a pocos metros de la mía, y se pone manos a la obra. Su misión es crear una cinta de color dorada en la que se incluya un mensaje con respecto a los familiares del difunto. Ha pensado algo así como; tu esposa, tus hijos y tus nietos no te olvidarán. Para ello empleará un tipo de letra mediano y un tono de color negro.

Introduzco las flores en los huecos libres y, poco a poco, voy cubriendo el trenzado que he hecho. Cada flor la coloco en lugares estratégicos con tal de jugar con los distintos tonos, creando así una combinación original. Cuando logro cubrir toda la corona de flores, coloco un pequeño gancho de madera en la parte central superior, con tal de utilizarlo para la cinta dorada.

Andrés aparece por mi derecha con una cinta entre sus manos, la deposita en la mesa con cuidado y se coloca en un extremo.

—¿Qué te parece?

—Creo que irá fenomenal con la combinación que he hecho.

Sostengo entre mis manos la cinta y con cuidado la deposito en el gancho, valiéndome de una pequeño hilo que cuelga de ella.

Si el Karma te dice "no" dile "no ni ná" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora