VIII • A̲m̲i̲s̲t̲a̲d̲

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Era de esos sábados soleados con viento frío, la cortina del cuarto de Jimin flameaba suave. Él estaba acostado en la cama junto a su gata cuando la pantalla de su celular le indicó que tenía una llamada entrante.
Se trataba de Taehyung, el mejor amigo de Jimin. Una de las primeras ciudades a las que se mudó con sus padres fue Daegu, a la edad de ocho años. Allí fue admitido en una escuela y conoció a su amigo.
Sus padres regresaban a Daegu cada dos años. Por lo que Jimin sabía que cada dos años sería compañero de clase de TaeHyung, ya que tenían la misma edad e iban al mismo grado.
Esta fue una de las pocas amistades que Jimin pudo mantener. Mantenían el contacto, ya sea por llamadas, mensajes o alguna visita a la ciudad del otro, la cual aprovechaban para ponerse al día. Tenían una hermosa amistad incondicional, que prevalecía aún con la distancia.

Resulta que los padres de Taehyung estaban de licencia e iban a alquilar un apartamento para pasar sus pequeñas vacaciones en la costa, por lo que ahora el chico lo llamaba desde la estación.

Jimin cortó la llamada y salió corriendo a cambiarse. No se cambió mucho en realidad, llevaba la misma ropa de siempre sólo que con una campera más abrigada. Después de todo, era solo TaeHyung, no se iba a fijar en como estaba vestido.

—Mamá, voy a la estación, Tae vino —dijo con prisa, abriendo la puerta de entrada.

—¡Que bien, Jimin! ¿Llevas dinero? —le preguntó ella desde la cocina.

Oh, casi se me olvida... —Jimin fue trotando a su habitación en busca de su billetera y luego la guardó en el bolsillo de su campera, volvió donde su madre y le dio un beso en la mejilla— Gracias, ma.

—Cuídate, cariño...

—¡Siempre! —dijo Jimin antes de salir por la puerta.

En cuestión de segundos, el helado clima del invierno lo envolvió, pero, para su suerte, la estación quedaba a solo tres cuadras de su casa, por lo que llegaría rápido.

—¡Jimin! —le llamó alguien de un grito.

Jimin agudizó su vista y, a una cuadra de distancia, pudo ver a su amigo moviendo los brazos de lado a lado con frenesí. En cuanto lo reconoció, corrió tan rápido como pudo hasta donde estaba el contrario y se saludaron con un amistoso abrazo que no se daban en meses.

Quedaron de pasar la tarde en la cafetería de siempre. Un local no muy formal, a pocas cuadras de la secundaria a la que asistía Jimin actualmente.
Ya dentro, eligieron una mesa apartada del resto para que pudieran chismosear tranquilos. Juntos parecían las típicas viejas chusma de los barrios, hablando de todo un poco sobre todos.

—¿Y? —hablaba TaeHyung con un tono pícaro, cómo era típico en él— ¿Ningún chico guapo por la zona?

Obvio que ese iba a ser de los primeros temas que iba a querer tocar.
"Jungkook". Fue lo primero que le vino a la mente, con todo y sus cabos sueltos.

—Puede ser... —respondió Jimin con una sonrisa boba en el rostro mientras revolvía su café.

—¿Quién es? No me dejes con la intriga —Empezó a tomar de su café.

Sabía que en cuanto dijera el nombre, TaeHyung iba a quedar pálido.

Jung... Kook... Jeon —dijo pausadamente, sin dejar de sonreír en ningún momento.

—Espera... —dijo apoyando la taza en la mesa— ¿Estamos hablando de ESE Jungkook? —Jimin redujo su sonrisa a una tenue, nostálgica, y levantó sus hombros por la incertidumbre. Tae no necesitaba más para saber que la respuesta no estaba definida— ¿Jungkook no había muerto? ¿No había muerto toda su familia?

—En un accidente automovilístico, sí —repitió lo que sabía—. Pero te aseguro que es muy parecido a él: tiene la edad que tendría y, oh, vamos... ¡se llama igual!

TaeHyung se cruzó de brazos, confundido.

—¿Estás tan seguro de que es él? —hizo una pausa para analizar el rostro de su amigo— Tú sufriste mucho por esto, ya lo estabas superando... ¿seguro que quieres abrir esa herida? ¿Y si, después de todo, resulta que no es él?

La verdad, Jimin no tenía idea de lo que quería. Ya se imaginaba que la vuelta a Busan iba a ser intensa y cargada de nostalgia, pero no esperaba toparse con el fantasma del primer chico que le gustó en la vida.

—¿Y tú qué? ¿Nadie pasable por allá? —cambió de tema y le dio un sorbo a su café.

Tae notó que Jimin estaba evadiendo la conversación. Lo entendió.

—La única persona de Daegu que me interesa está aquí, en Busan.

Jimin abrió sus ojos, algo temeroso de lo que su amigo pudo haber querido decir con eso.

—Se llama Yoongi Min —Entonces el pelirrosa aflojó su cuerpo, haciendo que TaeHyung se riera.

Continuaron con sus charlas de temas generales hasta que llegó el momento de pagar la cuenta. TaeHyung estuvo a punto de pagarle a la mesera por ambos, pero Jimin lo detuvo, ofreciéndose para pagar la cuenta por cortesía.

Fue entonces que metió su mano en el bolsillo de su campera y, en vez de encontrarse con su billetera, se encontró con un enorme agujero en él.

—Mi billetera... —dijo Jimin, tanteando todos sus bolsillos, por las dudas— No está. ¡Tae, perdí la billetera!

—¿Que perdiste qué? —exclamó TaeHyung, levantándose de su asiento— ¡Todo tu dinero estaba allí!

—No todo... me preocupan más mis documentos —aclaró Jimin, angustiado.

TaeHyung le pagó a la mesera, tomó de la muñeca a su amigo y salió disparado del lugar con Jimin intentando seguirle el paso sin tropezar.



Jungkook odiaba a la directora del liceo. Luego de lo acontecido en la entrada al instituto, ella lo mandó a llamar a su oficina. Allí le dedicó el mayor de los sermones y, por si fuera poco, se tenía que aguantar también un sábado de castigo.

Por eso ahora estaba caminando por las frías calles de la ciudad de regreso a su casa.

Se movía con la vista clavada al suelo, como lo solía hacer. Cuando de pronto se encontró con algo tirado en el suelo. Iba a patearlo como a todas las piedras que acostumbraba a encontrarse, pero viendo el objeto más detenidamente, se dio cuenta de lo que era.

Una billetera.

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Ahora el drama de la historia tiene más sentido... al menos de esta parte, veremos con qué obstáculo me encuentro más adelante. Ay.

I'm Fine [JiKookMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora