Tierna velada

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Tras colgar el teléfono, su mirada amenazante se clavó en la pequeña Kathe, una mirada que anticipaba la regañina a la que la niña se enfrentaría por haberle arrebatado el aparato.

Su pequeña rubia la miraba, con esos ojos de cachorrillo abandonado que minaban todas sus defensas, mas esa noche no iba a dejarse amedrentar. Con el teléfono aun en sus manos cruzó sus brazos sobre el pecho y mantuvo el silencio, provocando que Kathe se acercase lentamente y se abrazase a ella como último cartucho, si eso no funcionaba nada la libraría del regaño de su madre.

-¿Estás enfadada mami?

-Estoy enfadada Kathe, ¿Desde cuándo me quitas el teléfono mientras hablo? Eso no se hace

-Solo quería hablar con Emma Sgvan, es tu amiga y yo no la conozco

-No somos amigas Kathe, apenas la conozco y no tenías por qué hacer lo que hiciste, está mal ¿Lo entiendes?

-Sí, pero no entiendo una cosa

-¿Qué no entiendes bicho?

-Si no es tu amiga ¿Por qué sonríes distinto cuando hablas con ella?

Tomada por sorpresa, abrió la boca sin emitir sonido alguno, sin saber cómo responder si ni ella misma comprendía la pregunta que su pequeña le había pronunciado, no se había dado cuenta de los cambios en sus gestos cuando la voz de Emma Swan llegaba nítida a través de la línea del teléfono. Se sentó en su sillón, tomando a su hija en brazos y sentándola sobre sus rodillas para continuar con ella una conversación demasiado difícil y sin saber a dónde les llevaría.

-¿Sonrío distinto renacuaja?

-Sí, muy distinto

-No sé a qué te refieres Kathe, es la misma sonrisa de siempre

-No, tú tienes varias sonrisas mami, la de la tele, la que guardas para los abuelos o para tía Mery, luego la que solo tienes para mí, ninguna de esas es la que tenías hablando con Emma Sgvan

-Es Emma Swan, no Sgvan

-¿Es tu amiga?

-No puedo considerarla mi amiga, no la conozco

-Pero quieres que sea tu amiga

-Creo que sí, sí quiero que sea mi amiga

Con un beso en la frente de su pequeña listilla, se dio cuenta de que aun tenía el móvil en sus manos, por lo que escribió un mensaje para Emma, la joven escritora tenía razón, con unos minutos para tomar café jamás podrían conocerse, una cena informal le pareció más apropiado.

Una vez enviado el mensaje se encargó de preparar a la pequeña Kathe, prácticamente obligándola a entrar en la bañera, aseándola y poniéndole su pijama para acostarla en cuanto hubiesen cenado, no quería que la visita de sus amigas interfiriese en el horario de sueño de su hija.

Cuando el timbre sonó, Kathe salió disparada hacia la puerta, gritando de alegría y abriendo con demasiada efusividad, para salir huyendo de Mery en cuanto esta entró en el apartamento, sabía que en cuanto su tía la atrapase no podría librarse de las cosquillas.

Tam, la novia de Mery, penetró en el apartamento entregándole a Regina las pizzas que habían llevado para la cena y ambas empezaron a reír a carcajadas al ver como Khate y la joven castaña se peleaban sobre el sofá para ver cuál de las dos conseguía proclamarse vencedora usando las cosquillas como arma principal.

Tamara miró a su amiga y esta le devolvió la mirada, los gestos orientales pronunciados y sus ojos verdes en conjunto con su sonrisa la convertían en una mujer realmente bella, entendía perfectamente por qué Mery había perdido por completo la cabeza con ella.

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora