¿Quién eres?

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Tras recoger todo su material y dar las gracias a Andrea, la mánager de Emma Swan, ya que esta había desaparecido una vez finalizada la entrevista sin dirigirles la palabra.

Era una mujer extraña, Regina llevaba demasiado tiempo metida en el mundo del periodismo, había hablado con demasiadas personas en su vida y había aprendido a leer los rostros como un libro abierto, el rostro de Emma Swan supuso un misterio desde el primer instante, tan familiar y a la vez desconocido, tan frío y distante, sus ojos verdeazulados herméticos, tan cerrados que leerlos se hacía misión imposible, no podía saber qué estaba pensando, qué pasaba por su mente mas Regina comprendía demasiado bien esa mirada, estaba pidiendo a gritos ser escuchada, más allá de la fama, más allá de su libro, Emma Swan tenía una historia que se negaba a contar y su alma moría por gritarla.

Intentó apartar su mirada de su mente, esos ojos que encerraban el mismísimo cielo en ellos, con toda su gama de colores, penetrantes, misteriosos y sobre todo hermosos. De camino al estudio se centró en la grabación, quitando los primeros minutos había quedado aceptable, habría sido mucho mejor de haber tenido tiempo para prepararse más la urgencia de esa mujer extraña les hizo acelerarse y ese era el resultado, en producción tendrían que arreglar un par de tomas pero nada grave, al día siguiente sería emitido en la cadena sin falta.

Terminado su trabajo, salió del estudio y subió a su coche, arrancando y poniéndose en camino hacia la escuela de Kathe, siempre era la primera en llegar, incapaz de estar separada de su hija por mucho más tiempo. Aparcó donde pudo y se dirigió hacia el edificio señorial donde Kathe estudiaba su primer año de educación elemental, colocándose en la puerta de tal modo que en cuanto saliera la marea de niños su pequeña pudiese verla. No pasaron ni cinco minutos cuando se abrieron las puertas y, al igual que su madre, Kathe fue la primera en salir corriendo directa a sus brazos. Regina la alzó entre risas, cubriendo su rostro sonrosado de besos y abrazándola con fuerza para depositarla una vez más en el suelo y tomar su mano, caminando las dos en dirección al coche. Dentro del vehículo comenzaron una conversación rutinaria que consistía en que Kathe le contara a su madre todo lo que había hecho en clase y Regina, a su vez, comentase con su hija pinceladas de su día en el trabajo, de manera que la pequeña pudiese entenderla, afianzando sus lazos y creando una comunicación fluida, mirando siempre que podía a su hija por el retrovisor y sonriendo.

Una vez en casa, Kathe se sentó en el salón con un cuento, leyendo en voz alta para que su madre pudiese escucharla y corregirla en caso de estar errada, mientras Regina miraba su frigorífico pensando qué preparar para la cena, cuando recordó que debía llamar a Mery ya que esta le había dejado un mensaje el día anterior. Cogió el teléfono y marcó mientras escrutaba la nevera con el ceño fruncido, sin encontrar nada que fuese de su agrado.

Tras unos cuantos tonos, Mery contestó al teléfono con voz alegre y vivaracha, bromeando como siempre ya que sabía perfectamente que era Regina quien llamaba.

-Ha llamado a la línea caliente ¿Qué puedo hacer por usted?

-Pues no vendría mal un masaje ¿Tenéis ese servicio?

-Lo siento señorita, solo sexo por teléfono

-Idiota

-Ya, pero me quieres igual ¿Cómo estás Gina?

-Peleándome con el frigorífico ¿Y tú?

-Pues Tam tiene guardia esta noche así que pediré comida china

-Ven a casa y la pedimos para las tres, así cierro el frigorífico y no pienso más

-¿Día duro?

-Extraño más bien...

-Estaré por ahí en media hora más o menos

Tras colgar el teléfono sonrió divertida, al final el día no iba a ser un desastre total, cenaría con Mery y una vez acostara a Kathe podría hablar con su amiga sobre Emma Swan.

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora