Retrocediendo

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Durante unos instantes, Regina no se atrevió a moverse, plantada en su portal con la vista perdida en el punto exacto por donde el coche de Emma había desaparecido. Inconscientemente esperaba que la rubia volviese, apareciese avergonzada, con el rostro cubierto de rubor y le diese alguna explicación a su comportamiento, mas pasados diez minutos en los que por mucho que lo intentó no pudo comprender qué había hecho para asustarla, decidió subir a su casa ya que estaba refrescando notablemente y estaba claro que Emma no iba a volver.

Como una autómata giró la llave en la cerradura y entró sin hacer ruido, no quería despertar a su Kathe de ninguna manera. La luz del salón estaba encendida y el murmullo de la televisión le llegó nítido, por lo que se dirigió a ese lugar de puntillas y con sus tacones en las manos. Al asomarse vio a Mery dormida sobre el sillón y una sonrisa tierna nació en su rostro. Con cuidado se acercó a ella y la despertó de forma suave, intentando no asustarla. Mery abrió los ojos pesadamente y parpadeó varias veces observando su alrededor, certificando que no estaba en su casa sino en la de Regina. Fijó su mirada color miel en su amiga y enseguida supo que algo no había ido bien, por lo que se enderezó en un instante, ofreciéndole sentarse a su lado. Regina aceptó con un suspiro y durante unos instantes no pronunciaron palabra, unos instantes de silencio necesarios para reorganizar las ideas inconexas que bailaban en su mente.

Finalmente fue Mery quien se atrevió a preguntar qué había ocurrido en la cena para turbar tanto la mirada de Regina.

-¿Qué ocurrió Regina?

-No lo sé, todo fue bien hasta llegar al portal, en ese momento supe que no quería despedirme pues lo estaba pasando bien, quería conocerla un poco más, pero de pronto se apartó y se marchó, en cuanto le pedí que subiera

-Bueno, por lo que me has contado es una mujer reservada, quizás no le pareció apropiado subir a tu apartamento en la primera cita

-No creo que sea eso, en cuanto llegó me admitió que pensaba que cenaríamos aquí en casa, tiene que haber algo más...

-Bueno, seguro que meditará y te dará una explicación

-Eso espero, aunque creo que se la tendré que sacar por la fuerza... Me voy a acostar Mery, estoy cansada

-Está bien, yo me marcho a casa, llámame mañana si quieres

Se despidieron con un tierno abrazo y, en cuanto su amiga había desaparecido en el ascensor, cerró su puerta y se dirigió a su habitación. Su cama estaba literalmente invadida por su hija, completamente estirada en el colchón, ocupando todo el espacio posible y profundamente dormida. Esa visión le hizo sonreír mientras se deshacía de su vestido y se ponía su camisa de dormir, apartando a su pequeña a un lado y acomodándose en el colchón, calentito ya que Kathe se había ocupado de ello ocupando toda la cama. En cuanto su hija notó en medio de sus sueños la presencia de su madre, se pegó por completo a ella murmurando, llenando su alma de ternura y dibujando en sus gestos una sonrisa se dedicó a acariciar con cariño sus rizos rubios y a contemplarla.

Irremediablemente sus pensamientos la llevaron a unas horas antes, en el restaurante, los ojos de Emma carentes de barreras, sus suaves avances, la ternura que sintió al ver como poco a poco se iba abriendo a ella, como la analizaba de forma tímida, como iba superando sus propios miedos a abrirse, quizás no hablaran mucho de ellas mismas, de sus vidas, los temas que trataron eran tan cotidianos como importantes para aprender a conocerla, el tipo de música que escuchaba, que tipo de libros leía, qué películas la estremecían... así descubrió que amaba el rock, aunque se perdía ante una buena letra, que prefería los libros de misterio o aquellos que te hacen plantearte la vida de mil maneras distintas, descubrió que adoraba la acción en las películas pero ante una buena historia se quitaba el sombrero.

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora