Lo que se espera de mi

2.7K 277 4
                                    


Cuando Mery se fue, Regina se sintió como una fiera enjaulada, caminando de un lado a otro de su salón repitiendo en su mente una serie de improperios e insultos cuya destinataria era Emma Swan. Estaba enfadada, muy enfadada, por su cobardía, su idiotez, pero sobre todo estaba enfadada por los prejuicios que la rubia tenía sobre ella. No la conocía en absoluto, no se había preocupado en conocerla y a ella tampoco le había importado, entendía que Emma necesitaba desnudar su alma antes de penetrar en la ajena, incluso comprendía sus motivos para haber desaparecido pero no los compartía.

Frenó en seco al recordar la carta, los motivos de la joven escritora mientras un escalofrío recorría su espalda e, irremediablemente, sus pensamientos se ensombrecieron y se llenaron de una imagen, su Kathe.

Todo cobraba sentido, el parecido físico, el misterio en la mirada de Emma, porque sus gestos, sus ojos le resultaron familiares desde la primera vez que la vio, había estado muy ciega para no darse cuenta y, aunque le aterraba perder a Kathe, no encontraba acertada su huida. Todo acto trae consecuencias con las que vivir, Emma había decidido abandonar a Kathe y debía vivir con ello, no huir.

Cansada de deambular por su apartamento y de que su mente recreara una y otra vez su enfado y frustración, se dirigió a su cuarto donde Kath hacía horas que estaba dormida. Una vez en el interior posó su mirada sobre su hija, murmurando desde el mundo de los sueños y ocupando toda la cama como siempre solía hacer. Sus cabellos caían como una cascada rubia sobre la almohada y sus rasgos le recordaban tanto a Emma que se increpó por no haberse dado cuenta antes de la verdad.

Como pudo la apartó para meterse en la cama, entrando en calor a gran velocidad ya que el tibio cuerpo de su hija se pegó a ella en el acto, al igual que sus brazos la rodearon, dándole paz en el acto, sabía lo que tenía que hacer, encontrar a Emma y hacerle ver que se estaba equivocando, que su error podía destrozar su vida y no tener remedio.

A la mañana siguiente, el sol penetró por las rendijas de las persianas, acariciando su rostro y llevándola a la conciencia, sintiendo el peso de su hija sobre su pecho. Durante la noche, la pequeña se había escurrido sobre ella, pegándose completamente a su pecho, provocándole una sonrisa. Durante unos minutos se entretuvo jugueteando con el sedoso cabello de Kathe, enredando sus dedos en los dorados rizos de la pequeña, escuchando su respiración y acompasándola con la suya propia.

Cuando encontró que era el momento de despertarla, besó suavemente su frente y con leves cosquillas fue llevándola a la consciencia entre risas apagadas. Los ojos verdeazulados de su hija se clavaron en ella brillando de alegría, solo un instante, el que necesitó para reunir toda su energía infantil y empezar a saltar sobre la cama gritando y parloteando, por lo que la sujeto de la cintura y la atrajo en un abrazo, levantándose de la cama y llevándola en brazos hacia la cocina.

Una vez en esa estancia, la dejó sentada en su silla mientras preparaba el desayuno, Kathe la observaba impaciente y hambrienta, frunciendo el ceño al darse cuenta de que su mamá estaba ida, no estaba como todos los días.

-Mami ¿Qué pasa?

-"Nada bichito ¿Qué iba a pasar?"

-¿Entonces porque machacas la masa de tortitas? Ya está lista mamá

Regina suspiró, había criado bien a su pequeña y sabía que era observadora y que no se daría por vencida hasta saber toda la verdad. Dejó el cuenco que tenía entre las manos y se sentó frente a su hija, mirándola con cariño y media sonrisa en el rostro.

-"Tienes razón listilla, estaba pensando... ¿Recuerdas a Emma Swan?"

-Tu amiga, la que se fue, ¿Estás triste por su culpa?

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora