Papel mojado

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La luna brillaba con fuerza, al igual que las estrellas, aunque desde su posición no podía apreciarlo. Sus ojos verdeazulados se perdían en el millar de luces que iluminaban la ciudad a altas horas de la madrugada, se preguntó si permanecía despierta igual que ella, si cada persona que habitaba ese lugar también sufría y lloraba hasta caer dormido. Su corazón estaba resquebrajado, su mirada sin brillo y una mueca falsa adornaba su rostro cuando debía mostrarse en público mas, en esa noche eterna, con la única compañía de las luces efímeras de una ciudad extraña, un lugar donde olvidar, su mente volaba una y otra vez a unos ojos color caramelo, a una sonrisa dulce, manos entrelazadas... Regina asaltaba cada uno de sus pensamientos por mucho que intentaba desterrarla. Se preguntaba si había recibido su carta, si la odiaba por haberse marchado o por el contrario le resultó indiferente... Huyó escapando de sus fantasmas y estos se habían multiplicado, las piedras que llevaba a su espalda pesaban mucho más de lo acostumbrado.

Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla, su vida era una rueda, siempre llegaba al mismo punto, al dolor profundo, a perder todo cuanto amaba. Cerró los ojos, hacía frío mas no tenía intención de penetrar en su nuevo ático, lujoso, oscuro y vacío, un reflejo de si misma, del retroceso, de volver a empezar, de añadir más manchas de tinta a un alma resquebrajada.

Su mente se llenó de imágenes, recuerdos, el nombre de Kathe en labios de su Regina, la fotografía que despertó las alarmas, el rostro de su hija, su pequeño bebé, la misma que estuvo nueve meses en su interior, que la empujó a dejar todo vicio por su bienestar, por la que luchó desde que supo que la portaba en su interior, la misma a la que con el corazón en la mano había dejado en las puertas de un orfanato, al fin y al cabo ella no podía protegerla, no podía cuidar de ella... ¿Cómo hacerlo? Su propia hermana había muerto bajo su custodia, no estaba lista para que un ser tan perfecto e indefenso dependiese de ella en todo momento.

Por un lado, su alma sentía alivio ya que su pequeña estrella había encontrado una madre que la amaba más que a nada, le bastaba escuchar a Regina nombrar a Kathe para leer en sus palabras el amor profundo que le profesaba, las fotos juntas no solo confirmaban ese hecho sino la prueba de que de los sentimientos que había entre ambas eran recíprocos, madre e hija más allá de la sangre, más allá de todo, una ecuación perfecta en la que Emma no tenía cabida, no sabiendo que todo lo que pasaba entre sus manos acababa destruido.

Un escalofrío recorrió su espalda y decidió entrar, solo hacía unas semanas que se había instalado en Boston y no terminaba de acostumbrarse al viento gélido que atacaba por las noches. Cerró la puerta de la terraza y encendió la televisión, aun con su refresco en las manos, sin prestar atención a los infocomerciales y sin ganas de enfrentarse a sus pesadillas, miró sin ver la pantalla, sumida en la culpa que abrasaba su garganta, reteniendo las lágrimas, construyendo una a una las máscaras que Regina había conseguido derribar.

Un pitido en su teléfono le avisó de que tenía un mensaje, a esas horas solo podía ser publicidad y aun así lo abrió para eliminarlo, quedando ligeramente inquieta al ver que se trataba de Andrea, no entendía qué podía querer su manager a esas horas de la madrugada por lo que lo abrió de inmediato.

-"No me extrañaría que estés despierta sí que seré la voz de la razón y te mandaré a dormir Emma, mañana a las ocho estaré en tu apartamento y no admito un no por respuesta, tengo que hablar contigo, ya no como tu mánager sino como la única amiga que te queda"

Angustiada, sin saber qué querría comentarle Andrea, no hizo caso de su advertencia y pasó la noche en vela, igual que las anteriores, viendo una y otra vez esos anuncios de productos que pueden salvarte la vida y realmente son un timo, con su mente una y otra vez en Nueva York, en Regina, en sus labios escarlata, su mano firme sosteniéndola, sus ojos descubriendo una a una sus máscaras.

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora