Buscándote

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Emma podía sentir la mano de Regina enredada en la suya propia, su aliento cálido en su cuello cuando la morena apoyó su rostro en su hombro, podía sentir sus cabellos acariciando su piel expuesta y un escalofrío recorriendo su espalda mientras enjugaba las lágrimas que negaba a dejar escapar por sus mejillas. Un nuevo momento de debilidad frente a esa mujer que tambaleaba sus esquemas como si estos fueses una pluma ligera.

Notaba su calor, su silencio, su cercanía y no sabía cómo lidiar con sus emociones, por un momento todo era demasiado confuso, las probabilidades de que la muchachita que le devolvía la mirada desde las fotos fuese su hija eran una entre un millón y, aun así, no podía ser coincidencia que llevase el mismo nombre, que tuviese la misma edad… simplemente el destino le estaba gastando la más macabra de las bromas y no estaba lista para afrontarlo, no aun.

La suave voz de Regina traspasó todos sus confusos pensamientos, cuando esta susurró en su oído con ternura y suavidad, llevándola de la mano a la tierra una vez más, poniendo bajo sus pies el suelo y acelerando su corazón.

-"¿Piensas en tu hijo Emma? Nunca llegaste a contarme qué le ocurrió"

-No lo sé, la verdad

-"¿Lo tuviste?"

-Fue niña, pero al poco de nacer la dejé atrás, yo no podía cuidarla

-"¿Por qué no podías?"

-Me echaba la culpa por lo de mi Katherine, no estaba lista para que otra criatura dependiese de mí, prácticamente vivía en la calle, no era nadie y la vida que llevaba no la quería para mi hija

-"¿Has pensado en buscarla? Ahora no es lo mismo, ya no vives en la calle, tienes unos cimientos, quizás podría volver a ti"

-No la he buscado, la dejé atrás sabiendo que nunca volvería a mi Regina, yo solo la traje al mundo, no soy nada más para ella

La joven reportera se mantuvo en silencio, estaba pisando terreno pantanoso y lo sabía, podía ver el rostro de Emma, contraído en dolor y angustia. Toda la alegría que se reflejaba en sus ojos al verla en la puerta había desaparecido, ahora solo podía ver en sus orbes verdeazulados los amagos de las lágrimas que intentaba ocultar sin conseguirlo.

Cuando fuese el momento, cuando estuviese preparada, ella misma se abriría pero en ese momento era mejor cortar la conversación, no quería forzarla, asustarla, hacerla huir… Se entretuvo observando su rostro, como clavaba sus ojos en la imagen de su pequeñaja, en ese momento un aguijón amargo se clavó en su mente, ella nunca había creído en las coincidencias y su hija llevaba el mismo nombre que la hermana perdida de Emma, un nombre común mas no tanto los rasgos físicos, cabellos rubios, ondulados, dorados al sol, ojos verdeazulados, en ocasiones grises… ¿Podía ser? ¿Sería una broma del destino?

Desterró de su mente esos pensamientos, no debía torturarse, Emma ni siquiera le había certificado que dejara a su hija en un orfanato, podía haberla dejado con algún familiar o con el padre de la criatura, no era de su incumbencia y si la joven escritora quería contarle la verdad ella escucharía.

Sabiendo que si seguía perdida y divagando sobre planes conspiratorios del destino acabaría enloqueciendo, rompió el silencio cambiando abruptamente de tema, con la necesidad de correr un fino velo frente a sus dudas y sobre todo, frente al miedo de tener delante a la madre de su Kathe, no podía serlo, no podía quitársela.

-"Estuve mirando en el frigorífico, pero no encontré nada ¿Pedimos comida china?"

-Creo que voy a marcharme Regina, estoy bastante cansada

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora