El estruendoso sonido del despertador resonó en sus oídos mientras los rayos del sol invadían la habitación, colándose sin piedad por los huecos de la persiana. Despertó con la sensación de paz y harmonía que la acompañaba desde hacía ya meses, desde que Regina y ella habían consolidado las bases de su historia. Una sonrisa somnolienta en su rostro al notar el peso suave y cálido del cuerpo de la mujer que amaba sobre su pecho, abrió los ojos lentamente, esquivando la luz del sol y posó su mirada sobre el rostro de su morena, apaciblemente dormida entre sus brazos. Podía notar su cálido aliento, el cosquilleo de sus cabellos, percibía nítidamente el sonido de su corazón, repiquetear tranquilo y sereno, sintiéndose la mujer más afortunada del planeta por amanecer entre los brazos de Regina.
Estirándose como pudo para hacerse a la idea de que debían levantarse, besó la frente de Regina con delicadeza, bajando por su rostro y depositando un largo beso en sus labios, beso que consiguió despertarla, un beso de buenos días.
Los ojos oscuros, cargados de sueño, de aquella mujer que le robaba el aliento, se clavaron en ella y una sonrisa nació en sus hermosos labios sonrojados. Regina se incorporó con suavidad y atrapó sus labios entre risas, suspirando, son el alma encendida pues aunque no solía pronunciar en voz alta sus emociones, despertar al lado de Emma siempre le llenaba de dicha.
Eran contadas las ocasiones en las que permitía que la joven escritora pernoctara en su cama, solo cuando la ocasión lo merecía y esta vez había sido un consenso mudo, un consentimiento en sus miradas, esa mañana ella partiría a Philadelphia para rodar su nuevo reportaje estando fuera de casa una semana, lejos de Kathe, lejos de ella y le costaba hacerse a la idea.
La realidad golpeó su mañana con fuerza y un halo de tristeza cubrió los ojos oscuros de Regina, por primera vez se ausentaría tanto tiempo, por primera vez dejaba atrás a su pequeña, estaba aterrada mas no tenía escapatoria, era su trabajo y debía ejercerlo.
Con parsimonia se levantaron de la cama, aseándose, vistiéndose y juntas se dirigieron a la habitación de la pequeña Kathe para despertarla. Emma se mantuvo en la puerta, dejándole a Regina su espacio pues sabía que para ella despedirse de la pequeña era más duro de lo que admitía.
Junto a la cama de Kathe ya estaba preparada su maleta con todo lo necesario para pasar unos días en casa de su madre, estaba emocionada ante la expectativa de pasar tiempo con Emma pero no le hacía mucha gracia que su mamá se marchase.
Entre risas y cosquillas, la morena consiguió despertarla y fundirse con ella en un abrazo profundo. Los ojos de su hija, adormilados y brillantes, llenos de sueños que aun morían en sus pupilas, se clavaron en ella y le regaló una sonrisa, supo que ese era el momento de acercarse, por lo que dejó la puerta y se sentó en la cama, al lado de Regina, recibiendo su ración de besos y abrazos por parte de Kathe.
Una vez arreglada, Regina la tomó en brazos y juntas fueron a la cocina a preparar el desayuno, tortitas, chocolate y café, comiendo las tres entre risas, en una perfecta sintonía.
La despedida en la escuela fue dura, Kathe se negaba a separarse de su madre sabiendo que no sería esta sino Emma la que iría a recogerla en unas horas, las lágrimas corrían por sus mejillas cuando por fin se separó de ella, marchándose sin ningunas ganas de que su mamá se fuese de viaje.
Tras dejar a Kathe en la escuela, ambas se dirigieron al apartamento de Regina, donde Emma le ayudó a bajar su maleta y meterla en el coche. Despidiéndose de ella con un largo beso en los labios y un abrazo profundo.
Tras cortar el contacto, se regalaron una sonrisa, la promesa de hablar sin falta cada noche y, tras un último beso, Regina entró en su coche y arrancó poniendo rumbo a Philadelphia, mientras Emma observaba el vehículo desaparecer con un suspiro, se acababa de marchar y ya la echaba terriblemente de menos.
La joven escritora tomó su teléfono, llamando a Andrea para recordarle que esa semana estaba fuera de circulación, que se iba a ocupar por entero de Kathe. Su mánager no hizo preguntas pues en poco tiempo había entendido que por Regina o la niña Emma haría cualquier cosa. Una vez zanjado ese asunto, se marchó a su apartamento donde arregló todo para que Kathe se sintiese a gusto, bajando a la tienda y comprando todo lo que se le ocurrió que le podía gustar.
A las tres en punto ya estaba frente a la puerta de la escuela, desde donde vio salir a su hija, con la mirada triste mas ya sin lágrimas. La pequeña se acercó a ella, de forma tímida al principio y más cariñosa después, besando su mejilla y tomando su mano sin pronunciar palabra.
De vuelta al apartamento, el pequeño halo de timidez que había rodeado a la pequeña se esfumó y empezó a contarle a su Emma todo lo que había hecho en la escuela, con quién había jugado, qué había aprendido... Juntas hicieron sus deberes y finalmente sacó de su mochila un dibujo que había hecho en plástica, entregándoselo con mucha ceremonia. En él se podía ver la representación de la pequeña familia que habían creado, una figura alta y morena junto a dos figuras un poco más bajas y rubias, Kathe con sus dos mamás.
Para gran alegría de su hija, Emma colgó el dibujo en el frigorífico, justo antes de sacar la cena y ponerse a cocinar, dejando a Kathe dibujando frente al televisor. Cuando terminaron de cenar entre risas y alguna regañina ya que la pequeña no quería comerse las verduras, el teléfono sonó anunciando una llamada entrante, en ese instante la pequeña empezó a saltar por todo el apartamento pues sabía que era su mamá la que llamaba, con una sonrisa en el rostro descolgó pasándole a la pequeña el aparato y dejando que madre e hija mantuvieran una conversación pues sabía que para las dos estaba siendo difícil ese momento.
Cuando por fin consiguió recuperar su teléfono, besó con suavidad la cabeza de su hija y con una sonrisa escuchó con alivio la voz de su morena al otro lado de la línea.
-¿Cómo fue el viaje?
-"Agotador ¿Y a ti con Kathe?"
-Muy bien, es una niña muy dulce y obediente
-"Emma... te he confiado lo más preciado que tengo, cuídala por favor..."
-No te preocupes Regina, voy a cuidar de ella hasta el último de mis días
La semana fue pasando, la rutina era casi idéntica a ese primer día en el que Regina se había marchado, su nevera se llenó de dibujos que su hija le obsequiaba, hacían juntas los deberes y cenaban entre risas, esperando esa llamada de Regina, siempre puntual, en la que madre e hija se contaban todo su día, constatando lo mucho que se echaban de menos.
Hasta que llegó el día en el que la morena volvía a su hogar, ambas estaban nerviosas, la habían echado de menos.
Aprovechando que Regina le había dado las llaves de su apartamento por si necesitaba alguna cosa, Emma y Kathe se presentaron por la tarde en el hogar de Regina, cargadas de bolsas para prepararle una bienvenida digna de una reina. Cocinaron toda una serie de platos, decoraron el salón con una pancarta y esperaron durante horas la llamada que anunciase que la morena estaba en Nueva York.
Acostumbradas a la puntualidad de la morena, empezaron a inquietarse al ver que esta no llamaba. Revolviendo suavemente el pelo de la pequeña le regaló una sonrisa asegurándole que su madre habría cogido un atasco, que llegaría en cualquier momento. No sabía si intentaba convencer a la niña o a sí misma de que nada había ocurrido ya que le sudaban las manos y el nudo de su estómago se hacía cada vez más estrecho.
Finalmente, Kathe cayó dormida, agotada en el sillón, mientras Emma, sentada a su lado, mantenía la mirada fija en el teléfono, rogándole al mundo que sonara, que Regina diese alguna señal de vida.
De pronto el aparato empezó a sonar con un teléfono desconocido en la pantalla, secando su garganta en el acto. Contestó con voz temblorosa sin saber qué esperar.
-¿Diga?
-"¿Es usted Emma Swan?
Sí, soy yo
-"¿Conoce a Regina Mills?"
-Sí, claro que sí ¿Quién es usted?
-"Llamo del hospital St James, su número aparece como contacto de emergencia, Regina Mills ha tenido un accidente"
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Tras las huellas de tu nombre
FanficAU Regina Mills, una famosa reportera de Nueva York debe hacerle una entrevista a Emma Swan, autora del Best Seller sensación del momento, sin saber que el destino esta forjando sus caminos e irremediablemente están entrelazados