Tal y como había prometido, esa noche Emma llamó por teléfono con la noticia de que ya tenía apartamento y de que se estaba encargando de recibir todas sus posesiones desde Boston, incluyendo su escarabajo amarillo, provocando una mueca entre burlona y dulce en el rostro de Regina al recordar dicho vehículo desastroso y destartalado.
A pesar de que Emma se había quedado en Nueva York, las siguientes semanas apenas se vieron una o dos veces, cuando la rubia conseguía escaparse de Andrea y de todos sus quehaceres que no eran pocos y visitaba a Regina, tomando con ella café como antaño.
Para la morena tampoco fueron semanas fáciles ya que su ausentismo mientras Emma estuvo desaparecida le había pasado factura, el trabajo se arremolinaba y no terminaba de rodar un reportaje que ya debía empezar otro, dejándola exhausta. En casa tampoco tenía mucho tiempo para sí misma o para pensar en el huracán que era Emma Swan ya que su pequeña Kathe ocupaba la mayor parte de su tiempo. Como se temía, su hija había desarrollado una obsesión con Emma, la nombraba cada cinco segundos, saltando de un lado a otro feliz por haberla conocido, preguntando por ella tantas veces al día que Regina se cansó de enumerarlas.
En cuanto llegaba la noche y con ella el sonido del teléfono avisándole de que Emma llamaba, era Kathe la que, eufórica, corría a contestar la llamada y así, durante unos minutos, madre e hija mantenían una pequeña conversación con la morena observando atenta cada detalle. Sabía que la joven escritora estaba haciendo esfuerzos titánicos por no dejarse dominar por su pánico y salir huyendo ante la euforia de la pequeña.
Cuando Kathe se daba por satisfecha con su pequeño interrogatorio le entregaba el teléfono y una jovial y dulce Emma la saludaba al otro lado del aparato, preocupada por su rutina, preguntando y escuchando los detalles del día a día Regina mientras a esta se le dibujaba sin pretenderlo una sonrisa en el rostro.
Lejos quedó aquella muchacha asustada cuyas máscaras rasgaban su alma, lejos quedó aquella mujer que solo buscaba hablar de sí misma pues demasiado tenía que contar, se había convertido en alguien atento y dulce, paciente, alguien que la sostenía en los peores días y le regalaba una palabra de aliento, se había convertido en alguien que le gustaba demasiado.
Una de las noches, una en la que estaba especialmente cansada, sonó el teléfono avisando de esa llamaba que ambas esperaban y Kathe salía disparada a coger el teléfono. Como siempre esperó paciente a que su pequeña saciase su curiosidad y le entregase el aparato, sonriendo de antemano mientras esperaba escuchar la dulce voz de Emma Swan al otro lado.
-Buenas noches Regina
-"Buenas noches Emma ¿Qué tal la entrevista de hoy?"
-Como todas ¿Y tú? ¿Ya terminaste el reportaje sobre corrupción del que me hablaste?
-"Sí, aunque me ha dado mucho dolor de cabeza"
-¿Quieres contármelo?
-"Prefiero hablar de otra cosa, si escucho una vez más el término Pais de Riesgo me va a explotar la cabeza"
-Mejor cambiemos de tema entonces ¿Sabes? He estado pensando en algo y quería comentarlo contigo
-"¿Tú pensando? Que miedo me das"
-Pensé que bueno me gustaría mucho, aunque solo si tú estás de acuerdo, solo es una idea...
-"Emma, ve directa al grano por favor, no te sigo"
-Estuve pensando en decirle a Kathe quién soy, en fin ella me adora y yo a ella, pero solo si tú así lo deseas Regina
La petición de Emma la dejó muda unos instantes, su mente empezó a funcionar a gran velocidad y es que dicha petición no la tomaba por sorpresa, no del todo. Hacía días que ella misma estaba rumiando sincerarse con su pequeña, siempre había compartido con ella todo y esta era la primera vez que callaba algo ante Kathe.
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Tras las huellas de tu nombre
FanfictionAU Regina Mills, una famosa reportera de Nueva York debe hacerle una entrevista a Emma Swan, autora del Best Seller sensación del momento, sin saber que el destino esta forjando sus caminos e irremediablemente están entrelazados