Capítulo 22

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El mesero llegó a interrumpir trayendo sus platos para suerte de María, porque la imagen gráfica de las palabras de Luciano le habían inundado la cabeza. No, Esteban no era de mezclar el trabajo con las sábanas. Aunque recordó donde se conocieron y se retractó. De todas formas no le creía, él era atrevido en la cama, curioso, pero siempre con una sola mujer. Tampoco le gustaba compartir, o por lo menos en ese momento no la quería compartir, pero habían pasado 10 años. ¿Y si en su ausencia lo había probado? ¿Si era mentira lo de los negocios?

-¿Estás pensando en lo sabroso que está este ceviche? ¿O en lo sabroso que se la debe pasar Esteban con su hobby y su amiga?
-frunció el ceño-¿Tú crees?
-se reía de descubrirla-Pensé que mínimamente ibas a disimular que no estabas pensando en eso.
-Es culpa tuya.
-Deja de mirar porque se van a dar cuenta.
-Pues cámbiame de lugar, prefiero darles la espalda.
-De todas formas creo que nos vieron, no está tan lleno el lugar para pasar desapercibidos.
-se alertó-¿Tú crees?
-Si no disimulas, es lo más probable.
-Bueno ya, solo me quedé pensando. Pero no es que realmente me importe...
-Ya, María... -sin creerle-
-Es cierto.

Comenzó a saborear por primera vez su plato, antes solo masticaba por inercia y en eso decidió guardarse para ella la confesión que Esteban le había hecho en su oficina, esa de la que se había retractado de su amor y solo se trataba de una triste ilusión.

-Me estoy arrepintiendo de no pedir vino. Voy a llamar al mesero... -decía Luciano-

Pero en eso de que levantaba su mano para pedir que lo atiendan, llamó la atención de aquella mujer rubia que era el tema de conversación, captó a María desprevenida y notó de inmediato que le preguntaba a Esteban algo sobre ella, lo notó porque giró sin disimular a buscarla. No pudo evitar reírse por su movimiento brusco para encontrar su mirada. No le sonrió, ni la saludo, sólo giro su vista otra vez para asentirle, claramente le había preguntado si era ella.

-Por tu culpa ya nos vieron.
-¿Eh?
-Regina y Esteban, ya nos vieron. Esteban se acaba de girar y vernos.
-Pero es que no piensas parar de observarlos. –llegaba el mesero y Luciano le pedía su copa de vino- y trae una más, la señora necesita una también.
-Ahora mismo. –decía el mesero mientras se retiraba-
-No necesito vino, tengo que volver al trabajo.
-Necesitas relajarte y veo que con Esteban cerca no puedes hacerlo.
-No es eso. Hablemos de otra cosa, hoy quizás me veo con Leonel. ¿Quieres venir conmigo?

Mientras tanto en la otra mesa...

-Está igual Esteban, es más me atrevería a decir que más hermosa, ¿tiene una cámara del tiempo?
-Estoy seguro, no se la vi pero yo creo que sí.
-Y... ¿cómo sentiste su regreso?
-A veces todavía no me lo creo.
-Debe ser difícil.
-Tenerla cerca me hace darme cuenta de lo que me perdí, y no sabes cuánto lo siento.
-Pues no lo pienses. –le decía Regina divertida-
-Ojalá fuera tan fácil... pienso lo patético que fui, lo patética que es la situación porque estuvimos juntos hace años pero la veo y me doy cuenta que me quedé estancado. Estuve con muchas mujeres en estos 10 años, me sumergí en el trabajo, en mis hijos, hasta me casé pero que vuelva a aparecer en mi vida me hace darme cuenta que es como si no me hubiera saciado, como si no se me acabaran nunca las ganas de estar con ella.
-¿Hablas de la cama? Porque espero que no...
-No, para nada. Hablo de no haberme saciado de ella, como persona, la veo y me desespero porque si tú vieras, si pudieras meterte en mi mente y ver el poder que tiene conmigo. Es tan increíble...
-Las mujeres somos así Estebancito.
-Asumo que las personas que amamos son así.
-¿Aún la amas?
-No me recuerdo no estando enamorado de María.
-Pensar que casi te casas con Fabiola y ahora estás casado con Ana Rosa.
-No me lo recuerdes.
-¿Y los niños, como se lo tomaron?
-Es otra historia que te tengo que contar pero Héctor bien y Estrella mal, no la quiere ver.
-Mi vida. Me imagino... y... ¿Qué tal el bebé que va llegar? ¿Cómo te ves cambiando pañales otra vez?
-A mi ser papá me fascina. Sólo que... no sé si me va tocar, mi matrimonio con Ana Rosa es un farsa. -Regina lo miró intrigada-Tanto así que no sé si el bebé es mío o no.
-¿Cómo dices? –detuvo su bocado, que estaba a punto de comerlo y Esteban se rio por su mueca exagerada- ¿Y no piensas hacer algo, Ana Rosa lo sabe?
-No, porque yo tampoco me comporté como un verdadero esposo en nuestro matrimonio, pero más allá de eso... no me importa porque estoy decidido a divorciarme de Ana Rosa, sólo estoy esperando que pase el riesgo del embarazo.
-Otra historia que me tienes que poner al tanto... Pero esto es digno de un trago... ¡Mesero! –gritaba-
-No Regina, tengo que volver al trabajo.
-No por nada eres el jefe. Pero no entiendo cuéntame por favor, ¡cómo te lo estás tomando tan liviano!

Lazos de Mentiras. #MyEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora