Capítulo 28

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Unas luces blancas le inundan los ojos, siente que la fuerza es escasa y de a poco se va dando cuenta que sólo siente la mitad del cuerpo, mueve sus manos, siente que sus reacciones le corresponden sin embargo sus manos apenas se mueven milímetros. Nota como algo se introduce por su nariz, debe ser algo que ayuda a respirar porque cuando lo piensa ni siquiera siente que esté respirando.

Una médica se pone frente a sus ojos, ve que mueve los labios pero no le entiende. Le hace señas con los ojos y de a poco va asumiendo que le pide calma. Abre más los ojos y su visión empieza a aclarar, ve como alrededor hay personas envueltas en batas verdes y blancas. La mitad de su cuerpo está dividido, quiere levantar la cabeza para ver pero no llega.

-Esto no depende solo de nosotros, tienes que ayudarnos.

La miraba, no entendía a que se refería pero apenas movía sus labios. Quería hablar.

-No puedes perderte esta oportunidad porque eres joven, ¡muy joven!
-Y porque tu bebé o beba te está esperando. –le decía otra-
-Anda Ana Rosa, estuviste esperando casi 9 meses para saber qué es lo que venía en camino.

La siguieron alentando mientras comenzaban a prepararse, era hora de la cesárea. De a poco la conciencia la inundaba, que le nombraran al bebé fue una señal para que terminara de entender dónde estaba. ¡Va nacer! Pensaba, quiso hablar pero le insistían que se quede tranquila, que se conformaban con que la escucharan y que esté atenta a todo. Todo iba salir bien le prometían.

María subió rápido las escaleras, Esteban le había pasado la preocupación por Leonel. Lo peor o lo más triste es que era cierto, los médicos estaban dentro de la habitación de Leonel. Se desesperó por unos instantes pero no podía hacer nada. Sólo desear con todas sus fuerzas para que nada grave estuviera pasando y esperar a que salga alguien de esa habitación para darle información. Bajar y darle la noticia a Esteban no era una opción, demasiado tenía con todo así que solo restaba respirar y confiar.

-Ana Rosa, estamos a punto de comenzar la cesárea. Necesito que pongas de tu empeño, ¿sí? –ella asintió- ¿estás bien? ¿estás cómoda?
-Sssi. –susurraba- ¿Luciano?
-¿Su marido? Lamentablemente no puede estar aquí ahora, pero apenas termine todo y su hijo esté bien vamos a hacérselo saber.

Ana Rosa asintió en silencio mientras la concentración invadía el lugar, ella no pudo evitar largar una lágrima por su rostro. La enfermera lo notó y se acercó a ella tomándole la mano.

-Pronto vas a estar con tu familia, no tengas miedo.
-No tengo miedo. Sólo que me siento muy débil, no quiero estar sola.
-Aguanta. Sólo un poco más, nosotras estamos aquí para ayudarte. –le apretó la mano y siguió las indicaciones del médico-

Ana Rosa cerró los ojos y sin saber en qué momento la despabiló un llanto, un chillido agudo que venía a inundar la habitación y que inmediatamente le hizo que lo buscara abruptamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas, era real, lo que había estado sintiendo todo este tiempo era real y estaba frente a sus ojos. Pero sin embargo toda esa sensación indescriptible de su cuerpo se inundó por otra, una que la ahogaba, que lentamente la invadía por completo y los sonidos se empezaron a reemplazar. Ya no reinaba el chillido de un bebé, sino las máquinas. La enfermera que la tenía tomada de la mano tomó su pulso.

-¡Está bajando!

En ese momento la sala se dividió, la mitad estaba atento al bebé y la otra mitad a la mujer que acababa de traer vida a este mundo. Pusieron el cuerpito calentito del bebé envuelto en una mantita cerca de su rostro, ella ve la manta, ve su cara y sonríe.

-Aquí está tu bebé Ana Rosa. Mira esta hermosa niña que te está esperando.

Pero otra vez su fuerza se fue, volvió a cerrar los ojos. Sentía el calorcito de su hija y los alientos, mientras los médicos hacían todo lo necesario.

Lazos de Mentiras. #MyEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora