Capítulo 23

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No lo dudó más y se levantó para ir a su oficina, abrió la puerta sin que lo supiera y su rostro le mostró que la esperaba, tenía una sonrisa en los labios que parecía estar ansiando que esa puerta de abriera. No le dijo nada, no pudo, no quería nada más que mirarla. Ella estaba igual, en su cara se notaba la ansiedad que habían provocado todas esas incitaciones obscenas y escandalosas que le proponía vía email. Se levantó a recibirla con ansias de corresponder ya mismo ese beso que llegaba, le leía los labios, le veía la necesidad de besarlo. Ella se paró a su lado y lo abrazó casi que como un imán que se aferra a su cuerpo, lo rodeó con sus manos y él la miraba con una sonrisa llena de predisposición, la miraba con la felicidad de tenerla ahí sólo para él.

Como si lo hubiera marcado un cronometro abrieron la boca para encontrarse y besarse, besarse como si hubiera pasado un largo tiempo sin hacerlo. Pero en realidad no, se habían despedido hace poco, con un beso igual de apasionado. María sentía como él recorría su cuerpo suavemente sobre la ropa, acariciaba su espalda a través de su suave camisa de seda, recorría sus costillas, sus hombros. Se separó unos milímetros de su cuerpo solo para pasar sus manos hacia adelante y acariciar su cuello, sus clavículas, sus pechos. María no dejaba de besarlo, él había intentado separarse por unos segundos para admirarla pero ella se había vuelto a prender de ese néctar que parecían tener sus labios. Esteban sonreía mientras la besaba, le sentía la necesidad porque parecía que su esposa se había prendido como una fogata rociada por alcohol.

-Mmm...
-No puedes hacerme esto a mitad de la mañana.
-¿Cómo que no puedo? Mírame... -le besaba todo el rostro-
-¿Qué tienes conmigo que me pones así?
-Tengo que te tengo, y tú me tienes a mí.

Volvió a darle besos cortos mientras desataba el moño de su camisa y ella sin aguantarse las ganas bajaba hasta el cinto de su pantalón.

-¿Qué vas hacer ahí? –decía Esteban refiriéndose a como María metía sus manos-
-Vas a ver.

Esteban sintió como ella lo acariciaba, no pudo evitar llevar hacia arriba sus ojos por sentir sus roces que lo continuaban excitando.

-Te amo amor.
-Yo te odio, debería estar haciendo una llamada para Guadalajara para ver cómo van los negocios con Montalbán pero me tienes aquí.

Él le sonrió mientras volvía a besarla y comenzaba a subir su falda.

-Me alegra que no tengas pantys.
-Sí, yo también. De todas maneras me hice una compra por mayor porque ninguna me dura lo suficiente contigo.

Mientras María no paraba de rozar su miembro y besarlo con todo el fuego interior que se había desprendido él comenzó a responder acariciando sus pechos y sacándolos a la luz entre la ropa de María. La luz entraba por las persianas y era imposible que no se vieran a la perfección sus gestos, en eso Esteban hizo girar a María mientras la apoyaba con todo su esplendor, teniéndola aprisionada entre sus piernas y el escritorio. Ella se había dejado llevar por los besos que su marido no dejaba de rogarle por el cuello mientras frotaba sus pechos. Le subió más la falda y le bajó su ropa interior.

-Inclínate y abre las piernas.

María apoyó sus brazos en el escritorio, seguía dándole la espalda y verla completamente para él término por encenderlo. Dejó su falda alrededor de la cintura e hizo que abriera las piernas un poco más para poder ubicarse. Ella lo esperaba, en esos pocos minutos de previa la había dejado lista y alborotada para para recibirlo, y mientras se aferraba a las curvas de su cadera y su cintura entró en ella. El primer quejido de María por sentirlo dentro fue fuerte, y él no pudo evitar reírse.

-Amor...
-Lo sé, perdón. No vuelvo a gritar. –gemía, más suave al sentir la segunda embestida-
-Fue mi culpa. Aunque si nos escuchan no me importaría. –volvía a embestirla-
-A mi ssssi... Dios. –otra vez- No, no me importa. No pares...

Lazos de Mentiras. #MyEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora