Capítulo 6

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Al día siguiente la pelinegra se fue a la zona donde vivían los santos femeninos, donde los hombres tenían prohibida la entrada.
Entro y con la mirada comenzó a buscar a sus amigas, las cuales no tardo mucho en encontrar.

Daira: ¡Chicas!

???1: ¡Daira!

???2: ¡volviste!

Daira: ¡Athziri!, ¡Ahylla!

Ahylla: te extrañamos mucho

Daira: y yo a ustedes, ¿Dónde están las demás?

Athziri: ahí vienen

???3: ¡Daira! -se lanza hacia ella tumbando a la pelinegra-.

Daira: Auch…

???4: pobre, Haruka bajate de ella, la estás aplastando

Haruka: lo siento

Daira: no te preocupes, me alegra verte de nuevo Sam

Sam: a mi también me alegra verte

Daira: ¿y las demás?

Ahylla: están en sus casas

Haruka: tenemos que ir por ellas, para que todas podamos jugar

???5: Eso no será necesario

???6: sentimos el cosmos de Daira

???7: así que vinimos en cuanto eso paso

Daira: que lindo volver a verlas Selina, Ainhoa y Sarah

Ainhoa: lo mismo digo

Selina: ya todas te estábamos extrañando

Daira: yo también las extrañe, ¿Cómo va su entrenamiento?

Sarah: es algo pesado, pero según nuestros maestros hemos mejorado bastante

Daira: me alegra oír eso

???8: no se olviden de mi, eso seria traición por su parte

???9: así es

Daira: tranquilas, jamás las olvidaríamos, Shaula y Sakura

Sakura: hmn, bueno, si tu lo dices

Shaula: menos charla y más acción, vamos a jugar

El resto del día las niñas realmente disfrutaron su día de descanso, la pelinegra no podía ir a verlas muy seguido, pero cuando lo hacía aprovechaba hasta el último segundo para estar con ellas.
Shion siempre la hacía entrenar a diario, aunque obviamente también le daba días de descanso.
Mientras ellas jugaban las demás amazonas de mayor edad que la de las pequeñas, esas mujeres también las cuidaban al momento de jugar, en ese lugar, las santos femeninos cuidan de las aprendices más pequeñas, o a veces las aprendices adolescentes eran quienes las cuidaban.
Esa era una de las tantas medidas de seguridad que existen en ese lugar, lo que las más pequeñas no entendían era el porque de tanta seguridad, las adultas a veces les explicaban que es porque ningún hombre tiene derecho de entrar ahí, además, así ningún enemigo lograría entrar y matar a las pequeñas aprendices.
En el lugar donde estaban jugando las pequeñas, había como tres santas femeninas cuidándolas, si algo llegase a pasar, tomarían a las niñas y las llevarían donde se localizan las viviendas de las aprendices y santos femeninos.
Todo estaba tan tranquilo que no se dieron cuenta del pasar de un buen rato, aunque aún no era hora de irse.
Las niñas no dejaban de jugar, jugaron de todo, todos los juegos que un pequeño e inocente niño puede jugar con amigos.
Después de que ya no les quedará otra cosa por jugar, aprovecharon el tiempo, se sentaron en círculo y habían comenzado a contar anécdotas de lo que hicieron y les pasó desde la última vez que se reunieron, después de que cada una dijera lo que le pasó y como le fue, se dieron cuenta de que en un mes pueden pasar demasiadas cosas.
Cuando llego el anochecer fue momento de que la pelinegra regresara con su tío, no quería irse y esperar otro mes para volver a ver a sus amigas, pero esas eran las reglas que le impuso su tío, y no podía negarse a cumplirlo aunque no quisiera seguir las reglas.

Daira: bueno, ya debo volver…

Ahylla: ¡eso no es justo!

Athziri: no quiero tener que esperar otro mes para poder jugar con ustedes

Sam: realmente esta es una gran injusticia

Daira: lo sé, pero solo somos niñas, no podemos hacer nada al respecto

Ainhoa: eso es cierto… bueno, nos vemos luego

Ahylla: yo quería seguir jugando -hace puchero-

Daira regreso a la sala del patriarca, Shion la hizo que cenara, se bañara y se fuera a dormir.

Al día siguiente continúo con su entrenamiento, pero, eso no era lo que ella quería… realmente ella quería vivir lo que viven los niños normales de su edad, jugar, caer y que alguien le de un abrazo para consolarle, comer dulces y tener los juguetes que quería.
Eso era algo que la pelinegra no podía gozar, tenía que soportar duros entrenamientos, a veces bajo la lluvia, si se caía debía aguantar y levantarse rápido, aunque su tío la cuidara y la entrenara, no recibía mucho amor.
El patriarca y los que veian sus entrenamientos, le decían que si seguía así pronto obtendría su armadura, entonces sería la santo de plata más joven, de hecho, no faltaba mucho para la entrega de armaduras.
Por algún motivo desconocido, la pelinegra no dejaba de tener un mal presentimiento, aunque decidió no decirle a nadie, así duro hasta que llego la hora de dormir





Continuará…

La hija de Dohko de LibraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora