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Casi tres meses habían pasado desde el accidente. Después de 30 días en la incubadora Shura había conseguido el peso necesario para poder ir a casa con su padre. Su madre continuaba durmiendo. Ya no tenía la mascarilla de oxígeno, el doctor ordenó que le colocarán una sonda nasal como precaución ya que el omega respiraba adecuadamente por su cuenta. Aún así no presentaba ninguna señal de que su estado fuera a cambiar. El doctor Setzuna no encontraba la razón por la cual Yuuri continuaba en coma, pero le aseguró al alfa que cuantos más días pasaban más bajas eran las posibilidades de que despierte

Yurio lo visitaba todos los días sin importar las condiciones climáticas o los inconvenientes que tenía al cuidar de su cachorro.

Y vaya que tuvo problemas, en la primera semana que Shura y él estuvieron solos la casa parecía una zona guerra. La cocina estaba abarrotada de trastes sucios y alimentos a medio comer, la basura amontonada en un rincón y la ropa desparramada por todo el lugar, donde se mirará había una prenda de Yurio o de Shura.

Mari y Hiroko habían ofrecido su ayuda pero el orgulloso alfa se negó. Aún así les entregó una llave extra por precaución. Y fue esa llave la utilizó Hiroko después de cansarse de llamar a la puerta.

-¡Yurio!- exclamó, asustada al ver al rubio tendido en el suelo alfombrado de la habitación de Shura, al lado de la cuna.

-¿Mmm?- Yurio apenas había abierto los ojos y la miraba confuso con el ceño fruncido -Lo acabo de dormir-

-Esto tiene que acabar- su suegra se cruzó de brazos -Mírate... irán conmigo al onsen-

-No... no puedo... Yuuri- de pronto se despabilo -Diablos, tengo que ir a ver a Yuuri... ¿qué hora es?-

-Ya es tarde- Hiroko se acercó para ver a su nieto. El niño dormía tranquilo -Yurio, vengan conmigo a casa. Sólo por un tiempo, hasta que Yuuri despierte-

Fue así como terminó viviendo con la familia Katsuki. Él y Shura dormían en la habitación del omega. El cachorro estaba más tranquilo cuando sentía el aroma de su madre.

Yurio seguía yendo todos los días a ver a Yuuri. En un comienzo llevaba a Shura con él, pero cuando el clima comenzó a cambiar y la temperatura a descender, las visitas en compañía del cachorro se hicieron esporádicas. Lo mejor era dejarlo en casa, ya que el pequeño tenía las defensas bajas y era propenso a las infecciones respiratorias.

Cuando cumplieron el primer mes viviendo en Yu-topia, Otabek y Mila aparecieron acompañados por Katrina. La rubia distaba lejos de ser la bella omega que había abandonado Japón meses atrás. Su cabello estaba más corto y su aspecto se veía muy desmejorado, incluso su sonrisa no expresaba alegría.

Pese a las quejas de Mari, la joven terminó viviendo en el onsen. Y una semana después ya realizaba el trabajo del cual Yuuri se encargaba cuando aún vivía allí.

No significó ningún inconveniente su presencia hasta que comenzó a prestar demasiada atención a Shura y a cierto alfa ruso, que la evitaba con desagrado.

El primer incidente ocurrió cuando el rubio fue a darse un baño en las aguas termales. No tenía intención de hacerlo pero Hiroko insistió que necesitaba relajarse, ya que el alfa no hacía otra cosa que ocuparse de su cachorro y pasar la mayor parte del tiempo en la clínica junto a su esposo.

Fue entonces cuando Katrina entró a los baños para cambiar las toallas en el preciso momento en que Yurio salía de las aguas, completamente desnudo.

-¿Qué diablos haces aquí?- el alfa la observó furioso, mientras tomaba la bata y se cubría presuroso.

-Lo... lo siento- Katrina recorrió el escultural cuerpo con la mirada con rapidez y volteó su rostro, con las mejillas sonrojadas.

Mi Dulce Regalo 《Yuri On Ice》 《Yuyuu》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora