La alarma sonaba otra vez pero la dulce sonrisa de la chica del hoyuelo no se vería afectada por la rutina. Jung Wheein despertaba en su habitación llena de energía, a pesar de haber pasado la noche anterior en vela para terminar un trabajo de una de sus asignaturas.
Wheein era una estudiante de segundo año de en la Universidad de Artes de Seúl, estaba inscrita en la facultad de Artes visuales, amaba la fotografía, la pintura y el dibujo. Para ella su sueño no era solo el de convertirse en una afamada artista con sus propias exhibiciones en fríos museos de arte, como así lo era para la mayoría de sus compañeros, sino que trascendía en el convertirse en profesora de artes. Sonreía al imaginarse enseñándole a niños a pintar y que ellos vieran tal como ella lo hacía, la magia que puede surgir en un lienzo, mostrarles lo especial que puede ser expresar todo lo que piensas o sientes en colores y formas.
Hoy empezaba la segunda semana de clases del primer semestre en su segundo año y ya le habían pedido el preparar la entrega de un ensayo para "Historia del arte II", continuación de "Historia del arte I", una clase en la que todas las semanas tenía que luchar para no quedarse dormida del aburrimiento, ya estaba planteando la teoría de que la voz de su maestro era hipnótica o que su cuaderno de historia expelía un tipo de narcoléptico, porque sus párpados empezaban a pesar cada vez que su profesor comenzaba la clase. Wheein era una chica de mente inquieta, que siempre estaba deseando crear algo nuevo, por lo que ese tipo de clases eran prácticamente una tortura para ella.
Como muchos estudiantes había tenido que trasladarse desde su ciudad natal, para asistir a la Universidad en la capital. Al aprobar su examen de admisión en su último año de escuela, ella suplicó a sus padres para que le permitieran seguir su sueño de estudiar artes; ellos algo preocupados accedieron. La joven sabía que esa profesión no era del todo estable en el plano económico, pero sus padres conocían a su hija lo suficiente como para entender que ella no sería feliz sino era ejerciendo su vocación y lo más importante para ellos era la felicidad de su hija, sobre todo en aquellos momentos debido a que ese año le habían visto muy decaída emocionalmente, era como si la niña luminosa que les contagiaba energía cada día que pasaba se estuviera apagando, ya no sonreía, ni jugaba, no hacía las bromas de siempre y no salía de su habitación, por lo que el verle entusiasmada por alcanzar sus objetivos les convenció de apoyarla.
Fue muy difícil para sus padres el dejarla ir de Jeonju hasta Seúl, Wheein era su única hija y era imposible que el enviarla a estudiar lejos de casa no les afligiera, sin embargo entendían que toda avecilla al crecer debía volar del nido, esta era una verdad de la vida contra la cual no combatirían incluso a su pesar, y como siempre lo único que estaba en sus manos era el brindarle ayuda cuando ella la necesitara. Cada cierto tiempo la nostalgia hacía presa de Wheein haciéndole añorar la liberadora brisa de la costa.
En su pequeño apartamento en el barrio de Junghwa-Dong, la joven de estatura pequeña y de piel blanca como la leche se miraba al espejo para terminar de arreglarse. Sin mucha implicancia en ello, se vistió con una larga camiseta blanca que caía sin ajustarse a su delgada pero tonificada figura, bajo un polerón de color azul que parecía ser dos tallas más grande que la de ella, unos jeans ajustados recién sacados del colgador, sus calcetines blancos y sus converse's negras; lo que menos buscaba era llamar la atención.
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Tentación
FanfictionComo alumna de artes visuales en la Universidad de artes de Seúl, el espíritu de Jung Whee In era libre y animoso, lleno de creatividad y siempre con deseos de algo nuevo, sin embargo la sonrisa que marcaba un hoyuelo en su mejilla no siempre había...