Capítulo 13 - Rosa (Parte 2)

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Se había terminado. Había llegado a su fin. No había marcha atrás. Las siguientes semanas fueron intensas, era como estar muerta en vida. Ajena de todo y de todos.

Afortunadamente mis amigas de la academia se encargaron de apoyarme, consolarme y hacerme olvidar el mal rato, al menos por momentos. La primera etapa me duró aproximadamente una semana, no tenía forma de contactarme con Rodrigo, ignoraba mis llamadas y cualquier mensaje mío nunca podría llegar a él. 

Aun así, la negación fue asfixiante, no lo creía, sentía que estaba en una burbuja, fuera de mi cuerpo y que lo que había ocurrido no era más que un mal sueño.

A Cristina parecía que el bichito de la amistad le hubiese picado, fue a mi casa varias veces y pasaba las tardes conmigo. Le conté lo ocurrido con Rodrigo (siempre tan ingenua), ella afirmó que era lo mejor, que con lo poco que lo conocía se había dado cuenta de que el chico era muy inestable e inmaduro.

Ella siempre tenía las palabras perfectas para conseguir animarme, no quise saber más, no le pregunté cómo es que ambos formaron un vínculo de amistad. No le cuestioné nada, solamente dejé que estuviera a mi lado como la amiga que se supone que era.

¡Tonta Diana!

Después de la negación, la quincena siguiente se resumió en una ira incontrolable. Por breves momentos podía jurar que odiaba a Rodrigo, eran momentos en que deseaba tenerlo frente a mí para poder cortarle los testículos con unas tijeras muy filosas. Eso seguro que le dolería, más que todo en su enorme ego.

Instantes en que una aguda furia poseía mi cuerpo, poniéndome de un malhumor que se reflejaba en mi trato con los demás. Pasaron así unos quince días más, sumida en la desesperación del engaño. Retándome a mí misma para calmar mis nervios, me encontraba alterada y muy sensible.

Durante mi proceso de duelo, Nicolás se volvió en mi confidente. Después de preguntarme unas mil veces si podía buscar a Rodrigo y partirle la madre, le afirmé que me sentía mucho mejor y que prefería ignorarlo. Él no me creía, pero decidió estar al pendiente de mí y sostenerme en mis recaídas.

Sí, recaídas donde estaba a punto de mandar todo a la mierda e ir a su casa a buscarlo. Cuando tenía esas ganas empezaba a morderme las uñas impacientemente; tomaba el celular para llamar a Nicolás, luego de unos diez minutos charlando con él y recibiendo consejos, me sentía mejor y optaba por no hacerlo.

Nico, ¡eres el mejor!

No obstante, al contrario de Cris, a Nico no lo veía mucho. Me limitaba a pasar el tiempo en casa, le había dicho a mi padre que dejaría la academia; después de todo ya había ingresado a una universidad privada y las clases empezarían en un par de semanas. "Necesito descansar", le mentí para no darle explicaciones de mi mal humor.

15 de marzo del 2013

Las semanas continuaron pasando a un ritmo lento, discontinuo y doloroso, o al menos así lo sentía yo. Era quince de marzo y mis clases en una nueva universidad empezaban en dos días.

¡Solo dos días para prepararme mentalmente!

Siempre se me ha dado muy mal enfrentarme a nuevas etapas, lugares y retos. La vida escolar había sido dura y suponía que la vida universitaria no se quedaría atrás.

Definitivamente iba a ser difícil adaptarme a un nuevo ambiente, con mis recién cumplidos diecisiete años no estaba segura si realmente me encontraba preparada para cargar con tantas responsabilidades. Lo más probable fuera que no. De hecho, eso sentía, estudiar administración no me apasionaba en lo absoluto.

Incluso había pensado en ser veterinaria hasta que recordé que me pongo a llorar cada vez que veo a un animalito muerto, también cavilé la idea de ser psicóloga; no era tan estable mentalmente, pero me gustaba mucho escuchar a los demás. Sin embargo, para mi padre cualquiera de las dos carreras significaba ser una muerta de hambre y el no pagaría por eso, al final me dijo que sería buena ingeniera por mi increíble habilidad con los números.

Punto y comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora