Capítulo 12 - Repara un corazón (Parte 2)

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Mi vida transcurría a un ritmo normal, mientras más cercano estaba el doce de febrero, el interés de mi amado aumentaba. Yo no cabía en mi dicha, ese doce de febrero sería especial. Por primera vez en muchos años esperaba ansiosa mi cumpleaños.

Mamá me había dicho que me prepararía un pastel y me preguntó si estaría en casa ese día, le dije que no y que a lo mejor también faltaría a clases. Ese era mi plan, no asistir a la academia e ir a la casa de Rodrigo.

Probablemente, almorzaríamos con su madre, luego veríamos una película y pasaríamos una bonita tarde juntos. Un plan perfecto. En la noche ya llegaría a casa y podría cenar con mi familia y comer del sabroso pastel casero de mamá.

Todo pintaba muy bien y estaba de mejor ánimo, se los comenté a mis amigas de la academia y ellas, tras quejarse conmigo por reservar ese día para Rodrigo, accedieron con la promesa de celebrar mi cumpleaños al día siguiente.

¡Son un amor, las amo, chicas!

Laura y Tania seguían inquietas, no confiaban al cien por cien cuando les decía que todo estaba perfecto, y tenían razón de no hacerlo. Les mentí asegurando que Cristina me explicó que ambos se encontraron por casualidad, que ellos no eran más que amigos que intercambiaban mensajes de vez en cuando.

Les juré y volví a jurar que todo estaba en orden, que Cristina seguía siendo mi mejor amiga y Rodrigo seguía siendo el perfecto chico del que me había enamorado. Ellas no se lo creyeron ni un pelo.

El tiempo que pasaba en la academia era eterno, entraba a clases aproximadamente a las ocho de la mañana y terminaba a las ocho o nueve de la noche.

Sí, una preparación adicional inútil, ya que mi padre finalmente accedió a matricularme en una universidad privada. Yo seguía asistiendo por capricho y por necedad, era satisfactorio para mi paz mental, me distraía mucho de mi tormento R.

Adicionalmente, pasar tiempo con mis chicas era la mejor recompensa, la diversión nunca estaba de más en nuestro pequeño círculo. Pláticas sobre temas diversos, juegos de manos, juegos en papel cuando las clases eran demasiado aburridas. Pequeños chistes indiscretos sobre algún profesor, asesorías entretenidas en donde nos ayudábamos mutuamente.

En fin, un tiempo muy bien gastado. También debo resaltar que amo obtener más conocimientos, enriquecer mi mente y hacerme más sabia, es espléndido, vivo con la filosofía de que cada día se aprende algo nuevo y ese era el caso, podía sembrar mucha más información sustancial para mi aprendizaje y era emocionante.

Mi otra filosofía de la vida es hacer una buena acción al día, por más pequeña que fuese. Desde recoger basura de las calles, hasta ayudar a un anciano a cruzar la pista. Pequeñas cosillas que me retomaban a mi camino de mejorar como persona. Y así, no tenía día completo hasta que no obrara algo bueno. Claro que cuando no salía de casa, al menos me encargaba de alimentar al gato.

Para mí, en el mundo solo existen dos tipos de personas: las personas buenas que hacen cosas buenas y, las personas malas que hacen cosas malas. No existe más. No existen ni religiones, ni razas, ni géneros, ni edades. Solo personas buenas o malas. Es un pensamiento bastante soñador que siempre he mantenido en mente, amo la idea, me ayuda mucho a diferenciar a las personas. Alejarme de lo malo y afianzarme a lo noble. Bueno, eso se suponía.

Mi momento favorito del día era durante los recesos antes de las clases de la tarde, eran dos horas en donde salía con las chicas a almorzar y charlar antes de retomar la tortura estudiantil.

La casa de Lau se encontraba apenas a unas cinco calles de la academia, era bastante cercana y siempre tenía las puertas abiertas para recibirnos. De mi parte, también era una bendición porque podía robar por unas horas su pequeña laptop y escribirle un denso mensaje a Rodrigo.

Punto y comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora