Capítulo 15 - No hables (Parte 1)

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"No hables, ya sé lo que estás diciendo

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"No hables, ya sé lo que estás diciendo.
Así que por favor deja de dar explicaciones,
no me lo digas porque duele".

Don't speak, No Doubt

Mi mente estaba en blanco, hasta yo misma me sorprendí correspondiendo el beso. El ritmo de mi respiración se volvió irregular y mi corazón empezó a latir descontrolado, sus labios eran tan suaves, cálidos, que me perdí en ellos sin poder evitarlo. Él empezó a recorrer los míos lentamente, con una dulzura que paralizaba mi corazón, luego depositó cortos y suaves besos sobre mi boca.

De repente, un fuerte beso hizo que entreabriera los labios, a través de ahí, tímidamente coló su lengua. Comenzó a acariciar mis pómulos dibujando círculos en mi rostro con sus pulgares, para luego sujetar mi nuca y profundizar el beso aún más.

Finalmente, nos separamos cuando ambos empezamos a notar la ausencia de aire, estuvimos unos segundos así, nuestros alientos se mezclaban y embriagaban mis sentidos. Él volvió a retomar el ritual de nuestro primer beso, esta vez con más frenesí, sus brazos rodearon mis hombros acercándome más a él; presionándome contra su pecho.

En un momento dado mi cuerpo perdió el equilibrio, me sentía fuera de mí misma; él siguió sosteniéndome entre sus brazos mientras me recostaba lentamente sobre su cama, entonces reaccioné. Me alejé bruscamente y abrí los ojos, desconcertada, incapaz de reaccionar.

¿Qué había hecho? 

Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos sin control, ¿por qué estaba llorando?

No lo podía entender, supongo que una pequeñísima parte de mí creía que estaba traicionando a Rodrigo, a Nicolás y a mí misma. Sí, para mí un beso tenía tal grado de importancia como para hacerme sentir culpable. 

Me levanté y retomé mi posición hasta quedar sentada al otro extremo de la cama, con los codos sobre mis piernas y las manos escondiendo mi rostro. Lloraba en silencio, el chico se acercó sigiloso, arrodillándose en el suelo y acariciando mis brazos dándome consuelo.

—Diana... no... no... perdón, perdóname —dijo con la voz rota, se veía afectado por mi reacción y me miraba preocupado—. Por favor, perdóname. Fui tonto, no debí. No llores... por favor... 

Yo seguía llorando, con el corazón asfixiado en emociones. La confusión me estaba apresando y me enfrascaba en una incertidumbre dolorosa. No podía.

Nicolás era demasiado para mí, no merecía eso, yo ni siquiera estaba segura si podría amarlo algún día. Me sentía tan desahuciada por Rodrigo que no me creía capaz de superarlo.

Y sí, quizás era exagerado, y de hecho lo fue. Porque aún no había conocido el significado en su totalidad sobre estar destrozada, desecha, muerta en vida. Apenas estaba dando mis primeros pasos, como un bebé aprendiendo a caminar. Yo me encaminaba en el amor de la misma forma.

Punto y comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora