Al instante siguiente pude caer en cuenta de la situación, Rodrigo apretaba con fuerza mi brazo, jalándolo para alejarme de mi reciente compañero. Andrés se mostraba preocupado, me miraba como buscando el mínimo atisbo de ansiedad de mi parte para que pudiera entrometerse en la situación. Reaccioné lo más rápido que pude, girándome sobre mí misma para encarar a Rodrigo y tratar de calmarlo.
—Es solo un amigo, cálmate, por favor —le dije mientras forcejeaba para que soltara mi muñeca.
Fue un forcejeo mínimo, pero cuando alcé la vista, Andrés se encontraba a centímetros de Rodrigo, agarrando con fuerza el brazo con el que me sujetaba, de forma que lo obligara a soltarme.
—Andrés, está bien, por favor, no pasa nada —repuse de forma automática, sabía que mi enamorado podía ser muy impulsivo si lo retaban, lo que menos quería era que un chico que apenas me conocía saliera lastimado por mi culpa.
Abracé a Rodrigo de modo que retrocediera unos pasos y se formara una distancia prudente entre ambos.
—Diana, no importa quién sea él. No puede tratarte así —reclamó el chico de cabello cobrizo, cuando al fin calmé mis nervios fui capaz de mirar desde mi lugar a Andrés, aún continuaba en una posición defensiva, dispuesto a lanzarse sobre Rodrigo al mínimo movimiento.
—Tú deja de meterte y aléjate de mi novia —Rodrigo me apartó con un ligero empujón y caminó lo suficiente para encararlo. Andrés era alto, no obstante, se quedaba corto contra la altura del manipulador, a pesar de que Andrés era mucho más robusto y fuerte.
La situación era tensa, un duelo de miradas ineludibles que generaba más y más presión para mí. No quería que ninguno saliera lastimado; sin embargo, si tenía que ponerme de un lado, sería el de Rodrigo. En ese entonces estaba absurdamente enamorada de él.
—Diana, por favor... no puedes permitir esto —suplicó tratando de acercarse a mí para hacerme entrar en razón. Andrés, no tenía la culpa de lo estúpida que era en ese entonces.
—Estoy bien, no te preocupes, chau —indiqué en un intento de apaciguarlo.
A continuación, cogí el brazo de Rodrigo y lo empecé a jalar para irnos de aquel lugar y evitar cualquier riña. Al mismo tiempo que me alejaba, agité el brazo en señal de despedida; ya más tarde hablaría con él y me disculparía, debía tener una mala imagen de mi relación (y no era para menos).
—Ya escuchaste, no quiero volver a verte cerca de ella —vociferó el cazador, volteando el rostro para lanzarle una mirada llena de ira al petrificado muchacho.
Ignoré su descontrol y seguí caminando de largo con rumbo desconocido, solo quería alejarme lo suficiente para calmar las cosas un poco. Seguro que él estaría enojado conmigo por estar con otro chico.
Sí, mi yo en esa época había sido víctima de la manipulación, como un robot autoprogramado, seguía cada solicitud de mi "dueño". Obedeciendo con sumisión, sin cuestionamientos y, sobre todo, con la culpabilidad que era capaz de generarme a través de sus palabras.
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Punto y coma
Novela Juvenil¿Qué pasa cuando un engaño distorsiona la realidad? Diana tiene solo dieciséis años cuando se ve contra un amor enfermizo en donde será víctima de la traición, la violencia, el dolor, las mentiras compulsivas y un intento de suicidio. Verá derrumbar...