Las personas muchas veces subestiman el dolor de otros, incluso menosprecian el sufrimiento de uno. Dicen que, si tú no tienes una enfermedad terminal o no estás muriendo de hambre, no tienes el derecho de deprimirte; creo que es algo sumamente estúpido. Decirle a alguien que no puede estar triste porque hay alguien que la está pasando peor que tú, es como decirle a alguien que no puede ser feliz porque alguien es más feliz que tú. Patético.
El dolor de cada persona es completamente diferente, quizás una misma situación sea mucho más dolorosa para una persona que para otra. Hay personas que son realmente fuertes, otras menos sensibles, otras son más racionales y luego están esas personas especiales; esos que son sensibles o incluso hipersensibles. Personas que simplemente son así, que les duele muchísimo más una cosa y que se desmoronan fácilmente.
Muchas de estas personas tienen problemas que van más allá de lo emocional, hay quienes sus cerebros no segregan la suficiente dopamina o serotonina y tienden a ponerse tristes mucho más fácilmente. No soy psicóloga, pero mi psiquiatra me explicó que yo necesitaba regular estas sustancias de mi cerebro porque las producía en cantidades menores a lo normal y que este era el motivo de mi marcada tendencia depresiva. Incluso luego de tantos años medicándome, sigo sin poder destrozar a la depresión y desecharla de mi vida; creo que la depresión es una enfermedad sumamente cruel y absorbente. Y, la depresión no tiene cura, es algo que cargarás siempre, que cuando crees que todo está bien, el mínimo problema que te golpea te duele hasta la médula. La depresión es un ente supresor, un fantasma que deambula en tu mente, que pega con fuerza tus terminaciones nerviosas al mínimo tropiezo.
Aún con todo esto, es posible ser feliz, y aquí quiero hablarles de la felicidad, o al menos de lo que considero yo felicidad. Uno no puede estar feliz siempre, es imposible estar feliz a todos momentos y a cada rato. La felicidad es lo que tú crees que te hace feliz, no es una fórmula científica ni algo que alguien te lo imponga. No te agobies por tratar de ser feliz a todas horas, y peor aún, no te encierres pensando en lo que te hará feliz; aprecia mucho más lo que tienes ahora y lo que te hace feliz justo ahora. Cosas pequeñas como leer un libro, escuchar una canción, tomar un chocolate caliente... son estos pequeños placeres también sinónimos de felicidad, valóralos y valórate.
Entendí todo lo escrito demasiado tarde, ojalá lo hubiera sabido a mis dieciséis años, era ingenua y no quería entender nada de lo que me pasaba y mucho menos quería buscar ayuda. Presumía contar con una autosuficiencia y fortaleza inexistente, creía que en algún momento todo sería mejor, estaba equivocada y me hundía, me hundía un poco más a cada segundo; y no salí a la superficie.
Los días siguientes me pasé atrapada en una duda constante, luchaba por creerle a Cristina, de alguna forma habíamos retomado nuestra desquebrajada amistad.
La amistad que había añorado por cinco años regresaba a mí, con recelo, con arrepentimiento y asegurándome que jamás nada volvería a separarnos otra vez. Y, sin embargo, hay algunas cosas que nunca vuelven a ser iguales.
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Punto y coma
Novela Juvenil¿Qué pasa cuando un engaño distorsiona la realidad? Diana tiene solo dieciséis años cuando se ve contra un amor enfermizo en donde será víctima de la traición, la violencia, el dolor, las mentiras compulsivas y un intento de suicidio. Verá derrumbar...