Capítulo 22 - No olvides (Parte 1)

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Mi relación con Rodrigo era un vínculo realmente macabro, su manía me volvía poco a poco en una versión más gastada de él

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Mi relación con Rodrigo era un vínculo realmente macabro, su manía me volvía poco a poco en una versión más gastada de él. Sus "te amo, pero no soy bueno para ti", acompañados claro de sus celos desmedidos y su adicción por no dejarme en paz; eran realmente balas malignas que doblegaban mis deseos por sobreponerme, sí, él disfrutaba de eso. Me pidió tiempo, o al menos me hizo creerlo así, cosa sin sentido. ¿Tiempo? ¿tiempo para qué? Para sacarme de su vida y acostarse con quién quisiera, porque la verdad fue así.

No podía estar sin él y tanto le lloré, le rogué que nos vimos. Sí, nos vimos una vez más después de que lo encontrara junto a la mujer que alguna vez consideré mi amiga. Nos vimos y volví a caer, a él, a sus palabras, a sus besos. Le pedí explicaciones, más bien se las exigí, él conocía muy bien que palabras decir para que yo le crea. Era un experto en manipular la situación, en encontrarle una lógica en sus acciones y dejarme como la exagerada y paranoica que creía ser. No obstante, jamás fue igual, su tiempo era una fachada para desformalizar nuestra relación y dejarle el camino libre, y yo ingenuamente terminé aceptando eso solo para no perderlo. Era una especie de artimaña malévola, él me llamaba cuando me "necesitaba" y yo iba, porque veinte minutos con él me hacían sentir bien y compensaban las semanas enteras de no tenerle.

Más tarde él mismo me diría que estaba saliendo con alguien más, una confesión que me derrumbó totalmente a nivel emocional, colapsé así, sin más. A pesar de su nueva "relación", él me seguía hablando, seguía jurando una y mil veces que a quien amaba era a mí pero que nosotros no podíamos estar juntos, que no funcionábamos juntos. Me sumía en la desesperación, lo veía apenas dos veces al mes y siempre, terminaba todo peor que antes de verlo. Muchas veces trataba de quitarme la ropa, de meterse bajo mi piel y violarme la angustia, no se lo permití, tener sexo con él no era un camino, no podría o, mejor dicho, mi cuerpo no me lo permitía. Y aun así seguía volviendo a mí, a pesar de tener a alguien más, me escogía a mí, porque me amaba a mí.

No lo odio, creo que mi personalidad no me permite odiar a nadie, pero lo culpo de muchas cosas. Lo culpo de mi desconfianza, de mi inseguridad, de mis traumas. Sí, admito que en su momento le odié, fueron dos años de tormento en mi vida, repleto de tinieblas y desesperanza. Mas, ahora mismo trato de ser menos persuasiva con mis emociones y pensar con más claridad, no debo odiarlo porque simplemente no lo vale.

El hecho que me llevó a ser tan extremadamente ciega y cerrarme a lo que estaba pasando es un rasgo ineludible de mi personalidad, busco un atisbo de bondad donde no la hay, la busco a regañadientes, a tientas y siempre deseo encontrarla. Me aferro demasiado a la idea de que tanta maldad no es cierta, y me termino agobiando sobremanera al pegarme en la cara con que la crudeza de los acontecimientos es tal y que no puedo reparar la crueldad suelta de este mundo.

Además, soy arrolladoramente extremista, y Rodrigo un experto es llevarme a mis límites. Bailaba en desequilibrio entre mi amor desmedido y mi instinto de supervivencia natural que me gritaba desesperadamente que me alejara de un ser como él. Entonces es donde la Diana lógica y la Diana emocional se peleaban acaloradamente y para mi mala suerte, Diana emocional se llevaba siempre la victoria.

Punto y comaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora