Cap.37

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Dejé de correr hace mucho.
Estoy agotada y el bosque no parece tener fin. Jos me ha dicho que debo encontrar una carretera, pero he caminado una eternidad y no encuentro nada.
Comienzo a creer que me he desviado en algún punto. Tengo mucho frío. Mis dientes castañean y me abrazo a mí misma, intentando mantener el calor de mi cuerpo. Tengo mucho miedo. Estoy aterrorizada. No dejo de pensar en Jos...

Hace rato que escuché los estallidos de los disparos. El silencio mortecino que le siguió, me puso los nervios de punta.

Me siento completamente aterrorizada. Quiero llorar, y al mismo tiempo quiero estar tranquila y no perder la compostura. No puedo perder los estribos en estos momentos.

Camino durante lo que puede ser una eternidad o unos pequeños instantes, cuando la veo.
A pocos metros de distancia, detrás de una arbolada, distingo la carretera. ¡La carretera!, ¡Llegué a la carretera!
Me echo a correr el resto del camino y, cuando mis pies tocan el concreto del camino, quiero llorar. Mi mirada viaja a todos lados y comienzo a reír. Estoy histérica. ¡Encontré la carretera!...

Lágrimas pesadas bajan por mis mejillas, y camino hacia la izquierda. Tengo que llegar al pueblo. Tengo que llegar.
Estoy tan ansiosa que me echo a correr. No puedo esperar más. Tengo que llegar al pueblo y pedir ayuda. Tengo que hacer que ayuden a Jos. Estoy cansada, hambrienta y asustada. No deseo hacer otra cosa más que ver a Jos. Lanzo una plegaria silenciosa mientras me detengo a tomar aire.
El sol está comenzando a salir. Ha sido la noche más larga de toda mi vida. La noche más angustiante de mi existencia...
Tengo las manos entumecidas por el frío y los dedos de mis pies están acalambrándose por el esfuerzo físico. ¿Cuándo perdí toda mi condición física?...
Las náuseas matutinas me asaltan una vez más y me arrincono en un arbusto a vaciar mi estómago. Me siento mareada y débil, pero me obligo a ponerme de pie y echarme a andar.

Cuando veo las casas del pueblo quiero echarme a llorar. En su lugar, me echo a correr una vez más. Mis músculos gritan del dolor y creo que me he desgarrado los músculos de mis piernas por tanto correr, pero no me detengo. Tengo que llegar. Estoy a punto de llegar. No puedo dejarme vencer cuando estoy tan cerca.
Estoy eufórica que no sé qué hacer. Hay un par de señoras barriendo las calles. Otras acompañan a un par de niños con mochilas en las espaldas. Los autos en movimiento me hipnotizan. ¿Cuánto tiempo he pasado lejos de la rutina de la gente?...

—¿Estás bien? —una mano se posa en mi hombro y me giro bruscamente.

Me siento tentada a tomar la pistola de la cinturilla de mis vaqueros, pero cuando veo a la vieja señora mirándome con preocupación, me relajo. Ella me mira con el ceño fruncido y parece tener miedo de tocarme.

—¿Estás bien? —repite y siento toda la tensión de las últimas horas liberándose de mi cuerpo. Comienzo a llorar desesperadamente. Intento hablar un par de veces, pero lo único que consigo pronunciar es un incoherente balbuceo.

—Tranquila —me dice—. Respira conmigo.

Yo imito sus respiraciones profundas pero me es imposible formular oraciones coherentes. Quiero golpearme en la cabeza por no poder hablar en un momento como éste. Jos está en peligro y yo estoy perdiendo el tiempo.

—N-Necesito llamar a l-a p-policía —sollozo entrecortadamente.

La alarma se enciende en el rostro de la mujer. —¿Qué sucede?, tranquila, respira.

—M-Me tenían e-encerrada —sollozo. Estoy temblando de pies a cabeza—. E-Escapé y h-hay a-alguien herido. ¡Hay alguien herido!, ¡hay alguien herido!, ¡hay alguien...!

No puedo continuar. Los sollozos son más poderosos. Me deshago en el suelo y me hago un ovillo. La mujer está hablando pero no la entiendo. Lo único que puedo pensar es en Jos. En el tiempo que ha pasado desde que lo dejé en el bosque. No debí haberlo dejado.

Me encuentro caminando pero no soy capaz de conectarme con el mundo. No puedo dejar de llorar. No puedo dejar de sentirme horrorizada.
El comisario me pregunta mi nombre y yo lo respondo. Me pregunta el número de teléfono de algún pariente y yo balbuceo el de mis padres. Me pregunta que ha pasado y le cuento todo. Le cuento todo y al mismo tiempo siento como si no estuviera ahí. No estoy ahí... No es real... Jos está conmigo...

~*~

Cuando soy consciente de mí una vez más, estoy arriba de un auto.
La alarma se enciende dentro de mi cuerpo inmediatamente y busco la pistola en la cinturilla de mis vaqueros. No hay nada. Me la han quitado. El horror me invade y comienzo a gritar.
Alguien me abraza con fuerza y me contiene pero yo no puedo dejar de desmoronarme. No puedo dejar de gritar por Jos. No puedo dejar de pedir que me dejen ir. Un dolor punzante estalla en mi brazo y todo mi cuerpo se relaja sin que yo lo quiera.

Estoy luchando por mantenerme despierta pero no puedo hacerlo. No puedo... No...

~*~

El sonido estridente de un claxon me hace saltar. Mi mirada viaja en todas direcciones y soy consciente del hombre a mi lado. ¿Dónde estoy?, ¿Qué está pasando?, ¿A dónde me llevan?...

—_____ soy el oficial Douglas. Estuviste secuestrada durante seis meses, ahora vamos en una patrulla en camino a México a ver a tu familia —me informa el hombre mirándome amablemente.

El alivio estalla dentro de mi cuerpo, cuando de repente, los recuerdos me golpean. —¡Tienen que volver!, ¡tienen que salvarlo!, ¡tienen que ayudarle!, ¡tienen que...!

—Tranquila. Han enviado un operativo a todo el bosque para buscar a los culpables. No deben haber ido muy lejos.

—¡No lo entiende!, ¡No lo entiende!, ¡Alguien me ayudó!, ¡Está herido!, ¡Le dieron en la rodilla!, ¡Le dispararon en la rodilla!, ¡Tienen que encontrarlo! —sollozo con impotencia. Tengo ganas de golpear algo. Tengo ganas de gritar. Tengo ganas de bajarme del auto e ir a buscarlo por mi cuenta.

—Tranquila. Están en la búsqueda. Todo estará bien.

No le creo. Para mí, nada en éste momento está bien. Nada puede estarlo cuando no sé donde está él.  

Cautiva..! {JosCanela y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora