Cap. 43

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CAPITULO FINAL
Han pasado seis meses.
Seis meses desde que Jos está en prisión. Seis meses de una pesadilla constante, de la cual no puedo despertar.
Verlo encerrado me agobia. No puedo pasar un día entero sin pensar en él.

Estoy en mi semana número treinta del embarazo. El equivalente a siete meses y medio. Hace tres meses que sé el sexo de mi pequeño: será niño. Un pequeño niño, producto de mi amor por Jos.
He decidido emprender un pequeño proyecto: iniciaré mi propia academia de ballet. Mi papá me ha prestado el dinero para comprar y acondicionarlo como estudio de danza. Abriré en cuanto termine mi cuarentena.

Jos me ha pedido que me mude a su departamento. Dice que lo ha comprado hace mucho tiempo y que desea darme algo a pesar de estar encerrado en ese lugar. No quiero vivir en casa de mis padres cuando mi pequeño nazca, así que acepté a mudarme.
Las cosas son difíciles. Más difíciles de lo que parecen. Cada día que pasa es una tortura y cuento los días para que pueda salir en libertad. Él no merece estar ahí.

Estoy sentada frente a mesa de lámina. La habitación está pintada de un gris oscuro. Deprimente...
La barriga me estorba para sentarme con comodidad y mis piernas se abren de una manera poco femenina. Aún así, quiero lucir bien. Quiero lucir linda para él. Quiero que sepa que estoy bien. Que estamos bien, y que vamos a superar esto.

Me he puesto un vestido de maternidad que me ha regalado Mariana  y he amarrado mi cabello en un moño alto y femenino. Me he maquillado un poco y he ensayado mi sonrisa frente al espejo.
La última vez que estuve aquí, fue horrible. Ver a Jos tan pálido, delgado y cansado hizo estragos en mi salud emocional. Pasé dos días enteros llorando debido a eso.
No quiero que se dé cuenta de lo mucho que me afecta todo lo que está sucediendo.

Cuando lo veo caminando en mi dirección, mi corazón da un vuelco furioso dentro de mi pecho. Sigue causando ésta revolución en mi cabeza y en mi corazón. Sigue haciéndome temblar con sólo aparecer frente a mí.

—Hola —susurro cuando se sienta frente a mí.

Él me regala una sonrisa, pero no toca sus ojos. Mi ceño se frunce ligeramente y sé que algo va mal.

Estiro mi mano para colocarla sobre la suya, pero me detengo al ver su expresión en blanco. —Hola —susurra. Su voz suena distante.

—¿Cómo estás? —pregunto, pero mi voz tiembla. ¿Qué está pasando?

—Bien —asiente y sonríe. Su sonrisa sigue sin tocar sus ojos—. ¿Tú?, ¿Cómo estás?, ¿cómo está el bebé?

Mi corazón se estruja al escucharle llamar "el" nuestro bebé. Siempre que pregunta, suele decir: "¿Cómo está nuestro bebé?"
Algo definitivamente va mal. —Bien. Estamos bien —intento sonreír, pero fracaso terriblemente—. ¿Sucede algo?

El silencio se extiende entre nosotros y es cortado por un suspiro tembloroso. —No puedo seguir haciendo esto —dice, finalmente.

Su voz suena ronca, triste, derrotada...
Mi corazón se estruja una vez más y trago duro. —¿Hacer qué? —susurro, a pesar de que ya sé la respuesta.

—No puedo seguir viéndote de ésta manera. No puedo seguir amarrándote a mí. No puedo seguir haciendo que me esperes. No debería ser de ésta forma. No deberíamos estar así... —sus puños se aprietan sobre la mesa y baja la mirada. No me mira. No quiere mirarme y estoy entrando en pánico—. Creo que deberíamos... Creo que deberías..., dejar de venir.

—J-Jo-Jos —tartamudeo por el nudo de mi garganta y trato de tocarlo, pero él retira las manos. El gesto hace que el dolor estalle en mi pecho.

—_____, necesito que me olvides. Y que me dejes olvidarte —su voz es un susurro áspero y forzado.

—No quiero olvidarte —susurro. Estoy a punto de echarme a llorar. Estoy a punto de perderme. Estoy a punto de perderlo a él—. No quiero estar sin ti.

Sus ojos encuentran los míos. —No tengo nada que ofrecerte. No tengo nada que ofrecerle a mi hijo. No hay nada que pueda hacer para cambiarlo. No por ahora... No quiero que mi hijo sepa que su papá es un delincuente. No quiero que sepa que tuve secuestrada a su madre y que fui lo suficientemente cobarde como para mantenerla ahí durante seis jodidos meses. No quiero... Yo... —su voz se quiebra por completo y noto cómo su mandíbula se aprieta.

—¿De eso se trata todo?, ¿te sientes culpable?, ¿crees que pudiste haber hecho las cosas de una manera diferente?, ¿Te arrepientes? —la última pregunta hace que mi corazón duela insoportablemente. ¿Se arrepiente?, ¿se arrepiente de todo? —, porque te recuerdo que, de no haberme mantenido tanto tiempo ahí, no estaríamos juntos en éste momento. ¿Te arrepientes de esto?, ¿te arrepientes de mí?, ¿de nosotros?

—A éstas alturas me arrepiento hasta de haber nacido —sus palabras rasgan algo dentro de mí—. He estado pensando mucho. En muchas cosas. Pensé en todo lo que pasó. Pensé en la forma en la que sucedieron las cosas. Pensé en lo que iba a pasar con nosotros en el futuro y, ¿sinceramente?, no creo que vayamos a ningún lado. No puedo superarlo. No puedo superar el cargo de conciencia que siento desde el día en el que salimos de esa jodida cabaña. Si algo te hubiese pasado, yo...

Lágrimas calientes ruedan por mis mejillas, pero no me atrevo a dejar de mirarlo. —Pero estoy aquí —susurro débilmente.

—No puedo verte a la cara sin recordar tu mirada aterrorizada la noche que escapamos. No puedo verte a la cara sin recordar cuántas veces me pediste que te sacara de ese lugar y no lo hice. No puedo verte a la cara sin recordar que yo formé parte de esa atrocidad en tu vida —un par de lágrimas se le escapan, pero no las limpia—. Debería ser tu refugio. No tu penitencia. _____, yo soy tu penitencia. Soy tu cruz. Tu martirio. No puedo permitirme a mí mismo ser el recuerdo de lo que viviste. No lo mereces.

—¿Entonces, es todo?, ¿tan egoísta eres que sólo piensas en ti? —El coraje se filtra en mi voz—, ¿qué hay de mí?, ¿qué hay de lo que yo siento?, ¿qué hay de lo que yo quiero?...

—No puedes pedirme que lo intente. No ahora. No puedo. No tengo las fuerzas. No quiero ver cómo te marchitas cada vez más. ¿Crees que no noto la tristeza en tu mirada? —una sonrisa carente de humor asalta sus labios y aprieto mis puños—, ¿crees que no sé cuánto lloras?, ¿crees que puedes ocultármelo?... ______, mi mamá está aterrorizada por tu bienestar. No puedo seguir haciéndote esto. No lo permito.

La verdad cae sobre mí como balde de agua helada.

—Encuentra a alguien que te haga feliz. Encuentra a alguien que sepa darte todo lo que yo no puedo —susurra y yo no puedo dejar de llorar.

—No quiero a nadie que no seas tú —sollozo en un susurro.

—_____ —sus manos toman las mías y me obligo a mirarlo—. Se terminó. Todo esto... Se acabó. Ya no puedo más. No puedo...

Me siento derrotada. Me siento agobiada. ¿Después de todo lo que pasó, va a terminar de ésta forma?

—Jos, por favor...

—_____, se acabó.   

FIN

Cautiva..! {JosCanela y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora