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El chico lava-ventanas.

||MayuAka||
#1

Akashi Seijūrõ no vive su vida como en realidad le gustaría. Desde niño siempre tuvo que obedecer a su padre en todo lo que éste dijera sin libertad propia. Sin embargo, a estas alturas ya no importaba realmente pues había acabado por acostumbrarse.

Tenía veintitrés años, asistía a la Universidad y trabajaba medio tiempo en la empresa de su padre para "aprender" el negocio familiar. No le gustaba mucho hacerlo, a veces se preguntaba si realmente estuvo bien ceder ante las decisiones de su progenitor.

Suspiró frustrado porque conocía la respuesta: no estuvo bien.

El pelirrojo se encontraba en su oficina, la cual se ubicaba en el sexto piso del edificio, la ventana detrás de su escritorio y de su silla estaba abierta dejando entrar una brisa fresca. En la mañana había oído el pronóstico y lloveria esa misma tarde. Estiró sus brazos con fuerza sintiendo sus huesos y músculos contraerse por estar horas en la misma posición.

De repente, por la ventana entró una brisa muy fuerte que llegó hasta los papeles que había en su escritorio elevandolos en el aire y haciendo que volaran por toda la habitación. Akashi maldijo en voz baja y se apresuró a tratar de alcanzarlos ya que eran unos documentos de suma importancia.

Logró cazar la gran mayoría pero hubo tres que no pudo atrapar y observó con terror cómo estos volaban hasta la ventana. ¿Por qué no la había cerrado desde un principio? Corrió intentando alcanzarlos pero fue demasiado tarde...

...o no.

Un joven apareció frente a él en la ventana. Llevaba un oberol azul encima de una camiseta blanca junto con una gorra igualmente de color azul. Se sorprendió por la repentina aparición pero respiró más tranquilo cuando comprobó que aquel extraño no flotaba sino que iba sentado en una especie de ¿madera sujetada por sogas y un arnés? No sabía cómo explicarlo.

El joven volteó a verlo sin expresión en su rostro. Seijūrõ quedó maravillado cuando vio sus ojos grises. Y más aún cuando divisó sus papeles en las manos del chico.

—¡Maldición, me has salvado!

—¿Lo hice? —Akashi asintió y el otro alzó una de sus cejas —Interesante.

—No sé qué habría pasado si no atajabas esos documentos, son muy importantes. —se permitió soltar un suspiro de alivio —Ahora, ¿podrías darmelos?

—Dame un segundo, aún no acabo de leer.

—¿Pero qué...?

Sin darse cuenta, el chico frente a él comenzó a leer los papeles como si se tratara de un periódico o un folleto cualquiera. Eso le molestó, pues esas cosas eran privadas y no tenía porqué saberlas.

—¿Qué crees que haces? Devuelveme eso en este instante, idiota. —intentó arrebatarselos pero sus brazos eran muy cortos y el chico los alejó de su alcance. —¡Eso es confidencial!

—Oh, por favor. Ni que trabajaras para el FBI o algo de eso.

Akashi jadeó indignado. ¿Quién se creía? ¿Sabía ese tipo con quién estaba hablando? ¿Acaso no se percataba de su situación?

—De todas formas, no te incumbe. ¡Dame eso! —volvió a intentar quitarselos y, nuevamente, fracasó —¡Oye!

—Ugh, ya. Ten, pequeño fastidioso.

Seijūrõ tomó los papeles con rapidez y la molestia reflejada en sus ojos. El joven simplemente lo observaba sin hacer ningún movimiento más que el de pestañear.

—¿Sabes que puedo hacer que te despidan? —Akashi le miró con el ceño fruncido tras verificar sus papeles.

—Sí, lo sé. Y déjame decirte dos cosas con respecto a eso: —el chico de ojos grises le hablaba sin inmutarse lo más mínimo ante, lo que él creía, era su faceta autoritaria —Uno, me importa un comino. Dos, no lo harán. Nadie más aceptaría este trabajo.

El pelirrojo se quedó desconcertado con aquellas palabras haciendo eco en su cabeza. Aquel chico tenía razón. ¿Quién más aceptaría permanecer colgado de un arnés todo el día? La paga ni siquiera era buena, más bien suficiente y hasta ahí. Comparado con él, Akashi tenía una vida inalcanzable.

El ojigris continuó con su trabajo; limpió con precisión cada cristal de las ventanas en su oficina logrando que éstas quedaran brillantes. Debía reconocer que lo hacía bien aún a pesar del injusto pago, y trato, que recibía.

—Oye, uhm... —el chico se detuvo a observarlo con una expresión que denotaba cansancio —Gracias por lo de los papeles, enserio, me salvaste.

El otro le respondió encogiendose de hombros. —No exageres. Oh, y no deberías aceptar esa propuesta. Si lees con cuidado, verás que quienes recibirán más beneficios serán ellos, no les conviene para nada.

Y con esas últimas palabras, el chico de ojos grises se desplazó hacia abajo ignorando la confusión de Akashi y sus balbuceos al exigirle una explicación. Éste último bufó volteando hacia su escritorio, releyó aquellos documentos descubriendo que, efectivamente, aquel extraño chico tenía razón.

el chico lava-ventanas; mayuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora