Capítulo 15

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Jungkook Pov. 

Clavo mis ojos en los suyos y cojo su mano con fuerza, poniendo todo mi peso en ella, confiando en que no me dejará caer y herir, aún más, mi magullado tobillo. 
Pasa la mano derecha por su cabello, tirándolo hacia atrás, en poco tiempo ese gesto se hizo algo muy adictivo de ver. 
Nunca imaginé volver a verlo y mucho menos en fin de año, parecía que últimamente su mundo había salido del mío y, aún viviendo en la misma galaxia, encontrarnos era casi imposible. 

- ¿De dónde vienes con tanta prisa? - Jimin mira hacia otra parte, como si no quisiese siquiera mirarme a la cara. 
- Es-estaba con Taehyung... celebrando fin de año.
- ¿Te dan miedo los fuegos artificiales? - Nos miramos directamente a los ojos, los suyos parecen relajados, los míos definitivamente deben lucir redondos como platos. 

De repente un estruendo resuena por todo el campus y una luz roja ilumina el lugar, pero nuestro ojos siguen sin desviarse.

- Supongo que no... - su boca se tuerce en una devastadora sonrisa y da un paso hacia atrás, girándose y alejándose hacia la puerta de su bloque de apartamentos.

Antes de que se aleje más, con las fuerzas que me quedan y a pasos cortos pero rápidos, me acerco a él y le cojo de la costura inferior de su camiseta, Jimin se detiene y me mira sobre su hombro.

Antes de que todo mi cuerpo se desplome, sus reflejos me retienen entre sus brazos y me eleva sobre su pecho. Sin ningún tipo de problema me lleva a cuestas hacia su apartamento vacío, por lo que sé, desde que nos vio a mí y a Taehyung juntos, el alien salió de allí y se encontró otro sitio donde vivir el resto del curso. 
Cuando llegamos al salón se da cuenta de que estoy mirando su cuello y su pelo y su todo desde la comodidad de sus fuertes brazos, es entonces cuando me deja caer sobre el sofá y se dirige hacia el baño, volviendo con una caja metálica blanca de la que empieza a sacar vendas y pomadas. Jimin se arrodilla ante mí y me quita el zapato y el calcetín, subiendo un poco el pantalón y poniendo mi extremidad entre sus piernas. 

Sus ojos analíticos examinan cada zona y por un momento me olvido del dolor y mi pecho se calienta. Con la yema de los dedos caricia mis moretones y, por un momento, siento que lo único que está haciendo es tocarme, pero entonces saca un bote y pone en su mano un buen pegote de un gel transparente.
Pone su mano húmeda contra mi tobillo y mi cuerpo se encoge, entonces con su mano libre agarra la rodilla de mi otra pierna, evitando así que me mueva. Pero junto a ese movimiento se suma su mirada juntándose con la mía.

- Si te mueves no puedo ayudarte - Su voz es clara y concisa así que trato de relajarme, reposando mi cabeza en el respaldo del sofá y mirando al techo. 

Siento como hace movimientos circulares sobre los moretones, como aprieta a veces y, como otras, es suave como el cielo. De un momento a otro noto que mientras una manos sigue preocupándose de mis heridas, la otra sube desde mi rodilla lentamente, muy lentamente, recorriendo mi muslo, que se tensa bajo su palma. Sube tan tranquilamente que puedo sentir cada poro de mi piel estremeciéndose tras su paso. Cuando llega hasta mi cadera la aprieta y bajo mi cabeza para mirarle y saber con certitud qué está haciendo, y puedo verle mirar su mano sobre mi cuerpo, con la cabeza ladeada y los ojos vidriosos como un manantial lleno de pureza. 

Me libro y me siento a horcajadas sobre él, sosteniendo su rostro entre mis manos, apoyando mi frente contra la suya y cerrando los ojos mientras capto su perfume inspirando profundamente.  Hago fuerza en su nuca y hundo su rostro en mi cuello, tan fuerte que podría romperlo. Le revuelvo el pelo entre mis dedos, me hundo en él, le envuelvo con mis piernas y nos convertimos en uno solo. De mi garganta emergen sollozos que no pueden ocultar mis lágrimas y por unos instantes pienso que todo lo acontecido ha sido una pesadilla.

Pero todo se rompe cuando de un empujón me saca de encima suyo y me golpeo la espalda con el sofá. Le miro y se mantiene a treinta centímetros de mí con el rostro enfocando al oscuro suelo.

- Estoy roto Jungkook.

Esas palabras se cuelan en mi corazón, me siento culpable por haber dejado entrar a Taehyung aquella noche, por no haber sido lo suficiente inteligente para reconocerlo y por no poder lograr su perdón de ninguna manera. 

- Jimin... No me alejes, haz lo que quieras, no estés conmigo, no seamos nada pero no me alejes, no me obligues a dejar de verte o a pensar que nunca exististe. 

Me arrodillo frente a él y levanto su cara, obligando a mirar la mía. Me envuelve con su brazo por mi espalda baja y me acerca a él, apoya su frente en mi hombro, no puedo evitar tocar su cabeza con mi mano derecha. 

- Jungkook, no puedo estar contigo como siempre, nunca volverá a ser lo mismo, te haré daño de alguna manera y no puedo permitírmelo - siento como mi hombro se humedece tras cada palabra que surge de su boca. 

- No entiendo... Soy yo el que te hice daño y soy yo el que jodió todo...

- Eres mío Jungkook, de nadie más. No puedo estar contigo como quiero pero eres mío y lo serás por siempre. Te mantendré en secreto en mi corazón y te llevaré a las estrellas cada noche si me lo permites.

Y lo quiero. Puede que nunca me perdone, puede que todo esté perdido pero ambos sabemos que nos necesitamos. Nuestro síndrome de abstinencia es demasiado peligroso para alejarnos el uno del otro. 
Sin saberlo nos tumbamos sobre el sofá y su boca se hunde en mi cuello, con dulces besos que me llenan el alma, que desde hace unos días estaba vacía, vacía de él. 
Giro la cabeza y puedo ver la ventana, veo el cielo nocturno, lleno de estrellas, lleno de un universo sólo para nosotros.

Y cierro los ojos. 

CLAUSURA - JiKook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora