CAPÍTULO 4

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— ¡Maldita sea, Jauregui! –Selena le dirigió una mirada furibunda—. ¿Tenías que ser tan gilipollas? Esa mujer ha venido aquí con la intención de ayudar ¡Por Dios! Nos ha proporcionado una información asombrosa...

—De asombrosa, nada— le interrumpió Lauren, sintiendo todavía los efectos de la rabia que bullía en su interior, aunque ahora por lo menos la mitad iba dirigida contra ella misma—. Si no lo hizo ella, estuvo allí cuando sucedió. O lo hizo, o es un cómplice, y nos está desafiando a que la pillemos en una trampa contándonos esa absurda historia de videntes.

—Ella sabe detalles que nadie más que el asesino, o asesinos, podría saber— dijo Verónica lacónicamente—. Mierda, todos conocemos la basura que esos supuestos videntes describen en sus supuestas visiones. «Siento una impresión de la letra c»— imitó—. «Tiene algo que ver con la letra C, y está mojado... Sí, decididamente siento una sensación de humedad. El cadáver está cerca del agua».

—Lo cual reduce la búsqueda a todo el jodido estado— terminó Lauren—. Lo que ha descrito esa mujer no es la visión de un vidente, sino la declaración de un testigo. Estaba allí cuando sucedió, y para mí acaba de ponerse la primera de la lista.

-Ella no puede haberlo hecho— protestó Selena débilmente, con clara desilusión.

—Sola no— concordó Lauren—. No habría tenido la fuerza suficiente.

—Está claro que debemos investigar a esta mujer— terció Verónica.

La teniente suspiró.

—Ya sé que pensáis que ha sido una idea tonta, pero los videntes realmente han sido de gran ayuda en algunos casos en los que he intervenido.

Lauren soltó un resoplido.

—Por lo que a mí respecta, un vidente no es más que un psicótico.

—Está bien, está bien—. Selena todavía parecía descontenta, pero les hizo un gesto con la mano para que se fueran—. Id a ver qué lográis averiguar acerca de ella.

Regresaron a sus mesas, Verónica detrás de Lauren.

— ¿Qué demonios te ocurre?— murmuró contra la espalda de Lauren.

— ¿A qué te refieres? ¿Acaso crees que debería haber fingido que la creía?

—No, me refiero a que la minga se te ha puesto tiesa como una porra, y estabas tan cerca que a punto has estado de pincharla con ella en la barriga— contestó Verónica.

Lauren se volvió y miró furiosa a su compañera, pero no se le ocurrió ninguna excusa que dar. No sabía qué había sucedido, sólo que a partir del momento en que ella le miró con aquellos ojos chocolates, tuvo una erección tan intensa que ni un gato podría arañarla. Todavía notaba los efectos.

—Diablos, no sé— dijo por fin.

—Amiga, si estás tan cachonda, más vale que te rasques lo que te pica antes de volver a encontrarte con ella. O se le da muy bien manejar un cuchillo, o está liada con alguien que lo maneja bien. Si yo fuera tú, no me gustaría que ninguna parte de mí cuerpo sobresaliera para llamarle la atención.

—Deja de preocuparte por mi vida sexual— le aconsejó Lauren en tono severo—. Tenemos que averiguar lo que podamos acerca de esa Camila Cabello.

Nunca la habían puesto tan furiosa. Camila estaba acostumbrada a encontrarse con una mezcla de incredulidad y burla, pero siempre había sentido una necesidad casi desesperada de conseguir que la gente le creyera, de convencerles de que podía ser de ayuda, de que lo que afirmaba era cierto. Pero no experimentó esa necesidad en lo que a la detective Jauregui se refería. No le importaba un comino lo que pensara aquella neandertal, suponiendo que fuera capaz de realizar un proceso mental tan avanzado.

Premonición MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora