CAPÍTULO 24

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Camila se quedó petrificada, cegada por la súbita oscuridad, paralizada por el terror al comprender. El asesino no iba detrás de Kelly, sino detrás de ella misma... y estaba justo frente a la casa.

Cerró los ojos con fuerza en un intento de acelerar su adaptación a la oscuridad. Debería tratar de salir, ¿pero por qué puerta, la delantera o la trasera? ¿O tal vez estaría él en una ventana? ¿En cuál?

Cortó suavemente la persiana, separando las pequeñas láminas de una en una...

Luchó desesperadamente por ahuyentar la visión. Oh, Dios, no pensaba dejarse dominar por la visión, en ese caso quedaría totalmente indefensa. Pero nunca había podido resistirse tanto tiempo a una, nunca había logrado bloquearla ni controlarla. Siempre avanzaban como una ola inexorable.

Él sabía que ella estaba allí dentro. Sentía su presencia. Ya saboreaba el triunfo, el poder...

—No— gimió Camila en un susurro. Desesperada, invocó la imagen de la puerta mental que había aprendido a abrir y cerrar. Lo único que tenía que hacer era cerrarla y retenerlo a él al otro lado.

Ahora vería si la zorra era tan lista, cuando notase la mordedura del cuchillo... Arremetía contra ella en negras oleadas. La maldad era tan fuerte que no podía respirar. Él estaba tan cerca que aquella energía la estaba aplastando, no iba a poder luchar contra él.

La maldita cerradura de la ventana no se movió. Le inundó una furia al rojo vivo por aquel retraso. Gruñendo, lanzó un puñetazo contra el cristal...

Camila oyó el tintineo de cristales rotos, pero la visión se abalanzaba sobre ella bloqueando todo lo demás, y no sabía de dónde procedía. Podía estar justo a su espalda, pero él le estaba absorbiendo toda su fuerza, y ella ni siquiera podía darse la vuelta.

Lauren. Oh, Dios. ¡Lauren! No quería que ella tuviera que ver aquello.

* * *

En cuanto se subió al coche, Lauren llamó por radio y pidió que enviaran un coche patrulla a su casa inmediatamente.

—Diez-cuatro— dijo el interlocutor—. Tardará diez o quince minutos. Esta noche hay mucho trabajo.

—Dese más prisa -dijo Lauren en tono perentorio.

—Lo intentaré. Depende de cuándo se quede libre un patrullero. Lauren vaciló, reacia a dejar a Camila sola durante tanto tiempo, pero su trabajo consistía en estar presente en la escena del crimen, ya fuera un asesinato de imitación o no. Los detectives que habían trabajado en las otras escenas tuvieron que hacer la llamada y decidir si se trataba del mismo asesino. Había dado su pistola a Camila y pronto llegaría un patrullero. No le pasaría nada.

Se dijo eso a sí misma a lo largo de unos cuantos kilómetros, pero por fin se desvió a la cuneta y detuvo el coche. Aquello no le olía nada bien, maldita sea. Pasaba algo. Experimentaba una sensación de miedo que aumentaba a cada minuto, pero no lograba encontrar la causa. Era un asesinato de imitación, de eso no cabía duda. No era algo infrecuente; ya habían tenido uno. Pero allí sucedía algo más.

Encendió el micrófono y dijo:

—Soy Jauregui. ¿Ha llegado ya el coche patrulla a mi casa?

—Aún no. Hay uno que va de camino.

Le invadió la frustración.

— ¿Hay alguna información acerca de ese asesinato del que acaban de dar parte?

—Nada nuevo... Espere—. Lauren escuchó la estática durante unos segundos, y luego la voz del interlocutor—. Afirmativo. En la escena se encuentra un equipo, y el patrullero acaba de informar que parece una falsa alarma.

Premonición MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora