CAPÍTULO 15

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No había precisamente montones de cosas que pudieran hacerse en un domingo. La llamada a la peluquería The Hairport, donde April Meyer solía cortarse el pelo, ni siquiera fue atendida por el contestador, sino que sonó el timbre de forma indefinida. No había bancos abiertos. Sin embargo, la compañía telefónica trabajaba y protegía el derecho del público a ponerse en contacto con quien deseara veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Allí siempre había alguien, de modo que Lauren se puso a la tarea de obtener un listado de todas las llamadas que se habían hecho desde el domicilio de Meyer.

Selena organizó un grupo especial de trabajo, para el que escogió a Lauren, Verónica, Demi y Zyan, pues eran los cuatro que ya estaban trabajando en los dos casos conocidos. Todos los demás casos que llevaban ellos fueron repartidos entre los otros detectives, a quienes les advirtió de que atasen tantos cabos sueltos como pudieran, porque era probable que todos ellos formasen parte del grupo especial sin tardar mucho.

Entre una cosa y otra, ya eran más de las cuatro cuando Lauren y Verónica pudieron por fin salir del edificio. Lauren parpadeó al mirar el brillante cielo antes de ponerse las gafas de sol. Tras la lluvia de la mañana, el día se había convertido en un horno, y la lluvia sólo había servido para aumentar la humedad, pues el calor convertía el agua en vapor.

— ¿Cómo está Lucy?— preguntó.

Verónica se molestó.

—Hablas como si estuvieras esperando que nos fuguemos en cualquier momento y eso, colega, no va a suceder—. Calló un instante—. Lucy está bien.

— ¿Sigue en tu casa?

Verónica consultó su reloj.

—No.

Lauren soltó una risita.

—Todavía no, ¿eh? ¿Tal vez esté de camino? Has hecho una llamada antes de marcharnos; veamos, ¿a quién puedes haber llamado?

—Que te jodan—dijo Verónica—. ¿Adónde vas tú?

—A casa. A mi casa.

Las negras cejas de Verónica se alzaron en gesto inquisitivo—. A coger más ropa— terminó Lauren, con cierta satisfacción.

— ¿Por qué no haces una maleta y te mudas?

—Lo haría, pero aún así tengo que ir a casa todos los días a recoger el correo, de modo que eso no me ahorraría molestias. Con el tiempo, la mayor parte de mi ropa acabará en la casa de Camila.

—Todas tus otras novias se mudaron a vivir a tu casa— señaló Verónica.

—Camila es distinta. Se siente a salvo en su casa, y no querrá dejarla—. Además, no le gustaba la idea de que Camila se trasladara a su casa. Como había señalado Verónica, a lo largo de los años varias mujeres habían tenido allí su domicilio provisional. En aquel momento a Lauren le gustó y lo disfrutó, pero al final ellas no resultaron ser muy importantes para ella, desde luego no tan importantes ni interesantes como su trabajo. Camila era en efecto distinta; no pertenecía a aquella categoría de mujeres olvidables.

El hecho de pensar en su casa la puso nerviosa. Siempre le había parecido adecuada, pero es que nunca había sido melindrosa. Y de pronto sentía deseos de cambiarlo todo.

—Mi casa necesita un poco de atención— decidió bruscamente—. Ésta es una buena ocasión para ocuparme de ello.

— ¿Qué clase de atención?

—Mantenimiento. Pintarla, pulir los suelos. El baño necesita una renovación completa.

¬—Ya veo—. Los oscuros ojos de Verónica empezaron a brillar.

Premonición MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora