La niña de ojitos verde mar se despertó. Sus orbes de tonos aguamarina se clavaron en el techo, mientras aguantaba la respiración unos segundos, para poder escuchar hasta el más suave sonido, y que su respiración no la distrajese.
Nada. Ni un solo ruido, aparte de ronquidos suaves muy lejos de ella como para que supiese a ciencia cierta de qué habitación provenía. La niña de siete años entonces quitó las sábanas que la cubrían y se salió del cajón, ubicado en el "dormitorio"
Su "cuarto" era bastante simple. Como la casa de muchos espejos no tenía un dormitorio adecuado para una niña de siete años, le habían asignado la última puerta, la que estaba más alto de toda la casa; Era un pequeño armario cuyo uso original era para guardar cosas de limpieza, se accedía a él por una escalera de barrotes, ubicada al costado derecho del tercer y último piso de la casa. Era como un pequeño ático, de dos metros de largo, dos de ancho y dos de alto. La cama de la niña era un gran cajón, que trajo una vez un hombre con mal olor. Era muy grande cuando llegó pero Circe tenía el presentimiento de que era más pequeño ahora. Ella era delgada, pero ahora tenía que doblar un poco las piernas para poder dormir allí. Dentro del cajón había muchas almohadas, que se usaban a modo de colchón y se cubría con muchas sábanas, porque en la casa no había mantas, y así pasaba las noches durmiendo. El resto de dormitorio no tenía mucho más, una vez al mes "Mum" le daba un paquete cuatros velas, el cual podía usar para iluminar el espacio en que dormía, porque no había ventanas allí, ese día quedaban 3 velas, acomodadas en la esquina del cuartito. Además, en el suelo y a los pies del cajón, había un montoncito con toda su ropa.Circe movió hasta la esquina contraria de la que estaban sus velas, en ese lugar había un pequeño agujero, miró y vio que el espacio de abajo estaba iluminado por luz del sol.
En invierno el cuartito era muy frío y húmedo y en verano era sofocante y caluroso, pero no se quejaba demasiado porque si era buena por un mes completo, Mum le daba una moneda y, como le habían enseñado, con dos de esas monedas podía darle su ropa a la señora que vivía a dos cuadras de la casa de los espejos y ella la limpiaba. Ese día, Circe contaba con dos monedas, escondidas debajo el montón de almohadas sobre el que dormía.
La niña abandono su armario. La casa estaba fría, desordenada y desde la puerta divisaba ya dos manchas grandes en el suelo. Circe entonces caminó silenciosamente hasta el baño cerca de su cuarto. Arrugó la nariz cuando entró, porque olía a vómito y había bastante de eso en la bañera. La niña trepó como pudo en el lavamanos y, sin cerrar la puerta del cuartito con mal olor, lavó su rostro y manos. Luego, se secó como pudo con su pijama.
Volvió a su cuarto y se coloco ropa limpia, para luego tomar toda su ropa, dos playeras y tres pantalones, aparte de 9 braguitas, y cerró definitivamente por el resto del día su cuarto. Camino por el pasillo hasta llegar a la escalera. En el tercer piso estaban sus tías que no podían trabajar, pero como no trabajaban les tocaba limpiar el desastre, y por eso algunas ya estaban despertando. Los dormitorios del tercer piso no tenían puerta, porque Mum decía que así ellas no podían mentirle y trabajar igual. En el segundo, cuyo pasillo era mucho más largo, todas las puertas estaban cerradas. Ahí estaban sus otras tías, que habían trabajado. Allí, además, estaban los espejos.
Llegó al primer piso. La sala grande, esa con sillones, estaba ya limpia. Al fondo de la sala grande había una puerta color rojo, a Circe no la dejaban ver que había allí y, para que vamos a negarlo, siempre le había dado curiosidad entrar. Mum estaba sentada en su silla alta, junto a la puerta por la que entrabas a la casa y desde la cual se veía toda la sala limpia y quien subía a los pisos superiores de la casa.
-Hola.- Le dijo Circe a la mujer gorda, que tenía colgando de su cuello la única llave de la puerta principal. De su gran cadera colgaba un llavero con llaves de cada habitación con puerta. Mum tenía una caja grande con dinero, mucho dinero, que contaba meticulosamente siempre a esa hora.-¡Oye!

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Relaciones Tóxicas.
Hayran Kurgu"Es como gritar y que nadie pueda oirte. Siempre te sientes culpable de que alguien pudiera ser tan importante, que sin ello, sientes que no eres nada. Nadie entenderá nunca cuánto duele. Te sientes sin esperanzas, como si nada...