Capítulo 33

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   Al filo del vacío, y nunca mejor dicho por que la situación era similar a la de verse en la orilla de un edificio de cuarenta pisos de altura y con la mitad de los pies colgando.

    Estremecedor.

    Dante se había mantenido muy callado y tanto silencio me estaba destrozando los nervios. Mi corazón no dejaba de latir, no me daba una tregua y mi nariz parecía taponada como si sufriera una congestión nasal, ya que el aire encontraba barreras tanto en salir como en entrar. Seis minutos, era el tiempo que había transcurrido y en cual permanecíamos encerrados en esa habitación. Podía escuchar el Tic-tac del reloj que colgaba de una de las paredes y competía con el sonido de la fiesta que se había reanudado unos segundos antes.

    Nerviosa compartía mi peso que pasaba de un tacón a otro, cambiaba de postura tratando de controlar la tensión que se centraba principalmente en mi espalda y se repartía por todo mi cuerpo hasta llegar a las manos, extremidades que se apretaban una contra la otra haciendo nudos o abrazándose mutuamente y con fuerza. Dante tampoco había podido detenerse, caminaba de un lado a otro de la estancia, desgastando la suela de los zapatos y pasándose una y otra vez las manos por el cabello.

  -Dante. –Lo llamé.

    Estaba más cansada que nunca y el solo pensar en la que se me avecinaba, mis músculos estaban pendientes de cogerse una huelga continua.

  -¿Pensabas decírmelo?

    Si lo hubiera dicho de una forma dura, mordaz o furiosa, mi miedo me hubiera expulsado de la habitación con un sálvense quien pueda, pero el detonante de su voz, aunque me hablara de espaldas era casi tan frágil como el estado de mi cuerpo, y me animó a mantenerme recta.

  -Sí. –La seguridad en mi voz fue el motivo de que él se diera la vuelta.

  -¿Cuándo? –La luz de la lámpara que colgaba del techo hacía que su cabello brillara más que nunca, y aunque sufrí ese despiste reflectante, mi voz no vaciló al contestar.

  -Hoy, cuando todo esto terminara, no quería que te cogiera un infarto en mitad de la fiesta de cumpleaños de tu madre.

  -¿Un infarto? –Preguntó con sarcasmo y el hecho de que lo repitiera con ese sonido activó mi parte peleona.

  -Mira tú reacción. –Acusé.

    Dante bufó.

  -¿Y no te has parado a pensar que mi reacción es debida a enterarme, de que voy a ser padre, al mismo tiempo que el resto de mi familia y la tuya y de boca de otra persona?

    Desde el primer momento que Ama había abierto la boca, mi mal estar y mi principal preocupación era la reacción de Dante ante lo que crecía en mi interior, no en sí la forma de decir la noticia. Había estado tan cabreada con mi amiga, que no visualicé los dos aspectos del asunto.

  -Sinceramente no. –Reconocí.

  -Claro que no. –Dijo con un grandioso gesto de brazos alzados. -Tú actúas por tu cuenta y no piensas en nada.

    Lo observé y me dejé llevar por esa mirada acusatoria que se extendía por todo su rostro.

  -Te equivocas, solo pienso en una cosa, y es en la cara que has puesto cuando Amapola lo ha gritado. ¡Joder Dante! Si parecías un Avatar de lo azul que estabas.

    Dante se atrevió a sentirse ofendido y me miró con los ojos brillantes y muy abiertos. Después dio un paso hacia delante con una impresión de lo más preocupante

Sabor a Coco (Colección Encadenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora