Capítulo 14

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    Mis ojos se abrieron e inmediatamente se cerraron a causa del sol  brillante que penetraba a través de la ventana directo a la cama. Gruñí y me di media vuelta para encontrarme totalmente sola en una cama fría y desecha.

    Lo sabía, me lo había vuelto hacer.

    Fijé la vista en el techo alto mientras me recriminaba a mí misma el haber caído en su maldito juego, porque eso es lo que era, yo era su juguete personal.

   Maldije e incorporé mi cuerpo que pesaba una tonelada, pero al terminar sentada, si es que a eso se le podía llamar de esa forma, tuve que apoyarme en el respaldo, la cabeza me iba a explotar de tantas vueltas que me proporcionaba como si me hubiera montado en un tío vivo a toda velocidad, escuchaba un pitido constante en mis tímpanos y el cuerpo lo tenía engarrotado. Me mecí cerrando los ojos, concentrándome en ese dolor de cabeza… me fue imposible, la molestia era constante y dolorosa. Bien me merecía esto, aprender no era lo mío y los castigos debía aceptarlos por llevar a mi cuerpo tan al límite.

    Deje el arrepentimiento a un lado y me puse en marcha. Encontré la toalla tirada en el suelo, justo a los pies de la cama, me pregunté cómo demonios había podido llegar tan lejos, pero conocía mi forma de dormir, lo de estarme quieta no era lo mío. Con toda la fuerza que en ese momento podía darme mi cuerpo me levanté y con paso tambaleante llegué hasta la toalla, cuya tela la enrollé en mi cuerpo de la misma forma que la había enrollado la noche anterior.

    Miré de un lado a otro buscando mi vestido blanco, los tacones castigadores y mi ropa interior, tenía que estar por algún lado… él me lo quito y si lo recordaba bien, la ropa cuando se despidió de mi cuerpo estaba totalmente mojada.

    Vale, seguro que estaba en el baño.

    Cuando conseguí recorrer toda la habitación y llegar al marco de la puerta que daba al baño, el aroma que llenó mis fosas nasales y que mi celebro etiquetó como chocolate recién hecho me frenó en seco como si un muro se hubiera colocado de improvisto delante de mis morros.

    Aspiré ese delicioso perfume llenando mis pulmones, hubiera sido embriagador si mi estómago no se hubiera manifestado en ese momento regalándome una arcada… Aunque, tenía hambre, al igual que de pronto me apetecía muchísimo un tazón de chocolate, pero en mi estado, antes de que ese líquido hubiera rozado mi estómago… estaría fuera con la misma facilidad con la que había entrado.

    Apoyé mi hombro en el marco de la puerta y bufé con una resignación muy exagerada.

  -¿Arrepintiéndote de tus errores?

    Me sobresalté de la misma forma que si un ladrón me hubiera amenazado con navaja en mano por la espalda. Me di la vuelta con lentitud para no aumentar más el mareo, aunque bien me lo podía haber ahorrado. X iba sin camiseta, con una especie de bañador hawaiano que le llegaba por la rodilla y que peligraba con que se le cayera de la cintura por el corte bajo que tenía.

    Rebobiné. Su imagen me había dejado en estado de lujuria, pero lo que realmente acontecía de todo esto es que, aunque me había despertado sola, él no se había ido, no se había marchado abandonándome como lo había hecho la última vez…

    <<Porque aún no le has dado una intensa sesión de porno al señor X. >>

    Pensar eso me sentó como un jarro de agua fría.

  -¿Aun estas aquí? –Mi pregunta fue borde y con una voz de fumadora que perpetuaba la vergüenza ajena.

    Dios, y aún faltaba mirarme en el espejo. Podía hacerme una ligera idea de las pintas que tenía.

Sabor a Coco (Colección Encadenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora