Capítulo 18

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    Tenía tantas ganas de matar a alguien que casi lo hago realidad cuando salí marcha atrás con mi coche y escuché un grito junto con un golpe en el capó. Abrí la puerta y por ella apareció mi hermano un poco espantado.

  -¡¿Estás loco?! –Gritó Dalif llamando la atención de toda la gente que estaba de paso por nuestros lados.

  -¿Qué coño quieres? –Espeté tanto por el nervio que se me puso en el estómago por el casi atropello de mi propio hermano, como por el mosqueo que hervía dentro de mí.

    Dalif, con la mano en el pecho parpadeó, tragó saliva y por suerte, reaccionó.

  -La han visto, todavía no se ha ido. –Hablaba nervioso y con prisa. –Como no la conocían… Como no sabían quién era, y al no llevar una carta, una, una… una de esas pegatinas de visita colgando de su ropa, pues, unos empleados llamaron a seguridad y ellos, bueno, me avisaron…

  -¿De quién hablas? –Pregunté cortándolo y buscando algo coherente de todo lo que me estaba diciendo.

  -De Dana. Está deambulando por las instalaciones y dicen que está muy alterada.

  -¿Aun no se ha ido? –Una pequeña luz se iluminó y parte de mi tensión desapareció.

  -No. –A parte de decírmelo me lo señaló con la cabeza.

  -Y ¿Dónde la han visto?

  -Por el este, la zona arboleada…

    No escuché más, tenía suficiente información, el lugar donde se encontraba Danatella era una zona abierta, descubierta y de buena visión. La encontraría seguro. Traté de cerrar la puerta pero mi hermano se opuso colocándose entre mi mano y el picaporte.

  -Dante, -Comenzó y el solo sonido que adquirió su voz me crispó. –No tengo ni idea de lo que puede haber pasado entre tú y Dana, pero, te pido por favor que la dejes, ella no es como las demás mujeres con las que te acuestas, ella es más especial de lo que te crees, ella es…

  -Ella es mi mujer. –Mi voz estalló hasta tal punto de espantar a mi hermano.

    Conocía a Danatella mejor de lo que la creía conocer él, Dalif solo había pasado dos noches con ella, yo, casi días enteros, había visto desde su más desnuda piel hasta su más indomable corazón, sabia como era tanto por fuera como por dentro. Y nadie, ni siquiera mi propio hermano, tenía que darme las instrucciones para tratarla. No me hacía falta un manual de comportamiento.

    A Danatella la conocía bien, y mi cuerpo estaba de acuerdo con ese detalle. Por ese mismo motivo, estaba deseando encontrarla.

    Insistí con presión tratar de cerrar la puerta, pero mi hermano parecía empecinado en tocarme los huevos.

    Ni me sobraba la paciencia, ni andaba escaso de recursos para apartar de un empujón a Dalif, aunque, solo por respeto le permití que se retirara él mismo antes de que yo, tomara esa decisión.

    Error, mi hermano continuaba con el mismo drama.

    Dalif no se meneó ni un centímetro y continuó con su pose altiva.

  -No me cabe duda, yo estaba presente ese día. –Apostilló clavando su mirada en la mía. -Lo que trato de decirte es que Dana no se merece convertirse en una más de tus conquistas abandonadas. ¡Maldita sea Dante! Ella ni siquiera se merece estar en tu agenda negra…

  -No tienes ni puta idea de lo que dices. –Ladré harto de estar escuchando tanta jilipollez. Dalif sabia donde hurgar, aunque esa opinión que tenia de mí, no causó el efecto que él pretendía, lo que pasó es que, en vez de convencerme, solo consiguió  hincharme la vena y cabrearme hasta tal punto que el volante en mis manos ya estaba crujiendo. -Y por tu bien, -Continué empujándolo un poco con el brazo y cogiendo el resorte de la puerta. -hecha tu cuerpo a un lado si no quieres que te lo parta en dos con la puerta.

Sabor a Coco (Colección Encadenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora