Capítulo 10

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    PELIGRO, CONTENIDO EXPLÍCITO
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     Sin censura.

    Salimos a toda prisa tanto del restaurante como del hotel y como había deducido, la rubia que nos había pillado infraganti metiéndonos mano, nos miraba junto con los tres acompañantes que la rodeaban, con una burlona sonrisa en los labios.

X me metió en el coche y después habló con el mismo hombre que me había traído antes, tras darle unas cuantas ordenes, el gorila desapareció y X entró dentro conmigo. Se arregló la americana desabrochándose los botones y se acomodó relajadísimo a mi lado.

Yo no podía decir lo mismo, estaba de los putos nervios y el que los dos estuviéramos solos en un espacio tan reducido no ayudó en nada a mi estado flaneado.

    Sabía lo que iba a suceder en su casa, no era algo nuevo para mí, aunque era el segundo hombre con el que iba a practicar sexo, la diferencia es que al primero lo amaba con toda mi alma, o eso creía, y a este segundo no lo conocía, ni siquiera sabía su nombre, iba acostarme con un completo desconocido y… Lo deseaba, deseaba llegar a su casa ya y montar al galope como una loca.

    Me sobresalté al escuchar el sonido del motor, gorila había vuelto y ahora conducía el coche y no me había dado cuenta de ello, estaba tan sumergida en mis pensamientos que no había notado la sensación que ahora mismo me oprimía el pecho con renovada fuerza.

  -No hay tiempo para arrepentimientos, Danatella. –Me dijo el señor X a forma de advertencia.

    Lo miré y vi en sus ojos una decisión felina, calculadora y muy oscura.

  -Soy adulta y se lo que quiero hacer. –Le contesté sorprendiéndome a mí misma por la decisión en mi voz, porque mi cuerpo no opinaba lo mismo.

  -Me alegra escucharte decir eso porque, necesito meter mi polla dentro de ti.

   Lo obsceno de sus palabras solo hizo que provocarme un hormigueo intenso por todo el cuerpo, una devorante urgencia que se centró entre mis piernas. Me mordí los labios y apreté las piernas por controlar la necesidad que hervía dentro de mi cuerpo.

  -No hagas eso.

  -¿El qué? –pregunté o lo gruñí, era imposible calcular los síntomas que me estaban arrollando sin paréntesis.

  -Algi que quiero hacer con tus labios, solo consigues provocarme más, y estoy utilizando todo mi control por no arrancarte el vestido y montarte a horcajadas encima de mí.

    Gruñí, mi corazón latía tan fuerte que comenzaba a perder el control, me estaba dejando caer al mar y ya no había una red para salvarme.

    Solté mi labio lentamente y vi, antes de que X volviera la vista hacia delante, como su mirada había captado mi movimiento. Imité su gesto y clavé la vista en la carretera a través de la ventanilla de mi lado.

    Salimos de la ciudad, un lugar similar a un polígono industrial, cerca del puerto. Maddox, al que yo había apodado gorila, aparcó justo enfrente de un local que a simple vista parecía una fábrica abandonada de ladrillo anaranjado y ventanales enormes en la zona alta del edificio, pero cuando X me sacó del coche y nos dispusimos a entrar me equivoqué totalmente en la apariencia real de este sitio. Una especie de Loft a lo bestia me dio la bienvenida. El señor X dio las luces y me vi impactada por la atmósfera que me rodeaba.

    Una zona abierta tras otra no separaba nada, el salón decorado al más estilo japonés se comunicaba con: la cocina, un espacio de descanso con una mesa central y cuatro sillas rodeándola, y por finalizar el recorrido, unas amplias escaleras de madera que daban a la primera planta ocupaban el otro lado, donde, tras un descansillo escondían una enorme habitación con vistas a todo el puerto desde unos enormes ventanales panorámicos, y justo enfrente; la única habitación que había tapada con sus paredes, supuse que se trataría del aseo. Igualmente no pude ver más, X no me dejó, nada más dejé el bolso encima de uno de los sillones que gobernaban el centro del salón, El señor X, sin preguntar, me cogió de la mano y me subió escaleras arriba. Me tropecé con la misma decoración japonesa, pobre pero acertada con el contraste del hombre que vivía en este lugar, como lo que gobernaba central como si fuera el trono de un emperador, abarcadora de la señorial y elegante habitación, una cama tatami vestida de sábanas blancas del mejor algodón egipcio.

Sabor a Coco (Colección Encadenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora