Capítulo 25

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DANA


    Solo saber que cometes un error era lo esencial para repetirte e ti misma que no lo harías, y sin embargo, lo había hecho.

    Joder, menuda mierda todo.

    Sabía de sobra que era lo mejor. Lo tenía delante de mis narices, lo había elegido a él, estaba con él y quería estar con él. Pero… Había quedado con Will para hablar.

    Me animé a mí misma diciéndome que solo íbamos hablar, Will se merecía la verdad, aunque le doliese, y Dante también aunque le doliese a él también, igualmente, este último era con el que me iba a quedar, así que, después de comentarle unos delicados asuntillos…que seguro lo iban a enfurecer…Le regalaría una buena sesión de sexo a lo Danatella. Aunque, terminaría siendo arrastrada a su dominante perseverancia por ser el jefe en todo…

    … Qué coño, me encantaba ser su conejillo de indias.

    Mmm Dante.

    Me marcaba por dentro por fuera y por todos los lados. Sexo al aire libre, nunca en mi vida lo había hecho y él, no solo me había iniciado en la necesidad insaciable del cuerpo masculino, sino que, cada día, cada vez y cada polvo era mejor que el anterior.

    Y reflexionándolo bien… NO ME CANSARÍA.

    Me podía imaginar la sonrisa de bobalicona que se había formado en mis labios. Mi marido era todo un experto en provocarme síntomas inexplicables de entender y que, poco a poco, me estaban cambiando. Mi forma de ver la vida había cambiado, deseaba vivirla, sí, pero mi cabeza analizaba otros rumbos.

    ¿Estaba madurando?

    Puede, que sabía yo, tan solo era un peón más en este mundo.

    Dejé la sala donde había estado meditando durante un largo rato y salí al exterior, fuera todo acontecía de lo más normal,  la señora Stziano reñía a Cesar por estar con los cascos, Carlo hablaba con Dante, Humberto tomaba el sol y Natasha se daba un baño. Me deleité con el paisaje que me rodeaba, una imagen que tardaría en olvidar… Italia, desde luego que nunca te olvidaría.

    Sustituí los viñedos y las montañas por la imagen del hombre que me cautivaba cada día más, imponente, ni el sol en los cielos era competencia para él, con unas bermudas y una camiseta, tan simple, captaba mi mirada y mi deseo sin siquiera él notarlo.

    La sonrisa se amplió cuando comencé acercarme a él, pero en el momento que Dante se dio la vuelta un extraño reflejo de frialdad en su rostro me detuvo. Una sensación de dejá vu, me invadió del mismo modo que un recuerdo. El recuerdo de esa cara, esa mirada y ese cuerpo preso de la absoluta capacidad de atacar, todo ello me llevó a un momento del pasado, al día que el mismo señor X me había secuestrado en la puerta de mi casa.

    Me abrigué a mí misma, como si de pronto se hubiera levantado una ola de viento helado, azotándome y resbalando por mi piel, pero estaba equivocada, el clima era caluroso, es más, la varilla que marcaba la temperatura hoy estaba más alta que el resto de días que llevábamos en Italia.

  -Dana. –Me llamó Dante acercándose a mí. –Despídete, tenemos que irnos. –Su voz salió mecánica, sin ni pizca de sentimiento.

    No dije nada y actué como un robot. Me despedí de cada componente de la familia Stziano con educación y demostrando mi sonrisa, agradeciéndoles la invitación con un breve comentario de lo bien que había transcurrido el día mientras observaba los gestos del hombre que tal radicalmente había sufrido una transformación.

Sabor a Coco (Colección Encadenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora