Capítulo 13

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    Si alguna vez me hubiera imaginado que un hombre como X pudiera llevarme a la fuerza, secuestrándome desde el portal de mi casa, toda para él, se me hubiera pasado por la cabeza millones de cosas guarras, pero nunca el terror de estar amenazada.

    Amenazada, perdida y confundida, así me sentía.

    Ni el fuego podía abrasarme como esos ojos lo estaban haciendo. X, en todo su subidón de ira resplandecía como águila dorado sobre el terreno, vigilando la presa de la que se iba alimentar, una presa sin salida, sin huida posible de la bestia que se levantaba sobre ella.

    No era asmática, pero en esos momentos necesitaba una máscara de oxígeno, y como mi corazón no dejara de latir como lo estaba haciendo, me estaba precipitando sin remedio a un infarto.

  -¿Qué me vas hacer? –La voz me salió aguda y chillona a la vez que susurrada.

   Una vez el coche se había puesto en marcha y a toda velocidad (La idea de saltar y precipitarme al asfalto se me quitó de la cabeza cuando vi el paisaje pasar demasiado rápido. La hostia, hubiera sido terrible y tampoco deseaba comprobar la resistencia de mi cuerpo.), el señor X me había soltado de su aplastante abrazo, colocado a su lado y atado con el cinturón, después, con una intensa bocanada de aire y la vista al frente se había apoyado en el respaldo del sillón, hasta ahora, hasta que había abierto la boca.

  -Tu comportamiento ha sido inadecuado esta noche. –La tranquilidad en su voz no se reflejaba en la tensión de su cuerpo. –No me gusta que jueguen conmigo, Danatella.

    ¡¿Qué?!

    Abrí los ojos como platos.

  -¿Y que se supone que haces tú conmigo?

    Esta vez le tocó abrir los ojos a él y su mandíbula se encuadró más de lo que ya estaba.

  -No has perdido el tiempo en buscarte a otro hombre para que te de caña esta noche y, ¿Yo soy el que juega? –Preguntó incrédulo.

  -Solo sigo las reglas que me has mostrado. –Mi voz fue menguando a la vez que su rostro se hacía más morado.

    ¡Valentía! ¿Dónde estás? La mala guarra me había abandonado.

  -¿Qué yo te he mostrado? –Gritó dirigiéndome una mirada frívola.

  -Sí, tú. –Lo acusé con voz fuerte y algo más segura, pero… sin moverme de mi sitio. Más me valía no tentar al demonio. -Ambos hemos jugado a este juego, pero por lo visto a ti, no te ha gustado mucho recibir mi revancha.

  -¿Revancha? –Soltó una carcajada escalofriante, luego me dirigió una mirada amenazante. –Tú no has jugado, tú directamente te has quemado. –Su pecho subía y bajaba con cierta violencia. -Eres una zorra sin contemplaciones.

    Lo último lo susurró y aunque no pude verle el rostro de hombre implacable, me lo imaginé y su ira se trasportó a mi cuerpo.

    Hijo de…

    Estaba dispuesta a darle toda la guerra que él me ofreciera y con ello, una estocada de las buenas.

  -Tienes razón, soy una zorra que esta noche ha ardido contra la polla de William…

    No pude verlo venir y con lo cual, no me lo esperaba. En un ataque de arrebato X estaba encima de mí, cogiendo mi garganta entre sus dedos y presionando, solo un poco, las yemas contra mi débil carne. La respiración se me cortó y no fue por culpa de su mano, más bien fue culpa de él. Solo nos separaba unos centímetros de distancia, pero la frustración y la rabia envenenaba su cara hasta el fuego de su mirada, que había adoptado un tono oscuro y peligroso.

Sabor a Coco (Colección Encadenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora