Capítulo 43

1K 62 19
                                    

     Salí de la ducha y me puse una bata, para luego dirigirme a mi habitación, sintiendo una oleada de frío provenir de abajo. Pude oír un ruido de muebles, bolsas y muchas otras cosas. Luego música, no muy fuerte ni muy despacio, pero ero lo suficiente como para apagar los demás ruidos existentes. Sonreí, imaginando que posiblemente habría sido William, con esa bolsa de frituras como obsequio. En ese momento sonaba Sweet Child O'Mine de Guns N' Roses. Una canción espectacular.

     Comencé a cambiarme. ¿Qué ponerme? No tenía ni la menor idea de a dónde iríamos. Busqué un jean gris, un sweater blanco de contextura larga y unos borcegos de taco bajo, algo simple pero elegante a la vez. La poca luz solar que aún persistía se filtraba por mi ventana, dándole a la habitación un aspecto lúgubre. Al finalizar, comencé a cepillar mi cabello, mientras November Rain, una de mis canciones favoritas, inundaba la habitación con su primer melodía. Mis ojos se fijaron en una imagen colgada en la pared. Luke...Luke y yo. Frené el cepillado, mirando detenidamente la fotografía. Me acerqué a la pared con paso lento y acaricié el papel con mis dedos, cerrando con nostalgia mis ojos. Lo extrañaba...lo extrañaba demasiado, era un elemento fundamental para mi vida. Una lágrima corrió por mi mejilla. De inmediato abrí los ojos y miré la fotografía, secando esa pequeña gota, sonriendo, como si Luke me reprochara por llorar.

     Cuando terminé de arreglarme abrí la puerta de mi habitación, escuchando más nítido el sonido de la música. Suspiré y sonreí. Es mi cumpleaños...ni William ni Sam soportarían verme triste. Bajé los escalones a saltos, como cuando era niña, como si eso borrara cualquier rastro de tristeza. William llegó al pie de las escaleras corriendo, agitado, algo pálido.

     -¡Demente!-dijo, cuando vio que salté otro escalón, riendo-. ¡Creí que caías por las escaleras!

     -¿Tan fuerte?-contesté, soltando una risita.

     Sólo me faltaba un escalón para llegar al suelo.

     -Y ahora seguro que..

     -¡Sí!-lo interrumpí, lanzándome a sus brazos.

     Y, justo como en los viejos tiempos, me atrapó, aunque con un poco de dificultad cabe decir. Me bajó al suelo y me miró con ternura, riendo. Nos abrazamos.

     -Feliz cumpleaños _____-murmuró, apretándome fuertemente contra él.

     Puse una de mis manos en su cabeza, acariciándolo.

     -Te amo...no crezcas más-susurró.

     -Y yo a ti..-respondí, besando su mejilla.

     Me soltó y tomó mi cara entre sus manos.

     -¿Qué?-pregunté.

     -Nada-respondió, sonriendo con nostalgia-. ¿Me acompañas a buscar algo al patio?-cambió de tema, tomando un tono de voz raro.

     -Sí-asentí, sonriendo-. ¿Y Sam?

     -Por ahí andará-contestó, encogiéndose de hombros.

     -¿Cómo que "por ahí andará"?-cuestioné, con intriga y algo de reproche en mi voz.

     La música seguía reproduciéndose...alto, cada vez más alto y emocionante. Llegamos al umbral de la puerta del patio, que extrañamente estaba cubierta por telas de muchos colores. Miré a William con confusión.

     -Abre...¿qué esperas?-se apresuró a decir, con una sonrisa en sus labios.

     La canción llegó al solo de la guitarra y batería. Abrí la puerta. Todo se apagó y se sumió en la oscuridad que recién estaba comenzando. La cortina de colores cayó repentinamente y una lámpara se encendió a un costado del patio. Mi corazón latía emocionado, ¿qué estaba pasando? Una canción diferente comenzó a reproducirse...una canción tranquila, inefable, una canción hermosa: The Call de Regina Spektor. Dirigí una mirada a Will y él sonrió, haciendo señas de que siguiera mirando hacia el patio.

Un amor alocado (Skandar Keynes y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora