Capítulo 48

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No puedo explicar cómo pude soportar mentirle a Skandar. Creo que simplemente trataba de mantener claro en mi mente que si no hacía todo aquello, las personas que más amaba podrían salir heridas. Pensar en esa posibilidad hacía que me aterrara y que estuviera aún más segura de lo que me disponía a hacer para mantenerlos a salvo.

Tres días atrás apliqué estrategias evasivas y de engaño para comenzar a introducir una idea en su cabeza: llamadas a escondidas, mensajes borrados, mi ausencia, mi falta de cariño. Lo notaba, me daba cuenta de ello, aunque él no me dijera nada al respecto. Apenas me hacía algunas preguntas indirectas, con la voz un poco temblorosa. Me dolía verlo así, tan lleno de miedo. Desde entonces me costaba conciliar el sueño, tenía pesadillas y solo comía para que Will y Sam no sospecharan nada. Todo era una auténtica tortura.

Hoy era el día donde todo se llevaría a cabo. Desde muy temprano Will y Sam fueron apartados del camino, dándoles quehaceres lejos de casa; ellos se encargarían de mantenerlos ocupados. Mientras tanto en casa toda la puesta en escena se armaba y ya había quedado con Skandar para que viniera. Tenía miedo, muchísimo miedo, pero me aferraría al plan para mantenerlos a salvo a todos. 

Cuando todo estuvo listo, me senté a esperar a Skandar, con un nudo enorme tanto en el estómago como en la garganta. En mi mente trataba de buscar miles de otras alternativas, pero ya no había vuelta atrás, no podía huir. 

Me sobresalté al escuchar que alguien tocaba a la puerta. Fui hasta ella para abrir, sintiendo un revoltijo de emociones. Pero cuando abrí vi que no se trataba de Skandar, sino de Paul, uno de los hombres que me tenía amenazada.

-¿Qué haces aquí? ¿Qué sucede?-pregunté nerviosa, mirándolo.

-Cierra la boca y entra-respondió él bruscamente, empujándome hacia adentro.

Él cerró la puerta y luego me miró.

-¿Qué?-pregunté, haciéndome hacia atrás con algo de miedo.

-Nada. Hay que empezar por el plan, ¿no?-contestó él, sacándose la chaqueta y luego caminó hacia a mí.

-¿Qu...qué plan? Ya tenía programado un plan...y sin ti-respondí, destacando las últimas palabras.

-A mí me parece que no-dijo, aún dirigiéndose a mí, con rostro amenazador.

Solo caminaba hacia atrás, pensando en el montón de cosas que podría llegar a hacerme. Casi de inmediato, como si lo hubiera adivinado, la situación cambió completamente. Paul me tiró al sofá y se puso sobre mí. Agarró mis muñecas y empezó a besarme en el cuello.

-¡¿Qué haces?! ¡Basta! ¡Déjame!-gritaba con desesperación.

Forcejeé con él todo lo que pude pero me tenía a su antojo y ya me había sacado la remera.

-¡Basta! ¡Ya basta!-grité pegándole, a punto de llorar.

-Cierra la boca-gruñó él, besándome. 

Todo pasó en un momento. La puerta se abrió y Skandar entró, tirando su celular al verme. Al mismo tiempo, yo había logrado sacar a ese tipo de encima mío y luego me puse de pie, con la remera a medio sacar y totalmente despeinada. Por un momento me quedé paralizada, mientras mi cerebro corría a mil para procesar lo que debía hacer.

-_____-murmuró Skandar, con un hilo de voz.

Quería gritarle todo lo que sucedía, abrazarlo, llorar con todas mis fuerzas, pero eso no era lo que debía hacer...

-Parece que tienes algo que resolver, ¿no, linda?-escuché decir a Paul-. Te espero luego-terminó, yendo hacia la puerta trasera.

Skandar me miraba con expresión de traición, con asco, enojo y sobre todo, una profunda tristeza.

Un amor alocado (Skandar Keynes y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora