II - Incógnitas

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Se movía con suavidad por el agua que alcanzaba por encima de sus rodillas, siempre le había gustado mucho nadar pero juzgó que en ese momento lo mejor sería andar con precaución. Las cosas allí no estaban como siempre, solía haber destellos flotando por todas partes, esa vez no. El cielo arriba se había vuelto gris y las nubes se retorcían unas con otras, otorgándole al lugar un aspecto siniestro y lúgubre. ¿Que vería en aquella ocasión?

Oyó el sonido de un pandero y volteó. Se sobresaltó al ver a una mujer vestida de verde, su cabello castaño era tan largo que alcanzaba a tocar el agua y su mirada color jade estaba fija en ella. No entendió bien el motivo pero experimentó una inquietud descomunal.

— ¿Qué tal Sakura?— dijo la mujer. La aludida dio unos pasos hacia ella pero no se acercó demasiado. — ¿Me tienes miedo? ¿Acaso... lo has descubierto ya?

— ¿Puedes verme?

—Sí, por supuesto.

— ¿Qué se supone que debo descubrir? ¿Qué está pasando Apola?— Sakura se llevó la mano al pecho como si así pudiese calmar los latidos de su corazón, estaba muy inquieta en verdad. — ¿Tú me has mostrado aquellas visiones?

—Bueno... con algo de su ayuda, sí...— se cubrió el rostro con las manos. —Es mi culpa, todo es mi culpa, lo lamento tanto...

— ¿Qué? ¿Qué sucede? Dime— intentó acercarse pero se detuvo al ver el vacío en los ojos de la mujer.

—No... tú debes odiarme... yo lo haría si fuese tú.

—No comprendo.

—Lo siento mucho, en verdad lo siento.

—Apola espera un segundo.

Pero no hubo un segundo. El sueño llegaba a su fin. El agua a su alrededor se había convertido en un océano furioso que consumió a la mujer con sus olas, alejándola de ella, siempre sucedía lo mismo, algo en el mensaje que le enviaban no llegaba bien y se lo estaba perdiendo. Era algo muy importante, estaba segura de ello, ¿Pero qué? Deseó tener unos momentos más para poder entender lo que estaba pasando.

Sintió calor de repente. Un suave calor que le recorría el cuerpo.

Cuando abrió los ojos se encontró con los encantadores de su esposo. Le acariciaba la cintura por sobre la sábana que la cubría con una sonrisa, se la devolvió y se estiró un poco, contenta de despertar una vez más con su compañía. Llevaban seis días en su luna de miel, habían ido a pasear por la isla, a nadar cuando no hacía frío y cenaban juntos cada noche, era como estar en el cielo más maravilloso.

Shaoran se enserió cuando notó que su esposa estaba más ruborizada de lo que solía estar, se acercó un poco más hacia ella y tocó su frente. Sus ojos estaban vidriosos y parecían cansados.

—Tienes fiebre...— murmuró preocupado.

— ¿Enserio? Qué extraño...— intentó sentarse pero sus brazos estaban muy débiles. —No lo entiendo.

—Mejor quédate en cama hoy, no saldremos.

—Oh, lo siento.

—No tienes que nada que lamentar— la besó en la frente. —No lo planeaste, además mientras pueda estar aquí... no es problema para mí— Sakura aprovechó la cercanía para abrazarlo y sentir su calor incluso a través de la camiseta que traía puesta. —Oye, vamos... necesitas descansar...— acarició la curva de su espalda sintiendo cómo la tentación pinchaba sus planes de pasar un día tranquilo.

—Um, sí lo sé.

—Prepararé el desayuno— la notó pensativa cuando iba a levantarse. — ¿Te encuentras bien? Te conseguiré medicina Sakura, me preocupas.

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