IV - Guerra y paz

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Aferraba su mano como si de ello dependiera su vida, en ese instante no lo pensaba bien pero sabía que su fuerza era descomunal, en ese momento se sentía poderosa. Al menos hasta que oyó el llanto que desgarró el aire en un segundo, entonces todas sus fuerzas escaparon de su cuerpo y echó a llorar de la felicidad.

La pequeña criatura que el médico traía en brazos pataleaba como si no quisiera que lo tocaran y se tranquilizó al depositarlo en sus brazos, era su madre, finalmente lo conocía. Más tarde solo supo que su esposo cargaba a otro bebé y lo acercaba a ella para que pudiera contemplarlo, ambos eran hermosos.

Abrió los ojos con una sonrisa. Hacía tiempo que no soñaba con algo tan lindo como había sido dar a luz a sus dos hijos. Se levantó de un salto al ver la hora. ¡Tenía poco tiempo para ir al templo! Se atavió con un pantalón de jean oscuro y una blusa blanca, así estaría bien y no demasiado arreglada.

Al llegar al comedor vio a su esposo preparando unos sandwiches y a Mei Ling sentada a la mesa bebiendo café.

—Buenos días— dijo y atrajo su atención.

—Buenos días Sakura— contestaron al unísono. Sonrió y fue hacia donde Shaoran se encontraba para darle un dulce beso en la mejilla. A sabiendas de que eso un poco lo avergonzaba pero que también le gustaba.

—Te ves contenta esta mañana— lo oyó, y le sonrió aún más.

—Tuve un lindo sueño.

— ¡No! ¡Oye eso es trampa!— escucharon que gritaba una vocecita infantil, seguido de fuertes pasos bajar por las escaleras, el ruido era increíblemente fuerte para dos personitas tan pequeñas. — ¡Hey!

—Vamos, alcánzame si puedes.

Sakura y Shaoran se miraron sonriendo. Luego vieron que una niña de cabello y ojos castaños se asomaba a la entrada del lugar con una sonrisa de satisfacción, seguida por un niño idéntico a ella que la miraba con el ceño fruncido, ambos vestían el uniforme de la primaria Tomoeda. Los adultos los miraban divertidos.

—Niños ¿Qué pasa?— preguntó Sakura.

—Shiori hizo trampa en la carrera— acusó el niño.

—Tú siempre me ganas porque corres más rápido que yo Teo, usar magia para equilibrar las cosas no es trampa.

—Ni siquiera sabes lo que significa "equilibrar".

—Claro que sí, mamá lo enseñó ayer.

—Ya, ya, no peleen.

Ambos padres no podían creer que los niños ya tuvieran siete años, el tiempo sí que había volado, los dos crecían maravillosamente. Shiori era una niña enérgica y juguetona, le encantaba descubrir cosas nuevas por doquier y hacer magia, la había desarrollado a los cuatro años y desde entonces sus padres le enseñaban a controlarla como se debía, algo que daba mucho trabajo. Por otra parte Teo era un niño mas tranquilo que su hermana, la cuidaba como buen hermano mayor y se tomaba a pecho serlo aunque también era un poco competitivo, le gustaban las responsabilidades, las artes marciales que practicaba con su padre y su tía Mei Ling y estaba fascinado con los poderes de la niña, a veces como en ese día le tenía algunos celos pero no solían pelear por ello.

Vieron que la niña se colgaba de su hermano con una amplia sonrisa y que este le devolvía una mirada irritada.

—Lo siento Teo... no lo volveré a hacer ¿Sí?

—Eso espero.

—Niños vengan a desayunar antes de que se les haga tarde para ir a la escuela— enunció Shaoran sirviendo los sandwiches. Las mañanas eran muy animadas desde que los pequeños habían descubierto que pertenecían a una familia con poderes, cada día debían enseñarles algo. Aunque admitía que le preocupaba un poco la falta de magia en su hijo, de él esperaban demasiadas cosas en el clan Li y protegerlo de ello era cada vez más difícil. Tampoco quería poner presiones sobre su hija pero esa mañana había recibido una carta del consejo de ancianos sobre la cual debía conversar con su esposa.

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