Extra 2: De apuestas y paraísos.

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—Ropa para una semana— Derek colocó las prendas sobre la cama que compartía con Stiles en el loft.

El castaño se cruzó de brazos y lo miró con una ceja enarcada.

—¿Estás tan seguro de haber ganado?

Derek asintió.

—Tú no los viste en su extraño estira y afloja— Stiles bufó y revisó la ropa.

—No está tu cazadora de cuero— fue el turno de Derek para enarcar la ceja, Stiles se sonrojo— me gusta mucho tu cazadora, esa no me molestaría usarla toda la semana, aunque es algo antihigiénico utilizar la misma prenda tantos días seguidos, pero, por otro lado— Derek le dio un beso antes de que siguiera hablando.

—Las cuestiones de higiene ya no son algo que nos preocupe, Sti— rozó con su nariz la mejilla sonrojada de su novio. Los ojos de Stiles se llenaron de lágrimas y Derek se apresuró a abrazarlo— todo está bien, cariño, tienes que dejarlo ir.

—No estaríamos aquí si no fuera por mi culpa— respondió, al tiempo que enrollaba los brazos por la cintura de Derek.

—Estamos juntos Stiles, y eso para mí ya es estar en el paraíso— depositó un beso en su frente— anda, apresúrate que Gabriel no está esperando.

Stiles se separó mientras se limpiaba las mejillas con la manga de su sudadera.

—Aun no puedo creer que hayas sonsacado a un ángel para que nos deje ir— Derek se encogió de hombros.

—Tengo mis encantos— respondió con una sonrisa en el rostro.

—Y que lo digas— Stiles se colocó la capucha de su sudadera, más por costumbre que porque realmente la necesitara para cubrirse del frío.

Ambos caminaron hacia la puerta, con las manos entrelazadas y esperaron a que el ángel llegara.

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Derek sonrió con superioridad al ver la escena frente a ellos. Stiles sintió que su mandíbula terminó en el suelo de tanto abrirla.

—Mi ropa una semana— dijo con retintín el lobo.

—Oh, calla Derek— el pelinegro soltó una risa.

—Te lo dije— susurró en su oído, Stiles lo miró con molestia.

Pero al regresar su vista a las dos personas en el césped solo pudo sonreír con demasiadas emociones buenas en su interior, aunque su hermano lo haya hecho perder una apuesta.

Por fin su hermano se había quedado con alguien más de un par de meses, y según las palabras de Gabriel se mantendría así durante demasiado tiempo.

Castiel estaba completamente recargado en el pecho de Dean, mientras éste pasaba una mano por su cabello tranquilamente.

—¿Ellos están bien? —le preguntó Dean a Castiel.

Stiles apretó un poco más fuerte la mano de Derek cuando el ángel volteó a verlos y les sonrió.

—Lo están, Dean, están juntos y para ellos eso es estar bien.

El castaño observó como lentamente se formó una sonrisa en los labios de su hermano.

Dean y Cas también estarían bien siempre que estuvieran juntos.

Y para él eso bastaba, no importaba que le haya hecho perder la apuesta con su lobo amargado.


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