Extra 1: Cosas de humanos.

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Castiel no tenía idea de que "eso" era algo que hicieran los humanos.

¿Quién en su sano juicio pagaría para ver a personas haciendo un baile exuberante frente a un tubo? O sin ayuda de un tubo, solo con la plataforma en la que estaban o, para darle más bochorno al asunto, justo frente a él o en sus piernas.

Castiel, al ser un ángel de la muerte, tenía más libertades que el resto de su especie, ya que incluso la mismísima muerte había sucumbido ante los encantos de los humanos. Pero denle algo de crédito, llevaba milenios haciendo ese trabajo y de vez en cuando necesitaba diversión.

Hasta la muerte se divierte.

¿Por qué no habría de hacerlo él también?

Ok, está de acuerdo en que técnicamente la muerte es su jefe, su superior, pero bueno, si ya habían llegado ahí, y en esos momentos su jefe era el rubio que lo miraba con una ceja enarcada y una sonrisa traviesa mientras una rubia exuberante estaba frente a él.

¿Quién era él para decirle que se fueran de ahí?

Castiel se sorprendió al ver que una parte de su huésped, porque el cuerpo que estaba usando era prestado, reaccionaba a lo que tenía en sus narices, prácticamente, la chica rubia se había acercado demasiado y estaba provocando estragos en su cuerpo.

¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora?

Miró a Dean con una mueca de confusión y algo parecido al pánico. El rubio se rio ante la cara del ángel, con una mano le hizo un gesto que hombre con la gabardina no entendió y Dean rodó los ojos.

El rubio se levantó de su lugar, yendo hacia ellos y tomando con delicadeza a la chica del hombro, para apartarla de su "cliente". La rubia lo miró sin entender, pero se alejó de él. La hizo salir del cubículo donde estaban y se volteó hacia el ángel, que lo miró todavía más confuso que antes.

A Dean le causo gracia la situación. Tenía a un ángel excitado frente a él, y éste no tenía la menor idea de lo que estaba sintiendo. O a lo mejor si la tenía, pero no sabía cómo manejarla.

Bien, él podría enseñarle.

Se acercó con cuidado hacia él, por miedo a asustarlo, ya que Castiel tenía los ojos increíblemente abiertos y respiraba con dificultad.

Recargó ambas manos contra la pared y lo miró a los ojos.

—¿Recuerdas los videos que te puse en la computadora antes de venir hacia acá? —Castiel asintió mientras tragaba con fuerza. Dean se mordió el labio, ante el sonrojo del ángel. ¿En serio, podía ser más inocente?

—¿Recuerdas algunas cosas qué hacían en ellos? —susurró contra su oído y pudo escuchar como su respiración se hacía todavía más errática. El ángel emitió un quejido que pretendía ser una afirmación. Algo muy extraño estaba sucediendo con él y la voz de Dean no estaba ayudándole en absoluto.

—Ahora imagina que alguien te lo hace a ti— el rubio acercó peligrosamente sus labios al lóbulo de su oreja.

—Pero no había chicas en esos videos— musitó el ángel. Dean se separó para verlo a los ojos y le guiñó uno propio antes de enderezarse.

—Imagínate a quien quieras— tomó su chaqueta del sofá donde había estado sentado y salió del cubículo— si me necesitas estaré afuera.

Castiel se quedó sentado, tratando de calmar su respiración y los latidos de su corazón, junto a cierta parte de su anatomía que había reaccionado ante la mención de las imágenes y la voz de su "jefe".

Dean era un maldito bastardo.

Pero era el maldito bastardo al que él mismo le había sugerido hacer cosas de humanos. Si hubiera sabido...

Aunque después no se arrepentiría de haber incitado a Dean de hacer algo que lo relajara, y si él se relajaba de esa manera, Castiel estaría dispuesto a ayudarle.


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