Mis notas aclaran que aquél día tardamos tres horas en detener la nave y desembarcar en una playa completamente desierta. Frank, Sansón y Nikita se quedaron junto a cien tripulantes seleccionados al azar en el barco, preparándolo para recibir víveres y partir. El resto de los oficiales, Stone y su secretario, es decir, yo, pisamos fuertemente la arena blanca.
-Bien, ahora... ¡A caminar!- gritó el capitán
Bajo el ardiente sol, guiados por una especie de inspiración colectiva, todos marcharon rápidamente hacia adelante, hacia una selva exuberante. Al principio no entendía a dónde iban pero para no quedarme solo, los seguí cuidadosamente a distancia.
En cuanto atravesamos los primeros árboles, la oscuridad fue casi absoluta. La galería tapaba toda luz proveniente del sol en su afán de atrapar la mayor cantidad de rayos posibles. Las plantas recorrían todo el espacio visible y los mosquitos comenzaban a molestarme. Pero tras sólo unos diez minutos de caminata por sobre las raíces, me detuve por inercia ante el alto de los demás.
Un hilo de luz caía por una rendija de la gran maraña de ramas e iluminaba un fino hilo de agua que crecía en tamaño hasta desembocar en un pequeño lago donde once barcas nos esperaban.
-Bienvenido a Turtle Cove- me presentó Stone cuando descendimos a un pequeño muelle que daba a una calle principal.
Mi primera impresión fue que el lugar era muy limpio, mucho más que la mayoría de las ciudades españolas que había visto hasta entonces. A lo lejos podía divisar casas y casas de varios tamaños y formas que no parecían seguir ningún trazado en particular. Simplemente, cada una ocupaba lo que ocupaba y las calles las formaban las porciones de tierra libres, lo cual hacía bastante fácil perderse. Había faroles a intervalos regulares aunque en aquél momento no estaban prendidos. Una gran catedral se ubicaba en el centro, junto a un edificio que parecía un palacio ducal. La gente iba y venía tranquilamente por la ciudad, charlando, comerciando, paseando. Hablaban en todos los idiomas y sus pieles eran de todos los colores.
El primer principio de Turtle Cove era la igualdad, como en cualquier barco pirata.
-Bien, William, tengo algunos asuntos que resolver antes de una reunión. ¿Puedo confiar en que no huirás?- preguntó Stone.
Ante mi silencio, rió nuevamente.
-¡Miller! ¡Connor!- gritó a la nada- Cuiden a nuestro nuevo recluta y en dos horas mándenlo a la reunión. Necesitaré a alguien que escriba.
Y con esto se escabulló por un callejón. El resto de la tripulación deambuló por las calles, bebiendo a grandes tragos, irrumpiendo en tabernas y cortejando damas alegres. Me quedé solo con dos oficiales de mi edad. Miller había abandonado su tronco para tallar y simplemente miraba a la nada en su propia nube.
El otro, a quien el capitán había llamado Connor, era un muchacho de mi edad, aunque más alto. Su piel estaba curtida por el sol y el agua de mar. Sus cabellos no eran largos pero ondeaban al sol. En sus manos había una especie de cuchillo pequeño. En su cinturón había diversas bolsas que parecían llenas de hierbas y otras cosas raras. Era el cirujano del barco.
-¿Qué quieren hacer?- preguntó, como si nuestra respuesta pudiera realmente decidir que hacer.
Miller ni intentó responder y yo no sabía siquiera cuáles eran las opciones.
-Taberna y prostitutas entonces- exclamó el cirujano.
-¡Ni hablar!- contesté yo, en un impulso.
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¿Qué hacía yo en el Caribe?
Narrativa StoricaÉsta es la historia de un comerciante austríaco que en su viaje al Caribe se ve transformado en un pirata de esos que roban pueblos, matan gente y seducen damiselas, en una forma particular. A su vez, se ve envuelto en una trama policial para descub...